El escritor y profesor universitario Jorge de Arco se apoya en la más selecta tradición elegíaca para ofrecer un canto en memoria de su madre que se lee como un discurso único cargado de amor.
© JESÚS CÁRDENAS
La elegía es un subgénero poético de raigambre griega cultivado en todas las latitudes a lo largo de los siglos. Expresa el dolor por la muerte de un ser querido e invita a la reflexión. En su homenaje va un recuerdo sentido y una vivencia que transcurre entre la asimilación y el vacío dejado. Son célebres las elegías por la muerte de una amistad, ya sea en un poema o formando libro: la Elegía a Ramón Sijé, de Miguel Hernández, En el entierro de un amigo, de Antonio Machado, el Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías, de García Lorca, Elegías, de Nicolás Guillén, la “Elegía interrumpida”, de Octavio Paz, En mitad de la noche, de Eloy Sánchez Rosillo, entre otras.
Pero, en español, sin el dístico latino, la elegía dedicada a un ser querido que más honda huella ha dejado fue la compuesta por Jorge Manrique, Coplas a la muerte de su padre, de finales del siglo XV, actualizando tópicos y recursos instaurados por los poetas elegíacos griegos y latinos (Solón, Tibulo, Ovidio…). ¡Oh Capitán! Mi capitán!, de Rimbaud, En memoria de W.B. Yeats, de Auden y Adonais, de Shelley son composiciones inglesas centradas en la muerte de una persona. En alemán, son memorables las Elegías de Duino, de Rilke, publicadas en 1923.
Después de ti (Balduque. Cartagena, 2023) es un canto elegíaco en memoria de la madre de Jorge de Arco. El poeta madrileño es autor de una decena de libros de poemas entre los que destacan De fiebres y desiertos, Las horas sumergidas o La lluvia está diciendo para siempre, entre otros, recogiéndose una selecta muestra en la antología Huellas. 1996-2019.
El libro que me ocupa, editado en pasta dura añil, posee en la cubierta una ventana que reproduce el mar sobre un horizonte cristalino. La ilustración, obra de Francesca María, evoca otro tiempo, lo que fue, lo perdido, acaso el instante que retenemos, que provoca una huida de la realidad en uno de esos recuerdos estivales en familia; acaso sea el ser querido que se halla entre el cielo y la tierra. Acompaña a esta edición una cinta separadora de páginas de tela celeste, componiendo un objeto estéticamente bello, precioso homenaje materno.
Después de ti se lee como un discurso único, una sucesión de composiciones breves sin titular, dispuestas entre una y cuatro estrofas en verso libre, de metro impar, aunque la intencionalidad del autor, pensando en pausar la emoción, haya realizado la parcelación: un primer poema al que le siguen tres secciones, siendo la segunda, por ser la más extensa, la nuclear. Como muestra de cohesión en la tipografía, ha querido dejarnos los poemas iniciales de cada sección en letra cursiva.
Funde Jorge de Arco símbolos abstractos y elevados con elementos cotidianos y concretos.
El poema inicial cumple con la laudatio o elogio dedicado a la difunta. Nueve versos agrupados en una estrofa donde el sujeto recalca las virtudes maternas, entre las que sobresalen la humildad, la generosidad o la dedicación al trabajo; modelo a seguir, representación elevada a diosa, fuente de inspiración perenne:
Alfarera distinta,
[…]
fue inspiración y ninfa,
misterio mineral de la alborada,
absolución materna de todos mis pecados.
Esos versos conectan con otros posteriores de la segunda sección, que aluden al modelo que es virtuoso: “No supe nunca de otra arcilla mejor para nacer mi cuerpo”. De ahí, que se sigan los mismos pasos: “en donde voy poniendo mis manos / donde tú las ponías”. Es muestra, también que el sentido del tacto, además del visual, está ágil, preparado para el encuentro de orden espiritual. Y como se dice en otra composición: “Todo amor es mi amo / con la que escribo y toco / el grano que es semilla y penitencia”. Aunque las dudas estarán ahí:
– Al final del pasillo
oía aún su eco.
O, tal vez, ya no era ella,
sino el furtivo tacto de su savia.
el rizo de su braza y marea–.
