La editorial mallorquina Sloper publica el primer texto, netamente autobiográfico pero no por ello menos literario, de Rubén Bleda (Murcia, 1984). Cuarenta y cuatro entradas escritas entre los años 2014 y 2021 que no son tanto un relato sobre su vida, sino un notable ejercicio de estilo, de mirada, cargado de inteligencia, ironía y, algo que se agradece, generosidad.
© EDUARDO LAPORTE
En cuanto te descuidas, el verano es historia. Pasado el chupinazo de Pamplona, queda definitivamente inaugurado pero se acelera también el taxímetro inapelable de sus días y en cuanto te despistas ha llegado la matraca de la vuelta al cole y estás comprando entradas (si has sido más hormiga que cigarra) para un concierto de fados en enero. Digo esto porque Iba yo a ninguna parte, de Rubén Bleda (Murcia, 1984), es un buen libro para leer durante esta estación y convertirla, además, en un buen verano.
Así se titula, de hecho, Un buen verano, una de las cuarenta y cuatro entradas que componen este viaje a ninguna parte de un autor que no os sonará de nada porque esta es su primera obra. Una obra netamente autobiográfica, pero, ante todo, radicalmente literaria, poética, estética, gozosa, sublime pero con interrupción, irónica, sutil, bella en su buena medida, sugerente… Ideal, por tanto, para combinar con esos momentos veraniegos que riman con las palabras antes escritas.

Edita Sloper
Escuché que este libro era «un diario», pero si lo es, desde luego no es uno ortodoxo. Ni siquiera de esos heterodoxos sin fechas, aunque hay tiempo, un arco temporal de siete años, periodo en que el autor fue escribiendo estos textos que, vistos en su conjunto, tienen de diario esa parte de exposición de las rumias más o menos privadas, la apuesta por un pacto más autobiográfico que no novelesco (aunque eso no signifique, vaya que no, renunciar a la belleza, al impulso lírico) y un derrotero que, a pesar de que de una manera un tanto zen se nos anuncia que no va a ningún lado, muestra una evolución. Un abrazar algunos asideros, algunas conquistas laborales que permitan seguir soñando (cuando uno no puede pagar ni la factura del móvil es más difícil mirar al cielo arrobado). Pero que nadie espere un relato pormenorizado de asuntos gran intimidad, ni de confesiones ordinarias: las cartas de Bleda son más altas.
Recuerda, sin ir más lejos, a uno de los mejores libros de Francisco Umbral, Un ser de lejanías, con esa prosa no ya sonajero sino retadora, abridora de mentes, caricia al mismo tiempo para una inteligencia que, al abrirse, es precisamente cuando goza. El libro se goza y se subraya, en ese sentido, como cuando lees cosas como: «No quiero barrerme a mí mismo. Lo que hay debajo de la cama no es otra cosa que mi juventud perdida». Todo ello para sentenciar, poco después, una frase que bien podría haber firmado el autor de Las ninfas (y con la que sin duda estaría de acuerdo): «Nuestro pasado es nuestra suciedad».
Bleda, cuya siguiente obra esperamos ya como siempre se espera el próximo verano, ha compuesto un libro cargado de iluminaciones que, si bien apuntan a algún maestro reconocible, también dejan un sabor a otras influencias menos campanudas, las de autores de su generación que, quién sabe, quizá leyó, o quizá se le impregnaron como las esporas que reparte el Zeitgeist de manera siempre misteriosa. Así, en esa entrada titulada El buen verano, a mí me ha recordado a voces actuales como las de Gonzalo Núñez (Los búlgaros, Los retratos desparejados, en Sr. Scott) o Luis Torres de la Osa (Nocturno de tenis, en Libros del K.O.).
Las entradas de Bleda son una caricia a la inteligencia.

Bleda, en el Oh, Poetry! Foto: R. Piña
Sobre todo cuando habla de ese verano perfecto que, curiosamente, aún no se ha vivido, porque es un verano que se construye, quizá como la «gran obra de su vida», un verano en el que, claro está, hay amor, porque «somos ochenta por cierto amor», dice Bleda, que confiesa que a veces se deshidrata en ese sentido y tiene que administrarse un «suero especial» a base de poemas de Ángel González. Una esperanza de verano «rubio de noches azules», de verano fácil de soñar e imposible, como un unicornio, al que no se renuncia del todo. Y, parafraseando el título de un hermoso libro de Peter Handke, que el resultado de todo ello no sea ya un día, sino «el verano logrado». Amén.
No es fácil escribir sobre el verano, por seguir con este análisis metonímico, sin caer en el tópico, en la sensación de déjà lu, o en el egoísmo evocador. Y esto es aplicable a la mayoría de entradas del libro. Y la receta para no caer en esos males reside en el estilo, que no pasa tanto por escribir bien como por pensar bien. Y, a este respecto, merece mención especial una entrada titulada, precisamente, El estilo es jugar a ser, una de las entradas más sobresalientes del conjunto. En ella, sin querer queriendo, Bleda revela una de las claves misteriosas que hacen que el ejercicio de la escritura, si bien amargo y hasta humillante no pocas veces, siga teniendo un atractivo irrenunciable para quien la practica.
Porque el estilo es el juego de construirse, dice el autor, y me recuerda a una cita de Bernard Shaw que, matizando la famosa divisa del oráculo de Delfos, decía: «Constrúyete a ti mismo». ¿Y qué es el estilo? Por un lado, la columna de Simeón el estilita, en el sentido de que atesora una «esbelta rigidez», pero al mismo tiempo «una fortaleza (que no prisión) en la que cabe el movimiento, el cambio, la improvisación y la sorpresa». En la que no cabe, prosigue el autor, en cambio, ninguna lealtad extrema, ni siquiera para con uno mismo. Y esto, valga la paradoja, lo cumple a rajatabla Rubén Bleda en este libro notable que todo buen verano debe incorporar en su maleta.
Iba yo a ninguna parte, Rubén Bleda, Sloper, Palma de Mallorca, marzo de 2025, 112 páginas, 16 €.
EL AUTOR

Foto Berta Delgado. YANMAG
EDUARDO LAPORTE. Escritor y periodista cultural. Nacido en Pamplona en 1979, reside en Madrid desde 2005. Ha publicado libros como Luz de noviembre, por la tarde, o La tabla, en Demipage, así como un diario íntimo en la editorial Pamiela y su particular visión sobre Baroja en Ipso Ediciones.
En 2021, publicó otra entrega de su Diario a ninguna parte en la editorial papeles mínimos bajo el título de Tiempo ordinario y la primera biografía en español sobre Battiato (tras la de Margaretto de 1990) en el sello Sílex: En presencia de Battiato. En 2024, ha reunido su visión sobre su tierra natal en Navarra-Madrid, también en Sílex.
En enero de 2025, está prevista la publicación, en Sr. Scott, de La vida suspendida, la historia de un duelo minúsculo. Es socio de ACE y, desde 2024, coordinador editorial de República de las Letras.