La voz entre las hojas de Alfonso Alegre Heitzmann

Alfonso Alegre Heitzmann nos ofrece en Hueso en astilla (Tusquets) un viaje poético a aquello que permanece oculto, plegado entre las sombras de lo tangible, apuntando quién sabe si una verdad más profunda.
© JOSÉ ANTONIO SANTANO 

Escribe el poeta Basilio Sánchez en su libro más reciente, El buen lugar: «Yo creo que, si algo queda que merezca la pena en esta vida, permanece agazapado en lo discreto, en el brillo cegador —para el que vive atento, para el que aún es capaz de sostener la mirada— de los pequeños acontecimientos inesperados e imprevisibles que llenan nuestros días, y en los seres humildes. La poesía necesita, porque lo necesitamos nosotros, de esta mirada sensitiva sobre el mundo que es, a la vez, desencantada y afectuosa».

Edita Tusquets

Coincido plenamente con esta reflexión del poeta cacereño, porque en sí misma la poesía tiene que ver mucho con la mirada y la sensibilidad de quien mira y ve más allá de lo que se manifiesta a los ojos; tiene que ver con la capacidad para descubrir y asombrarse, de sentir, al fin y al cabo, el mundo y abrazarlo; porque siempre he afirmado que la poesía es, y así me gusta definirla, la música del silencio.

A esta reflexión uno otra del escritor rumano Mircea Cărtărescu, que atiende a otros aspectos más formales, cuando afirma: «La poesía no tiene que ver con el arte de escribir poemas. Para ser aún más preciso, diría que las posibilidades de encontrar poesía en un libro de poemas en este mundo son ínfimas. La poesía es una mirada unificadora en el ámbito del saber. Ser un poeta de verdad, y no sólo alguien que compone versos, supone ser capaz de ver la vida como un todo y como si la descubrieras por primera vez. Los poetas no vivimos en el mundo; es el mundo el que vive en nosotros. Damos forma y a la vez deformamos el mundo acorde a nuestra propia alma»; en este sentido y con alguna reserva participo de su opinión.

Lo importante, a fin de cuentas, es sentir que la poesía como la cosmovisión individual que es en cada poeta, nos descubra la esencia y la verdad (tomando la experiencia sufí, Adonis escribe: «La verdad no está en lo que se dice, ni en lo que es posible decir, sino en lo que no se dice, en lo que no se puede expresar. La verdad está en lo enigmático, en lo oculto, en lo infinito») de quien se atreve a mirar al mundo, a su cotidiana realidad y transformarla en algo nuevo y distinto, capaz de alterarnos, de turbar nuestra anonadada y monótona existencia.

Cuando esto sucede, el lector queda atrapado al lenguaje, a la palabra vertida sobre el blanco papel, de forma que no deja duda alguna de que se halla ante un canto inigualable, ante un auténtico poeta, como lo es, Alfonso Alegre Heitzmann (Barcelona, 1955), como así lo corroboramos con su último libro Hueso en astilla, editado por Tusquets en su colección “Nuevos textos sagrados”. Con anterioridad, Alegre Heitzmann ha publicado como poeta textos como Sombra y Materia /1995), La luz en la ventana (México, 2001), La flor en lo oscuro (2003), Agón. Contemplación de Antoni Tàpies (2008) y El camino del alba (2017); sin olvidar su faceta como extraordinario ensayista, destacando su estudio sobre Juan Ramón Jiménez en su libro Lírica de una Atlántida o sobre García Lorca, por su libro Días como aquellos. Granada, 1924, que obtuvo en 2019 el premio Antonio Domínguez Ortiz.

La trascendencia y evocación de lo clásico están en la poética de Alegre.

Desde su último libro publicado, El camino del alba, hasta el hoy Hueso en astilla (título tomado de un verso, “Hueso en astilla, en él carne molida”, del poeta renacentista Francisco de Aldama), han transcurrido siete años, y es que como declara el propio Alfonso Alegre en una de las muchas entrevistas concedidas: «Una de las cosas más difíciles y más importantes en poesía es saber esperar». Este tiempo ha sido imprescindible para buscar en lo infinito, para expresar, mediante la palabra y la concentración de sus silencios, tal vez su perdido paraíso y crear así un texto cohesionado en cada uno de los poemas integrados en las cinco partes que componen esta singular obra poética: El día blanco, Labdácidas, Décima luz, Tinta y pinceles y Semillas en lo oscuro.

