No es la primera vez que el autor se acerca, en este espacio, al género del cuento o relato. Esta vez, en una suerte de «autoentrevista» aborda las diversas vertienes del concepto canon aplicado al concepto que Harold Bloom dejó establecido acerca de ese género y con alguna incursión, polémica, sobre la poesía escrita por mujeres.
© LUIS R. MÍGUEZ
Cuánto canon
Alguien que leyó Cuentos y cuentistas. El canon del cuento, de Harold Bloom, publicado por Páginas de Espuma, ha preguntado…
¿Qué es un canon?
Un canon es un modelo a seguir. También es una relación, un catálogo.
¿Y qué es un canon literario?
Un canon literario es una relación de obras (o autores) modélicas cuya lectura se considera imprescindible para alcanzar un conocimiento normalizado. Bloom da un canon de 39 cuentistas. Existen cánones por archigénero y cánones para temáticas literarias concretas: ciencia ficción, policíaco, terror… Y cánones territoriales, idiomáticos, generacionales…
¿Es necesario un canon literario?
Yo lo entiendo como la línea central en nuestras carreteras del norte. La mediana no guarda relación con la trazada de mis curvas. Sólo en condiciones adversas me guío por la media. Y por el arcén.
¿Quién hace un canon?
Suele crearlo un crítico literario, que es alguien que ha leído mucho y cree saber lo suficiente. Quien crea contenidos de ficción no suele elaborar cánones, y quien se ocupa de establecer un canon no crea contenidos originales. Aunque existe alguna excepción.
¿Para qué sirve un canon?
Un erudito te dirá: “Ante la imposibilidad de leer todo lo publicado, un canon establece qué lecturas acometer”. Pero esta definición contiene una falacia. Puesto que no se puede leer TODO, quien confecciona un canon tampoco ha leído TODO. En consecuencia su propuesta está sesgada por las lecturas a que ha tenido acceso. E indefectiblemente un canon refleja las preferencias personales del canonista (y Bloom no las disimula).
¿Pero sirve para algo práctico?
Un canon pervierte la naturaleza del arte al convertir lo subjetivo (los gustos) en objetivo (lo bueno). Se pretende que las lecturas propuestas por un canon sean la quintaesencia del arte y que satisfaga el gusto de letraheridos eminentes.
Pero si el arte atañe a gustos, ¿cómo osa alguien decirnos qué debe gustarnos?
En realidad nos está diciendo lo que él juzga de valor. Debes tomar un canon como una guía de lecturas.
Confección del canon
¿Debe un canon reflejar los gustos de su tiempo o debe permanecer inalterable?
Parecería lógico que un canon estuviera en constante revisión so pena de quedar obsoleto, aunque posiblemente ése sea el destino de un canon. Nuestros gustos, y lo que consideramos ejemplar, cambian con nosotros y con las épocas: el canon de belleza ha sufrido alteraciones durante el siglo XX. La literatura también se ve afectada por las tendencias del momento (los afectados dicen mainstream).
Canon dúctil y maleable
No hace mucho se ha hablado de introducir nombres de mujeres en el canon de la poesía española. Históricamente las mujeres no han gozado de oportunidades educativas y culturales, y en consecuencia no muchas poetisas (o sus obras) han alcanzado la maestría requerida para acceder al canon. ¿Será ideal forzar la paridad a que obliga la actual mentalidad? ¿No sería más idóneo dejar constancia de esa “generación hueca”, si se admite la jerga demográfica, y volcarse en corregir deficiencias a partir de ahora? ¿Se pedirá al canon que introduzca igualdades atendiendo a las nacionalidades españolas? Parece que el sentido común nos dice que si un canon se presta a ser dúctil y maleable por complacer tendencias momentistas perderá su utilidad original.
¿Cuántas obras debe contener un canon?
Tan absurdo parece constreñirlo a un número fijo como no ponerle límite. Propuestas como Las cien novelas que todos deben leer, o Los mil mejores cuentos jamás escritos, impiden al canonista anexar descubrimientos posteriores o textos aún no escritos, pero una lista ilimitada atentaría contra el concepto original de canon.
Quizá fuera sano que unos libros salieran del canon para dar cabida a otros nuevos. Sin embargo comprobamos que, una vez presentado su canon, el canonista se encastilla. Vanidad humana quizá.
¿Pero tan importante es un canon?
Si los eruditos hablaran con prurito de humildad se alejarían de la ampulosidad en el lenguaje, pretendiendo sentar cátedra y erigirse en autoridad al “establecer” o “asentar” un canon. Mucho más humilde es presentar Las cien novelas que más me han gustado, o Mil cuentos que no quiero perder (aunque me temo que superada la centena se le empiecen a repetir). Insisto, un canon literario es una recomendación de lecturas. Y cada persona puede crear el suyo. De hecho no existe un canon oficial.
¿Debería un canon alcanzar el consenso?
Conociendo cómo funcionamos los humanos inmersos en dinámicas de grupo (efecto líder, presión grupal, aquiescencia para preservar la entente, cuando no dinamitamos el trabajo ajeno), me temo que esa meta sea una utopía. Aunque existe consenso sobre ciertas obras: la Iliada y la Eneida nunca saldrán del canon clásico.
Pero has de juzgar con criterio propio lo que te recomiendan leer entre la mediana y el arcén.
Respeto y transgresión
Sin caer en apología de infracción a las normas de seguridad vial, permíteme estirar un poquito este símil: cortando la mediana avanzamos más rápido, pisando el arcén sentimos un cosquilleo.
