El sentido del viaje

Custodio Tejada (Purullena, comarca de Guadix, Granada, 1969) entrega con Brújula veleta su séptimo poemario, una obra que rinde homenaje al viaje, pero sobre todo a la condición del ser viajero de la mano de la tensión que imponen los sentidos.
© JESÚS CÁRDENAS

El afán de conocer y conocernos responde a nuestro interés por el viaje exterior y el viaje interior. Descubrir para descubrirnos. El viajero asume la aventura, lejos de las convenciones, y se enfrenta tanto al olvido como a la imaginación. Con el motivo del sentido del viaje, nos dejamos embargar por la séptima entrega lírica de Custodio Tejada.

Brújula veleta, publicado por Entorno Gráfico Ediciones (Atarfe, 2023), es un conjunto de poemas estructurado en tres secciones o hitos del camino: “Los ojos del viaje”, la primera que conforma los preludios; “Geografía y destino. Libro de brújulas”, parte nuclear y más extensa, donde visitamos lugares y nos dejamos llevar por la tensión que imponen los sentidos; y “Metapoética del paso, termina por componer su álbum la mirada reflexiva y crítica. Complementa a las partes y a varios poemas un aparato textual desde diferentes marcas de escritura recorriendo distintos tiempos, lo que fomenta más aún la lectura por este libro de poemas.

Comenzando por “Realidad y fantasía”, el sujeto poético contrapesa ambos polos, resultando la reverberación, el contenido de la maleta a la vuelta lo que más le interesa. Así, “cuando el valor del recuerdo me lleva / en volandas a otro mundo más grande / que habita por encima de las nubes / y las palabras”. Al igual que en el poema “Peregrino” de Cernuda, para Tejada, en “Odisea”, lo relevante es sentirse destino del propio viaje, recreándose en el hecho mismo de ser viajero. A través de sugerentes versos de este poema se nos muestra el sentido del título: “la esperanza del hombre / y el sentido último de la memoria. / […] la sombra de una brújula veleta / que se torna en destino / solaz y frío, ausente”.

Será en la segunda sección donde se nombre todo un inventario de países, ciudades, monumentos naturales, además de obras artísticas… En los poemas cuyo centro de interés es más lejano termina con una arista crítica, porque de ellos resulta un viaje desolador: “la luz del sol no calienta en Kamchatka, / alumbra con pena casi mortal”; la dejadez en los que “saltan la valla del Mediterráneo”; la vergüenza y la pena en Hiroshima y Nagasaki. Algunos lugares han sido recorridos a pie y otros desde el “sofá de casa”; experimentados, vividos, y otros imaginados, ficticios.

Por este motivo en los poemas resaltan las posibilidades mediante el uso de condicionales (“si viviera”, “si yo fuera”). En “Paseo de la fama”, “Casablanca” o “Fontana de Trevi” el poeta de Guadix enfrenta la mirada cinematográfica a la mirada auténtica, realista de los lugares. Y, en consecuencia, los versos muestran también el desaliento, como sucede en “Yo quiero viajar en globo”: “Lo mejor está siempre por venir” / –repito cada noche con paciencia / hundido en lo más hondo / de un vaso largo de güisqui con hielo / en medio de esta España vacía–”. Así los lugares son definidos no tanto por lo que recuerdan sino porque pertenecen a un tiempo ajeno, a un orden espacial ignoto: “Fez es un desfiladero a otra época / que atraviesa la historia / para traernos la luz del misterio / de un tiempo perdido”.

Tejada nos lleva por campos de la descripción, la ficción y la reflexión.

Incluso el sabor del chocolate logra transportar al sujeto a otros lugares, a otras experiencias, mediante la emoción: “Igual que la ayahuasca / de los indios jibaros yo levito en la altura / del chocolate negro”. Entonces, no es el cuerpo el que transita por los lugares, sino el alma, haciendo de estos viajes salidas espirituales. No mueve al espíritu más que la unión con el otro más cercano, de este modo el amor hace luminoso los instantes en Punta Cana: “Unidos cuerpo a cuerpo / el alma nos embriaga”. Y, por supuesto, el lugar es motivo de asombro.

