Ajoarriero con inteligencia

El autor reflexiona sobre la irrupción de la Inteligencia Artificial y el «refrito» que generan herramientas como ChatGPT, algo que puede ser práctico para ciertos trabajos académicos en un sistema pedagógico caduco, pero no así en el campo de la creatividad.
© RAMÓN J. SORIA

He probado varios de los programas de Inteligencia Artificial generativa y me parece que hacen bien la ropa vieja, el refrito. Uno tiene un buen guiso de cocido y, con la sobras, al día siguiente, hace una estupenda ropa vieja, refriendo y mezclando todo con un diente de ajo y un chorro de aceite.

Todas las IA generativas están siendo un éxito entre los adolescentes, en el sistema de enseñanza obligatoria que gusta mucho del refrito en el examen. Y no desprestigio para nada los refritos, los plagios o el copieteo con chuleta para superar un sistema de evaluación que debía de haber sido proscrito hace bastantes siglos.

Pero no lo veo en los poemarios, la novelería o incluso en la publicidad. En esos territorios literarios sigue teniendo valor la creatividad, la invención, la originalidad, el manchurrón ideológico, lo políticamente incorrecto que toma partido hasta mancharse. En estos territorios, las IA actuales aún no llegan.

¿Hay alguien al volante de la IA?

Lo cierto es que las IA  solo aparentan inventar un texto original escrito igual que un ser humano pero no es así, detrás no esas palabras no hay ni inteligencia ni emoción, la máquina algorítmica que lo generado no entiende nada ni sabe lo que dice aunque nos de la impresión que sí. Hacen un «corta y pega fino» utilizando los retales disponibles que hay en Internet o que pueden ser digitalizados y digeridos por la máquina, pero el conocimiento y la imaginación que hay detrás de la obra de un escritor o escritora se extinguirá si consideramos que las IA  lo hacen igual de bien.

¡Claro que una IA puede escribirnos una novela como si fuera de García Márquez! explotando a fondo y sin pagar derechos de autor todo lo que escribió tío Gabriel sin duda saldrá una apetecible ropa vieja macondiana, pero a la segunda cucharada sabrás que es un refrito recalentado.

Tampoco dudo que se diseñarán y que se escribirán, ya se están escribiendo, bestseller con alguna IA Incluso no dudo que se venderán, ya se venden, bien y que serán leídos por muchos lectores entusiastas saboreando el texto como si fuera un guiso recién hecho, resucitando así el famoso y quevedesco «gato por liebre».

Los autores de cuyos textos aprenderá la IA no recibirán un euro por derechos de autor.

Y también sé, ya está pasando, que todos los autores de cuyos textos aprenderá la IA no recibirán un euro por derechos de autor aunque el programa esté exprimiendo y utilizando sus obras, aunque sepamos que esa sofisticada AI no escribiría nada si no pudiera utilizar de forma gratuita e impune las miles de historias, frases, personajes, descripciones, aventuras e ideas que los autores de carne y hueso inventaron antes.

Sin nuestras obras, sin nuestros poemas, artículos, cuentos, cartas, novelas, diarios íntimos o declaraciones públicas, las IA solo podrían escribir legajos de notaría. Y que me perdonen los notarios, que seguro que en sus trabajos hay mucha ficción original.

Pero este hecho no importa, o no importa a nadie, todos sabemos que los titiriteros del lenguaje, los artistas, los autores nos alimentamos apenas con una hoja de lechuga y una alita de pollo, incluso con ropa vieja, con las sobras de ayer y casi nada. Vivimos del aire en nuestra jaula, como aquel artista del hambre de Franz Kafka. No necesitamos que nos paguen dinero por nuestro trabajo y no nos importa que nos utilicen, copien, plagien o exploten toda nuestra obra las IA presentes o futuras.

Sobredimensionar el valor de la IA puede llevarnos a un «error».

Aunque como siga así la cosa me temo que pronto el lector tendrá ya solo buenos refritos y luego refritos de refritos, mucha lectura precocinada, toda precocinada. Algunos llaman a este tipo de alimentación comida basura. Alimentos y lecturas a los que uno se acostumbra hasta que llega un momento en el que preferimos la hamburguesa barata al solomillo de avileña, la insulsa lechuga iceberg a una buena lechuga romana oreja de burro.

No es que me importe mucho, me importa todo porque no tengo vocación de «artista del hambre» y creo que casi nadie de mis colegas la tiene. Ya va siendo hora que la ropa vieja, el refrito IA, pague lo que cuesta el menú del día, los ingredientes y el trabajo del cocinero. ¿Para cuándo una Ley Europea de Propiedad Intelectual que contemple este uso y que este derecho del autor se pague de una vez?

Pero hoy tiro la casa por la ventana: bacalao desalado, aceite de oliva, ajos, ñoras, tomates y cuidado. Quizá algo quede en mi instinto de nómada, algo del famoso inconsciente junguiano o una brizna de la educación sentimental de aquel bisabuelo arriero que bajó en barca por el Manzanares, el Jarama y el Tajo, de Madrid a Valdeverdeja, tras volver en 1898 de una guerra en Filipinas.

Sin nuestras obras, las IA solo podrían escribir legajos de notaría.

En su honor guiso muchas veces este ajoarriero con el antiguo lujo del huevo y el pan blanco. Incluso lo he hecho alguna vez como plato de Navidad huyendo de los excesos obligatorios o del marisquerismo y el capón. En la modernidad tramposa de los alimentos hiperprocesados, los aires sápidos y los exotismos inciertos y las Inteligencia Artificiales, muchas veces hago caso a Michael Pollan y su: «No comas nada que tu abuela no reconocería como comida». A esta sabia cita, yo añadiría: «No leas nada que huela a ropa vieja o refrito de IA» (y además lee despacio las escrituras de los notarios como una buena novela de terror).

 


EL AUTOR

 

RAMÓN J. SORIA (Jarandilla de la Vera, 1965) es sociólogo y escritor, autor de obras como España no es país para ríos; Viaje por el agua que una vez amamos; Artes de río. Sobre los rastros del agua en la historia; El barco caníbal; los Ríos Salvajes; Los dientes del corazón; Partes de guerra o La fábula y el Fuego. Es colaborador de temas fluviales, sociológicos y gastronómicos y de consumo en: CTXT.es, El Salto.es, el diario.es, diario ABC, Cadena Ser o COPE, entre otros.