Escribe Miguel A. Lama acerca de este mismo poemario en su blog Pura Tura: «La estructura visible de un libro de poemas no lo hace mejor que aquellos que consisten en una gavilla de unos textos en orden cronológico de escritura; pero lo hace libro, y su construcción es un significante que me gusta analizar y que valoro especialmente». Y, ciertamente, así es, concuerda su parecer con el mío, los libros de una clara estructura y conexión temática siempre llamaron mi atención sobre el resto, sin que ello signifique restarle valor a los demás.

Si tuviera que definir o conceptuar, cuestión muy complicada en el terreno poético, Hueso en astilla una palabra quizá sería suficiente: depuración. Las palabras pasan por el alambique del poeta hasta conseguir su completa purificación: «En las palabras, / la superficie plata / de las aguas / tiembla; / sobre las aguas, / la superficie quieta / de las palabras, / ondas» (El anillo). Para Alegre Heitzman, cualquier instante o lugar permite la abstracción, la búsqueda de lo no existente, del vacío, para crear un nuevo paisaje, en el cual la palabra, no cualquiera, sino la imprescindible, dibuja la infinitud misma, principio y fin: «La canción es un paréntesis, / solo en ella la duración es instante / cúpula, / iris, / espejismo, / principio y fin, / melodía y acorde del silencio».

Retrato de Alfonso Alegre Heitzmann

Alegre Heitzmann (Barcelona, 1955)

Existe, también, en la poesía de Alegre Heitzmann la mirada que escudriña el presente, pero sin olvidar el pasado, lo vivido y sentido, las pérdidas que pesan, como la del poeta Ángel Campos Pámpano, entre otras más, en una prosa poética impoluta: «La casa, la casa que amanece, la casa donde ahora mismo escribo es, en el encuentro de la tierra y el agua, un fruto que germina con la luz. Sí, estoy en la casa, Ángel, en la orilla secreta donde fuimos, donde seremos, un día, en la mañana del tiempo».

La trascendencia y evocación de lo clásico están en la poética de Alegre, la tradición como elemento aglutinador de una poesía en verso y prosa trascendente, sea en las décimas de “Décima luz” (Dices luz y alumbras sombra, / eco de un sol que te enciende, / claro rumor que comprende / todas las cosas que nombre; / una palabra, solombra, / prendió todo el alfabeto / y de este modo el sujeto / descubrió que, al alba, el día, / siempre la sombra sería / de un sol ya nunca incompleto. -dedicado a Sebastián de Covarrubias), en los aforismos y sentencias, haikus o profundas reflexiones de la más pura cotidianidad de “Tinta y pinceles” («El blanco es muro y es umbral, / es nada y abre lo infinito» o “Semillas en lo oscuro» («Apenas hablamos, parecería; y, sin embargo, las palabras caen entre nosotros, calladas, como semillas en lo oscuro»).

La poesía de Alegre Heitzmann, sin duda alguna, está enraizada en lo oculto, en el más allá de lo corpóreo y aparente. Su poesía es un regalo al que volver una y otra vez, seguros de que en ella encontraremos ese momento mágico en el cual la palabra es nuestra única salvación posible; su mundo no es de este mundo, va más allá de lo anodino y superficial para quedarse siempre en el vuelo de un pájaro, en el árbol que crece lentamente, en el aire o en la lluvia que nos seduce con su canto.  Pura autenticidad su verbo: música del alma y los silencios.

 

Hueso en astilla, Alfonso Alegre Heitzmann, Tusquets (2024), 192 páginas, 17 euros.


 

EL AUTOR

JOSÉ ANTONIO SANTANO (Baena, Córdoba, 1957) cultiva la poesía, narrativa, ensayo y crítica literaria. Es licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Almería, y autor de más de veinte libros, entre los que destacan Profecía de Otoño; Exilio en Caridemo; Suerte de alquimia o Tiempo gris de cosmos, todos ellos galardonados con prestigiosos premios.