Antonio Martínez Menchén, las variaciones de la soledad

El escritor linarense falleció el pasado 7 de enero en Madrid y deja un valioso legado literario comprometido con la memoria y el humanismo solidario.
© LORENZO MARTÍNEZ AGUILAR

Como la generación de las hojas así es la de los hombres, en versos de La Iliada. El pasado 7 de enero, con el viento inviernal y con la primera hoja del año, se nos fue Antonio Martínez Menchén (Linares, 1930). En discreto silencio, íntimo, quiso la familia que fuese el sepelio del escritor. Ya estaba todo dicho. La vida, la voz, la palabra y la muerte. Con el mismo silencio (antónimo de mutismo) que lo acompañó en los últimos años. Un silencio que él llenó de vida en los muchos años de creación literaria con valía sinónima de calma, pensamiento, ética, creatividad, conciencia, dignidad, compromiso, memoria…, cuando estos entroncan en la dimensión comunicativa y sapiente de la literatura. Voz y silencio, entre los que no cabe, aquí, el oxímoron. Aunque el silencio y la discreción hoy en día no cotizan en la bolsa de los valores humanos.

Antonio, de la expresión bondadosa y las manos serenas, en el buen sentido machadiano de la palabra bueno. Antonio, testigo de la amarga posguerra española; escritor comprometido con su momento histórico. Vivir es recordar, asevera en el frontis de su obra de memorias El sueño de una sombra (2015). Y la memoria de la historia de este país. Cinco variaciones (1963), Las tapias (1968) o Inquisidores (1977) fueron escritas y publicadas ante la mirada hipócrita y miope de la censura franquista.

Luego, cuando España llegaba al alba de la democracia y la libertad, sacudiéndonos el gris rancio y casposo del inmovilismo y el negro del sagrario acérrimo y cerrado, Antonio siguió escribiendo sobre las atrocidades, miserias y penurias de aquel país de posguerra y fascismo, para que no quedaran impunes el dolor, la venganza, la estulticia, los piojos, las cunetas, la tristeza, las fosas comunes, el nacionalcatolicismo, los fusilamientos al amanecer…

Es decir, la recuperación de esa misma memoria que algunos ahora quieren desterrar del álbum de la historia, sin restitución ni recuerdo. Pro patria mori (1980), La edad de hierro (1997) y Patria, Justicia y Pan (2006) reflejan los años de hierro, dictadura y mano dura que fue este país, sin falsear la realidad y desde un compromiso empático y profundo con los más desfavorecidos, de humanismo solidario. En sus propias palabras: «Siempre he pensado que la misión de un novelista es dar un testimonio de la época que le tocó vivir, a través de sus propias vivencias transformadas artísticamente» (Revista República de las Letras, núm. 55, 1998, pp. 18-19).

Un escritor introito, entregado a la verdad de la escritura, alejado de los espacios mediáticos, indiferente a la opción de los premios literarios.

Y así también ocurre con los personajes jóvenes de su narrativa infantil y juvenil: Fosco (1985), El despertar de Tina (1988), Fin de trayecto (1991), Una infancia perdida (1992), Veinticinco instantáneas y cinco escenas infantiles (2004), entre otras, sitúan a los niños y púberes en aquel dramatismo: Nâga, Luisito el Mona, Tina, Tony o Manolo son los perdedores de los perdedores, la máxima expresión de la tristeza, la melancolía, la orfandad, la debilidad de un país roto… Y la soledad.

La soledad y la incomunicación, temas capitales en una obra compuesta por más de cuarenta títulos entre novelas, relatos, ediciones críticas, ensayos y trabajos centrados especialmente en analizar la creación literaria y publicados en revistas como Cuadernos Hispanoamericanos o República de las Letras, esta misma en la que otrora escribió numerosos artículos.

Antonio siguió escribiendo sobre las atrocidades, miserias y penurias de aquel país de posguerra y fascismo, para que no quedaran impunes.

Desde el primer momento este criterio clave de Martínez Menchén, «el aislamiento del individuo», ya está fijado en sus primeras obras, fundamentales en los años sesenta del pasado siglo, ya citadas: Cinco Variaciones y Las Tapias. La soledad del individuo frente a los poderes absolutos, la soledad de la enajenación, la soledad de los hospicios, la soledad de las cárceles.

