En Oposición, Sara Mesa (Madrid, 1976) se sumerge en el mundo de la administración para mostrar sus lados más alienantes en una novela a la que le cuesta desprenderse de la pesada carga del empleo más como condena que como elección.
© MARÍA CABRERA
Aprueba una oposición y tendrás un trabajo para toda la vida, proclama esta novela, la sociedad entera y particularmente uno de los personajes del libro, Beni, curiosamente el más entrañable y benigno, como su propio nombre sugiere. A todos ellos viene a hacerles frente Sada, que es Sara, en realidad (la narradora tiene un defecto de frenillo) y bien podría ser el alter ego de su autora, Sara Mesa. Por lo demás, los personajes de Mesa son teatrales, casi una caricatura, dos o tres apuntes diferenciadores y puestos en escena a cumplir su rol: la amiga líder y manipuladora, el payaso pelirrojo, la jefa amargada, el subordinado trepa, el jefe superior acobardado y normativo.
Tampoco conocemos mucho más del personaje principal, salvo que principalmente narra el trabajo, con muchas cursivas asombradas, como señaladores, metiéndolo todo en listas (de las cosas que hay sobre su escritorio o las personas con las que se cruza en una mañana por los pasillos), que habla por teléfono con su madre en horario laboral y no tiene muy claro que eso de opositar vaya con ella, con su pulsión creativa, su instinto básico, sus convicciones íntimas o su pulsión vital. No hay una razón clara para no querer una estabilidad laboral, ¿no?

Octava obra de ficción de Sara Mesa en Anagrama
La narradora de Oposición se siente incomprendida. Intenta adaptarse y, por supuesto, falla. Es curiosa, le interesan disciplinas que van más allá del trabajo, pone en duda lo incuestionable. También es una persona que argumenta, dice que no, responde a sus superiores, va un poco a lo suyo; hace dibujitos y poemas. Para los que hemos leído la obra de Sara Mesa, aparece aquí un claro personaje mesiano, mesiánico. Si ahora yo hiciera lo que hace el personaje de Sada para soportar las horas laborales, buscaría mesiánico y copiaría una definición aquí, mesiánico: idea que manifiesta la esperanza de una felicidad completa. Los personajes de Sara Mesa incomodan porque quieren entender cuando no hay nada que entender, dicen las cosas sin filtro, muestran sus oscuridades.
Esa felicidad o expectativas frustradas, unida a la culpabilidad por no estar haciendo nada, perdiendo el tiempo, es lo que parece que trae de cabeza al personaje de Sada en un trabajo como el que le ha tocado: tedioso y aburrido por el lenguaje que utiliza, por el ritmo de productividad casi nulo, que no le ofrece ninguna satisfacción individual (desde luego, el funcionariado nunca ha destacado por ser un sector en el que desarrollarse profesionalmente, aunque con la llegada de la precariedad laboral a la empresa privada esto ha empezado a cambiar).
Y está toda esa crítica feroz al procedimiento administrativo, que lo convierte en laberíntico e inaccesible a los ciudadanos, alejándose de su labor social de servicio público. Hasta aquí las particularidades del tipo de trabajo que retrata el libro y que, por la naturaleza de la materia que lo constituye en mayor medida, lo hace un libro pesado, trabajoso en sí mismo.
Más allá del tema laboral, lo que me interesa son otras preguntas que se infieren de la lectura. Y hago un paralelismo con el trabajo de la escritura que es, en esencia, el de la toma de decisiones. En Oposición la pregunta que flota, atraviesa o recorre la novela es la de la elección. O más bien, ateniéndonos al título, la resistencia a una elección no tomada conscientemente, ya dada, impuesta en cierto modo. Como decía antes, parece que la narradora se revuelve sobre sí misma tratando de averiguar de dónde viene esa dirección marcada, por qué o qué es lo que le está generando el malestar en el que está instalada, si realmente ha tomado ella la decisión de estar donde está, sentada en una oficina ocho horas al día como interina y estudiando la oposición que hará que pueda quedarse con ese puesto para siempre.
Y es desde esa oposición desde la que mira la nueva realidad a la que ha llegado. «Como si me hubieran recortado de otro sitio y pegado ahí», dice al comienzo del libro. Obviamente, al igual que la mayoría, tiene que trabajar para ganarse la vida, lo que no le impide un cuestionamiento de todo lo que le rodea, una mirada punzante, detallista, sarcástica y a veces sórdida en la que resuenan modos de relacionarse, temas y situaciones de otras narraciones de su autora y de algunos otros; Kafka, Munro, Salinger, Perec. El comportamiento del grupo, personajes que no encajan, relaciones íntimas, traumas, ambientes opresivos.
En Oposición la pregunta que flota, atraviesa o recorre la novela es la de la elección.
Junto al lenguaje técnico y hostil de informes y boletines, el resto de los compañeros de trabajo aportan otro tipo de lenguaje muy significativo: vulgar, de frases hechas y expresiones pasadas de moda, como ellos (la administración). La narradora analiza, en esas descripciones de lo que la rodea, el espacio y las personas a las que ve un día tras otro, el mismo abrigo negro, los mismos mocasines polvorientos, hace inventarios de escenas cotidianas, anodinas, es capaz de ampliar el tedioso transcurso del tiempo: la enumeración de las horas, las fórmulas de cortesía que se repiten en las que intenta, sin éxito, introducir más variedad, la sospecha de que el pensamiento, mediante estas mecánicas, se pueda ir oxidando. Como una advertencia sobre qué mente se conforma en un trabajo así. A través de abundantes descripciones y de reflexiones, a veces muy poéticas, enriquece la realidad, como si los objetos, deformados por los gránulos del cristal, soportaran una lluvia que solo caía ahí dentro, en ese rectángulo.
Con esas recreaciones peregrinas en las que quedarse un rato, por lo que dejan entrever y traslucir, Sara Mesa logra desplazarse más allá del tema del que ha elegido escribir, uno a priori poco atractivo y que incluso a la autora parece disgustarle, encontrándose mucho más cómoda en esos recovecos que nos muestra como hallazgos.
Pero la novela tiene su propio devenir, cae en una trama de escaso recorrido, que tarda en arrancar y se hace larga. Para cuando introduce la subtrama de la relación de amistad entre la narradora y una chica de otro departamento; para mí, una de las partes más entusiastas y amenas de la novela, han pasado ya demasiadas páginas, y la impresión de conjunto que queda es de una frialdad y un desapego, digamos, burocráticos.
Oposición, Sara Mesa, Anagrama, 2025, 232 páginas, 18,90 €.
LA AUTORA
MARÍA CABRERA (Madrid, 1985) es licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universidad Complutense de Madrid. Es autora de las novelas Los Erasmus y Televisión (preseleccionada en el Festival du Premier Roman de Chambèry, Francia), y del libro de poemas La habitación del agua. Ha escrito dos obras de teatro por encargo del TNT de Sevilla: Despertamos y una versión de La dama de las camelias. Además de en República de las Letras, colabora en otras revistas de literatura, como Cuadernos Hispanoamericanos. Es socia de ACE.