Los trapos sucios se lavan en casa | Sobre «Fin de temporada», de Ignacio Martínez de Pisón

El autor escribe sobre Fin de temporada, la última novela de Ignacio Martínez de Pisón, una incursión en el espinoso y universal tema de los secretos familiares y sus consecuencias.
© RECAREDO VEREDAS

La última, y excelente, novela de Ignacio Martínez de Pisón es rotundamente clásica. Lo es en su estructura, en la progresión de la trama y en la elección de narrador. Escoge una sobria tercera, mucho menos estilizada que la elegida en otras obras del autor (valgan como ejemplo las múltiples perspectivas de la célebre El día de mañana). Una novela tan psicológica podría haber contado con una voz llena de matices e información, pero Pisón opta por lo más difícil y, a la vez, lo menos lucido: un narrador que se limita a construir escenas y deja todo el poder a los personajes. Fin de temporada está protagonizada en exclusiva por cuatro protagonistas, escalonados en dos niveles. En el primero, e indiscutible, se encuentran una madre y un hijo, ambos jóvenes y unidos por un vínculo que comienza siendo estrecho y se revela patológico. En el segundo se encuentran la socia de la madre en el camping, testigo y víctima de la tormentosa relación maternofilial, y un personaje ausente cuyo eco reverbera durante toda la obra: el padre muerto antes del nacimiento de su hijo.

Ignacio Martínez de Pisón

Fin de temporada comienza con un breve prólogo, donde el narrador se traslada hasta el postfranquismo y muestra cómo una pareja de jóvenes novios se dirige hacia un lugar desconocido, pero en el que tendrá lugar algo que intuimos determinante. De repente, un accidente de tráfico evita la llegada y mata al hombre. Gracias a un salto en el tiempo nos trasladamos hasta el núcleo de la acción. Ocurre en los años 90, cuando la mujer se aproxima a la cuarentena y vive en un camping, del que es dueña, con su hijo de 17 años y su socia. Nadie habla del padre, es un fantasma, una ausencia cuya falta no se cuestiona. Así ocurre siempre con los secretos familiares, con esos elefantes que llenan las habitaciones sin que nadie los quiera ver, aunque apenas dejen espacio para respirar. Viven en una normalidad más o menos feliz, protagonizada por la estrecha –demasiado estrecha, casi dependiente- relación que mantienen la madre y el hijo. De repente varias cartas llegadas del otro lado lo cambian todo y abren al hijo la revelación de un pasado ambivalente: por un lado le regalan una familia cuya existencia ignoraba y le conceden cierto bienestar económico, por otro le muestran que estuvo a punto de no nacer. El golpe abre un camino de descubrimiento que pudo haberle conducido a la libertad, tras el necesario dolor que siempre conlleva, pero la culpa, la responsabilidad o los lazos invisibles le acaban atrapando. El camino de supuesta liberación termina implicando a la madre, que cae en sus propios abismos, realizando un viaje a su tierra natal que busca la reconciliación pero termina en una callada desgracia.

Aunque Lluvia fina y Fin de temporada sean novelas muy distintas, la conclusión es similar: hay zonas en las familias mucho más peligrosas que Ciudad Juárez a las cuatro de la mañana.

Pisón aborda con sobriedad -y siempre gracias a los personajes, no mediante reflexiones del narrador- temas que nos tocan a todos. Por ejemplo el daño que se causa a los demás cuando se busca una libertad más soñada que posible. También menciona la dificultad de quebrar los vínculos familiares, sellados por una lealtad invisible pero más poderosa que el Ejército Rojo en sus buenos tiempos. También plantea la responsabilidad de las decisiones, si es conveniente romper los secretos familiares o mantenerlos vivos, inmóviles, como sostenes de una estructura que sin ellos se derrumbaría. No es nada fácil entrar en tan complejos meandros, tan comunes en todas las estructuras familiares, con sutileza, sin caer en la autoayuda o en el melodrama desaforado. Menciono todas las estructuras familiares porque existe el mito de la familia disfuncional pero todas las familias lo son, aunque sea en diferente medida. Fin de temporada, por lo tanto, no es melodrama sino verdad porque verdaderos son los personajes y la historia no se desvía de lo cotidiano. Es la tensión que Pisón concede a ese secreto familiar y a su desvelamiento lo que la convierte en insólita. Además no necesita elevarse hasta la élite y escoger a una familia de la aristocracia o la clase alta social o económica, como ocurre casi siempre en las narraciones sobre familias disfuncionales, más bien escoge a una familia más o menos normal, de clase media, que consigue universalizar gracias a cómo encajan sus emociones con las comunes del ser humano.  Por otro lado, resulta muy meritorio que hable de los engranajes ocultos de la familia desde la novela y no desde la autoficción, como tanto pasa en los últimos tiempos con resultados desiguales.

El desenlace asusta porque parece mostrar que solo la ruptura total con el pasado sana, que la negociación con quien desea anudarse a ti para paliar su dolor no tiene otra utilidad que hacer más profundas las heridas. O tal vez no sea así, tal vez demuestre que el protagonista debería haber roto las cartas que venían del otro lado, como los emisarios de una tragedia griega, sin haberlas leído y no haber conocido nunca lo que solamente intuía. Aunque Lluvia fina y Fin de temporada sean novelas muy distintas –con un peso mucho mayor de lo teatral en la de Landero y de lo narrativo en la de Martínez de Pisón– la conclusión es similar: hay zonas en las familias mucho más peligrosas que Ciudad Juárez a las cuatro de la mañana.


RECAREDO  VEREDAS  (Madrid, 1970) ha estudiado Derecho, Edición y Creación Literaria. Ha publicado 8 libros. El último es la recopilación de testimonios Todo es verdad (Sílex, 2020). Los que más le gustan son los más breves, los poemarios Nadar en agua helada (Bartleby, 2012) y Esa franja de luz (Bartleby, 2019), pero se siente orgulloso de toda su progenie. Incluye el ensayo No es para tanto (Sílex, 2016), la novela Deudas vencidas (Salto de Página, 2014), la colección de relatos Actos imperdonables (Bartleby, 2013) y dos obras perdidas en el espacio-tiempo: la colección de relatos Pendiente (Dilema-Escuela de Letras 2004) y el manual Cómo escribir un relato y publicarlo (Dilema-Escuela de Letras, 2006). Ha trabajado para diversas editoriales, entre las que destaca Alfaguara. Ha sido profesor en la Escuela de Letras y en Fuentetaja. Ha reseñado, entre otros medios, en Quimera, ABC, Política Exterior,  Letras Libres y Revista de Letras.