Así sucede con la belleza de Florencia. Importa muy especialmente la mirada reflexiva de Tejada a los seres, así pues el grado de humanismo que destilan los poemas de Brújula veleta es un atributo de este libro.

El poema del poeta de Guadix se desplaza por los campos de la descripción, la ficción y la reflexión, enriqueciéndose en la unión de las distintas técnicas. Podemos detectarlo por algunos finales sentenciosos: así, por ejemplo, en “Ciudades en Stand-by”: “Los ojos nunca viven / el mismo tiempo”; o en “Un paseo en el metro”: “El orden invisible de las cosas / que regula el movimiento del caos / en el trabajo”.

Lo relevante es sentirse destino del propio viaje, recreándose en el ser viajero.

Este deseo de que el sujeto no deje caer en el olvido las diferentes coordenadas espaciales va unido a la pasión que desborda al viajero en su identificación con el otro, tal vez sólo así nuestra identidad se complete, sólo así se lleva a cabo el viaje interior, como leemos en “Introspección o catarsis”: “la razón sine qua non del viajero / es descubrirse a sí mismo a través / de la mirada de otro”.

Además de poemas imparisílabos, en versículos, concentrados en imágenes, almibarados de se integran varios conjuntos de haikus. Son destacados los dedicados a Oriente, “Instantes de Jabarovsk”, así: “Letras cirílicas: / luciérnagas de nieve / que arrastra el viento”. Además del conjunto más extenso de haikus, ya en la tercera sección, que nos acercan al viaje último, la muerte, entre los que destacaría este: “Juncos doblados / como cuerdas de un arpa. / Canto de ranas”.

‘Brújula veleta’ es el séptimo poemario de Tejada.

Conforme se va adentrando en los lugares, más se iluminan los filos de las aristas en los poemas que ocupan la segunda y tercera sección. Entre críticas al uso bobo de las redes sociales o al desparramamiento mental ante las imágenes de la televisión, el sujeto se rebela, entendiendo que forma una pequeña parte del universo, por ello debe alimentarse el alma, por lo que concluirá así uno de sus poemas: “un itinerario por el lenguaje /  como único refugio”.

Con los tiempos de pandemia como motivo el tono de los poemas se recrudecerá, haciéndose más sarcástico, como se comprueba en “El no viaje”: “la salud convertida en un nuevo paraíso / que todo el mundo anhela. […] El espíritu que nos mueve es ahora un virus”. A partir de ahí hallamos una serie de poemas metalingüísticos y metapoéticos (“Filosofía del viajero”, “La pisada del espíritu” o “El paso o la nada”), donde la importancia de la escritura, el lenguaje y la lectura conforman emociones tan desbordantes como la de trasladarse a otro lugar, acaso sea porque la imaginación supone el mejor medio para transportarnos a lo más profundo del viaje, al interior del ser.

Rescatemos, para terminar la propuesta de leer Brújula veleta, algunos versos espigados que en nada desmerecen del resto que los contienen: “Eso hace el caminante, / embalsamar la vida en el lenguaje”; “Las palabras que más me magnetizan / van escritas con nombre de ciudad”; “Todo libro es un viaje o una cama”; “Cuando un poeta calla / en la estela del silencio que deja / empieza la esencia del poema”.

 

Brújula veleta, Custodio Tejada, Entorno Gráfico Ediciones, Atarfe, Granada, 2023.


EL AUTOR

JESÚS CÁRDENAS (Alcalá de Guadaíra, Sevilla, 1973) es profesor de Lengua Castellana y Literatura. Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla.

Como investigador literario, ha escrito ensayos y dado conferencias sobre Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, García Lorca, Pier Paolo Pasolini… Como crítico literario colabora con reseñas en diferentes revistas literarias.

Hasta la actualidad es autor de los libros de poemas: La luz de entre los cipreses (Sevilla, 2012), Mudanzas de lo azul (Madrid, 2013), Después de la música (Madrid, 2014), Sucesión de lunas (Sevilla, 2015), Los refugios que olvidamos (Sevilla, 2016), Raíz olvido, en colaboración con Jorge Mejías (Sevilla, 2017), Los falsos días (Granada, 2019) y Desvestir el cuerpo (Madrid, 2023).