Ateniéndote al canon nunca descubrirás otros valores, nuevas tendencias, diferentes fórmulas. Además de leer con criterio propio los cuentos que ensalzan los críticos, debes buscar los que convengan a tus gustos, sin importar quién escribe. Sólo con amplitud de miras en tus lecturas irás forjando tu propio criterio y afianzando tus gustos.
Leer en su momento
Puede que un cuento no te guste, no entiendas su gracia, o no estés preparado para esa forma de contar. Pero tus gustos pueden cambiar, o puedes entenderlo tras una relectura, o tal vez, dentro de unos años, tus posteriores lecturas te habrán preparado para aceptar lo que hoy te displace.
Relee el párrafo anterior en segunda persona del plural y continúa leyendo.
Cuento en sazón
El cuento Colinas como elefantes blancos, de Hemingway, encontró serias reticencias para ser publicado a pesar de la indiscutible calidad de su autor. Y es que —como sentencia nuestro castizo saber popular— el horno en aquel entonces no estaba para ese bollo. Colinas como elefantes blancos pasa hoy por ser uno de los mejores cuentos del americano. En su día estaba mal escrito y hoy es una obra maestra… ¿Ha cambiado el canon? Mucho, y gracias a ese cuento.
Experimentando técnicas
En los cursos de creación literaria aconsejan a los alumnos no cambiar el punto de vista durante la narración de un cuento. Pero el cuento La señorita Cora, de Cortázar, revienta los preceptos canónicos del arte, y es una joya.
Pablo Picasso, dejó dicho: “El principal enemigo de la creatividad es el buen gusto”. Ese ‘buen gusto’ es el canon imperante, ¡el mainstream!
Creatividad versus clasicismo
Parece una quimera establecer de modo objetivo qué es calidad. Cimenta tu propio criterio, tus gustos. Reconoce que un cuento no te gusta aunque sea obra de un maestro cuentista. Discrepando crearás debate, avanzaremos en el estudio del arte y nos enriqueceremos todos.
Escritor de culto
Si una forma diferente de narrar, un estilo o una tendencia concreta no te convencen, evita denostarlas. Piensa que a la vuelta de veinte años quizá sea unánimemente apreciada.
Si a Hemingway o a Cortázar se les hubiera encogido la mano con esos cuentos no hubiéramos alcanzado el paradigma actual. Pero son legión quienes han experimentado por vericuetos del arte sin llegar a ningún puerto o sin obtener reconocimiento. El mérito de explorar sólo se le reconoce a quien triunfa, aunque no todos los autores buscan agradar a una mayoría.
Me pregunto cuántos cuentos de anónimos Franz sí han terminado quemados, perdidos para siempre.
Triunfo póstumo
De vez en cuando leemos a un autor renombrado alabando a un cuentista cuasi inédito (si su énfasis no es ajeno a intereses editoriales, lo celebro por él). Tras analizar el hallazgo nos sorprendemos de que la obra pasara desapercibida en su día, pero es que el horno de hogaño ha alcanzado la temperatura ideal para apreciar su calidad cuentística.
Quizá sea más cuestión de gustos y preferencias, de momentos e intereses, que de la calidad establecida por la crítica. Horacio Quiroga gozó en su tiempo de reconocido prestigio como cuentista. Los emergentes escritores argentinos de los años veinte sintieron necesidad de “matar al padre” para medrar y atacaron su obra y su persona con burla y ninguneo. Hoy nadie discute la calidad de su legado, con obras maestras como La gallina degollada.
Crea tu canon
Ten independencia de criterio y defiende con argumentos los cuentos que te gustan ante tus amistades literarias (¡qué sabrán ellos…!). Leer el canon de un crítico —que debería estar motivado— puede ayudarte. Atesora los cuentos que te gustan y crea tu propio canon.
A medida que vayas leyendo cuentos irás reconociendo distintas maneras de contar, descubrirás esquemas dignos de estudio para averiguar cómo se escriben las genialidades. Aunque no te maraville lo que se cuenta pero sí te entusiasma cómo se cuenta, ¡al canon con él!
¿Qué hacer con tu canon?
Recomendar esos cuentos, por supuesto.
Usarlos como piedra de toque para calibrar los cuentos que seguirán llegando a tus manos.
Y estudiar cómo se han escrito los cuentos que te gustan: técnicas literarias, estilo personal, tratamiento de la temática, construcción interna…
Dos últimos consejos
Explora, no te constriñas entre la mediana y el arcén a la hora de leer y escribir cuentos.
Pero en carretera circula con precaución… y extrémala cuando circules por nuestras carreteras del norte.
EL AUTOR
LUIS R. MIGUEZ (Barakaldo, 1964), en Internet, escribió el blog crítico Aguja de Bitácora, más tarde El espectador. Desde 2004 —cuando la blogosfera no estaba saturada de ruido— y hasta 2015 escribió artículos de opinión sobre deporte y sociedad. Anteriormente había editado una revista deportiva de difusión regional. Desde joven se ha desenvuelto en el mundo del deporte, logrando reconocimientos en los ámbitos competitivo, técnico y organizativo. A partir de 2010 coeditó en un blog la serie Crónicas (deportivas) de Mospintoles durante tres temporadas —para la que se escribieron un total de 112 cuentos—, firmando allí sus trabajos como Mirlitón. Cerrada esta etapa, ha seguido escribiendo cuentos ajenos a las temáticas deportivas. En septiembre publicará en formato digital el libro Cuentos que no debes leer.