Uno de los elementos característicos de toda buena elegía se halla en el fuerte contraste temporal producido entre la perpleja permanencia de los elementos naturales (“el agua”, los “pájaros”, “también la casa”) y la finita temporalidad de las partes corporales del sujeto poético que se han visto transmutadas (“labios”, “abrazos” y “relojes”), en consecuencia, el desolador resultado: “No estás, / y soy abismo, aciago mirto”. Inflige tanto dolor la muerte que lleva al sujeto estar descolocado en el plano temporal, como sucede al término de la primera sección: “Llega el día después, / la hora en que deshaces la madeja del tiempo, / y te sabes, entonces, esclavo eterno de su lumbre, / porque aún tan quieta era mañana y resplandor”.
Pese a que el mes de la muerte, la Mors certa, es infranqueable, el poeta dota de ternura a las imágenes que destellan en la composición de estructura circular que se inicia por estos versos: “Era septiembre / cuando empecé a escuchar / la melodía seca de tus ojos”.
El desconcierto de la ausencia sume al sujeto en un paisaje enrarecido en “febrero”, posteriormente, la interrogación retórica donde acumula “tus canciones”, “sol” y “tu aliento”, como actualización del Ubi sunt?, para concluir con otra interrogación donde plantea un lugar posible de unión: “¿Existirá, tal vez, madre, un puente / al sur de Dios que me lleva hasta ti?”.
En la sección nuclear se ha producido el fatal desenlace, cuya transmutación infiere en el sujeto hasta convertir al sujeto, mediante una metonimia cosificada y varias metáforas que aluden a la ceguera, a la representación de la no vida:
Y así mi historia,
la misma que reúne entre los ojos
los ecos de mi origen,
comienza a ser, tal vez, cellisca,
tal vez mudanza, rojo sol.
O hueco oscuro.
El anhelo de que se produzca la presencia ocupa un lugar predominante en esta sección. Así, el mar es punto cardinal, donde antes hubo dicha; ahora, en cambio, soledad y pena:
cuando la claridad alumbra mi plegaria,
y el olor de las algas sube al aire
vengo a decirte, madre,
qué triste está la orilla sin tus ojos,
qué oscura está la playa con tu hueco.
La obra como un discurso único, una sucesión de composiciones breves sin titular.
El poema sigue explorando un lugar de reunión entre el sujeto y la madre, y pese a los encuentros ocasionales, imaginarios o somnolientos, el sujeto es consciente del imposible. Rebosantes los versos de nostalgia sentida y añoranza: “Yo sé que la distancia / no alcanza ya a tus besos, / porque en ellos invierno puso su dedo último”. En el presente eterno del poema queda revitalizada, así en la conclusión del poema: “porque la sombra que la va cubriendo / sostiene / el rumor de los pasos / que me acercan a ti”. Por ello, la asunción provoca versos consoladores desde la soledad:
mi corazón y yo
comprendemos que somos, solamente,
inocente cristal,
azar de un abandono,
el eco de un reverso
que aún sigue cantando
su levedad.
Funde Jorge de Arco símbolos (como la luz, un pájaro, febrero), junto a otros elementos cotidianos (como el primer café, la contemplación del jardín, la playa…). Para terminar, antes de producirse la deriva, estos versos que cuentan del amor eterno y maternal de un hijo:
He ascendido
a lo más alto, sí,
para encontrar
[…]
Y hallar, también,
un lugar muy cercano
a lo que en tanta muerte vive después de ti.
Después de ti, de Jorge de Arco. Balduque, Cartagena, 2023.
EL AUTOR
JESÚS CÁRDENAS (Alcalá de Guadaíra, Sevilla, 1973) es profesor de Lengua Castellana y Literatura. Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla.
Como investigador literario, ha escrito ensayos y dado conferencias sobre Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, García Lorca, Pier Paolo Pasolini… Como crítico literario colabora con reseñas en diferentes revistas literarias.
Hasta la actualidad es autor de los libros de poemas: La luz de entre los cipreses (Sevilla, 2012), Mudanzas de lo azul (Madrid, 2013), Después de la música (Madrid, 2014), Sucesión de lunas (Sevilla, 2015), Los refugios que olvidamos (Sevilla, 2016), Raíz olvido, en colaboración con Jorge Mejías (Sevilla, 2017), Los falsos días (Granada, 2019) y Desvestir el cuerpo (Madrid, 2023).