Oficinistas, amas de casa, niños, bordadoras, estudiantes o maestros, entre otros, son personajes que viven sometidos en la extrema realidad de la depuración, la represión y los espacios cerrados que desembocan en el miedo, la frustración y la locura, como aparecen retratados en La caja china (1985), Expediente de cierre (1994) o Espejos de soledad. Antología de cuentos (2010). Obras que también tienen mucho que ver con la formación de Antonio como diplomado en Psicología por la Universidad de Madrid.

Pero Antonio también es escritura de esperanza, especialmente en los relatos para jóvenes a los que en las historias de sus duras realidades les va abriendo caminos con relatos fantásticos, aventuras y viajes iniciáticos en el aprendizaje de la vida, del esfuerzo, de los valores humanos y pedagógicos de relación, justeza y sentido común para ser hombres y mujeres de bien. A este tipo responden Una historia sin nombre (1987), La huida (1988), La espada y la rosa (1993), Con el viento en las velas (1997) y La puerta de los sueños (2003).

Tuve el privilegio de compartir con Antonio la presentación de varios de sus libros en Linares. Los recuerdos de aquellos actos ahora me sacuden con la nostalgia, pero al mismo tiempo me hacen sentir un profundo agradecimiento por haber compartido con él aquellos encuentros narrativos en el espacio de una gran claridad ética e intimista. Lo dejó dicho su hermano, el también escritor ya fallecido Andrés Sorel: «Yo creo que él ha vivido muy poco para afuera. Ha vivido para adentro. Literatura, música, cultura, sentimientos humanos, dolor, todo lo ha interiorizado. Y luego transformado en creación para dejárnoslo».

La soledad y la incomunicación, temas capitales en una obra compuesta por más de cuarenta títulos.

Es quizás en esa clave donde debemos buscar un Antonio introito, entregado a la verdad de la escritura, alejado de los espacios mediáticos, indiferente a la opción de los premios literarios. Una postura llevada a cabo sin ambages ni medias tintas, consecuente con una forma de pensamiento, lo que quizás ha podido influir en ser un escritor un tanto desconocido para el gran público, pero en todo caso una opción personal totalmente respetable: «No me importa. Pienso que una de las grandes virtudes del artista es la sinceridad, y yo creo que soy sincero».

Pero llega la muerte. Y calla la voz, la palabra, el silencio. Y continúan los versos de Homero en La Iliada: Esparce el viento las hojas por el suelo, y el bosque, reverdecido, produce otras al llegar la primavera. En el caso de Antonio, una primavera de libros, hojas perennes en la memoria de sus lectores. Como las hojas de los olivos. Espléndida lucidez, literatura de profundidad y valía atemporal, epicentros que cualifican su obra literaria total. Y esto solo es privilegio de los grandes libros y de los grandes autores. Antonio Martínez Menchén, maestro. Siempre en nuestro recuerdo tu legado cultural, literario y humano.


EL AUTOR

 LORENZO MARTÍNEZ AGUILAR (Linares, Jaén, 1957). Consejero Académico Titular del Centro de Estudios Linarenses (CEL), de cuya institución fue Director académico entre 2011-2015. En poesía ha publicado los poemarios El jardín de los sueños (1992), Taranta (Poemas a Linares) (2009), Manual de invierno (2010) y Territorio de sombras (2016) y figura en diversas antologías de poesía actual. En narrativa ha publicado los relatos La acera (2004), La pesadilla (2005), El sargento Aguilar (2010) y la novela Caminos cruzados (2019), siendo algunas de estas obras premiadas en diversos certámenes literarios de poesía y relato.

En materia histórica y de patrimonio sobre Linares tiene publicados siete libros, entre ellos La literatura en Linares (siglos XV-XX) (2008), Historia artística y social de los edificios linarenses (2014), El conflicto social de la minería jiennense a través de la novela “El vencido”, de Manuel Andújar (2014), Linares en la Baja Edad Media, siglos XIII-XV (2021).

A ello debemos sumar la treintena de trabajos y estudios de investigación sobre patrimonio, historia, poesía y crítica literaria editados en libros colectivos y revistas especializadas, entre éstas el Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, República de las Letras, En torno a Linares, etc.