El escritor de origen navarro residente en Madrid, Germán Sánchez Espeso, lleva la self-deprecation o autodesprecio irónico a su máxima expresión, despojando de toda solemnidad a un proyecto autobiográfico que culmina en alto con Todo un hombre, ¡vaya mierda! (Pamiela).
© EDUARDO LAPORTE
Proyecto peculiar donde los haya, quizá sin la repercusión que hubiera merecido, es ‘Todo lo que a nadie le interesa saber sobre la vida de un necio’, de Germán Sánchez Espeso (Pamplona, 1940) que se compone de tres partes, y cuya última, aparecida en 2024, reseñamos hoy. Las dos primeras llevan por título Niñez, dulce veneno (2022) y Jesuitas, exquisita fantasmagoría (2023) y ya entran por el ojo, como llama también la atención su Todo un hombre: ¡vaya mierda!
Vemos, pues, ese prurito provocador que, sin haber leído las dos primeras entregas, se adivina como un tono que atraviesa todo el proyecto, y así queda patente al menos en el tercer tomo, tocado con una cubierta que lleva al summum ese deseo de epatar al burgués, con el posado en pelota picada del autor. Desnudo casi integral, en puridad, con una hoja de parra incrustada con editor de foto que graciosamente alza el vuelo en las primeras páginas, y en la que vemos al autor del Narciso como Dios, o su madre, le trajo al mundo, cuando lucía unos espléndidos 48 años, en una plaza de Ibiza.

Edita Pamiela
Por empezar con un pero o amable objeción, esos alardes de agent provocateur no resultarían hoy, a cincuenta años, casi, de la muerte del dictador de Ferrol, más entrañables que escandalosos, en cuanto que retratan una época (pasada), un deseo de desmarcarse de cierta pacatería, pero que tienen algo de anacrónico, en un momento en que se desnudan hasta líderes neoliberales como el Albert Rivera más lozano del embrionario Ciudadanos (q.e.p.d.).
Pero ya en ese posado accedemos a los barros, nunca mejor dicho, que nos ofrece Germán Sánchez Espeso, es decir, a la materia autobiográfica, pues esa querencia irreverente no deja de ser, o así al menos la he visto, como un tic de los años teológicos, asfixiantes para alguien que —a diferencia pongamos de un Pablo d’Ors y su integrada (que no apocalíptica) novela de autoficción Entusiasmo (Galaxia Gutenberg, 2017)— perdió la fe, en Dios, en la carrera eclesiástica, y la habría perdido incluso en el ser humano de no haber abandonado esa vía. Para quien le interesa ese aspecto en concreto, como ya hemos apuntado, hay un volumen entero; no obstante, en la tercera parte, dedicado a la vida adulta, superada esa noche oscura del alma, el tema colea, sobre todo en las primeras páginas.
Pero no son gratuitas esas alusiones al proyecto de jesuita frustrado, pues conformaron una entrada al mundo secular algo torcida, parecida a tantos exnumerarios del Opus Dei que abandonan el redil, digamos, y se sienten un tanto desnortados, huérfanos de algo que rechazan pero al que no acaban de reencontrar reemplazo. Resume bien ese extraña condición (o no tanta en el franquismo más puritano) la siguiente confesión: «Había cumplido veintiocho años de edad y aún no había tocado las tetas de una mujer».
Son más de cien capítulos cortos, siempre divertidos, dulcemente irreverentes.
Así, Germán Sánchez Espeso, que con treintaiocho ganaría un premio Nadal todavía prestigioso con Narciso, se lanzaba al mundo virgen en muchos sentidos, como él mismo se encarga de ilustrar con esa prosa autobiográfica barnizada en todo momento de una grata capa de humor fino: «La ciudad era algo ajeno a mí. Habitante de dos monasterios del siglo XII y un santuario colosal […] menospreciaba todas las bondades que pudiera brindarme una ciudad».
¿Y esa pérdida de fe? Una aproximación al hecho religioso apoyado en los dogmas y, por tanto, difícil de aprehender por alguien con dos dedos de frente, y el autor de Narciso tonto no es pero sí, y aquí añadimos otra objeción, se adivina un contacto con lo trascedente demasiado cartesiano, racional, tan propio por cierto del siglo XX y de los educados bajo el yugo del nacionalcatolicismo, que tantos ateos generó. No obstante, y esto es de agradecer, esa caída del caballo a la inversa no se traduce en una superioridad moral, intelectual, y el Sánchez Espeso civil mantendrá parecido pasmo ante los asuntos de su nueva vida: «Los asuntos del Más Acá se me hicieron tan incompresibles como aquellos [los del Más Allá]».
Así, desde esa cierta distancia, de esa cualidad inadaptada pero sin traumas, se leen con gusto las páginas de Todo un hombre, ¡vaya mierda!, pues si algo se evita, aparte de la solemnidad y la vanagloria, es la pontificación y la sentencia. Germán Sánchez Espeso se coloca en un particular tierra de nadie para hilvanar recuerdos, anécdotas, escenas de iniciación sexual siempre transidas de comicidad y en las antípodas de la medallita de caza (como le podríamos achacar, siendo un poco cicateros, al Fernando Savater de Carne gobernada). Y se hace con la complicidad del lector, también porque añade a esos capítulos algún que otro injerto filosófico, que eleva al texto, quién sabe si fruto de ese pasado místico del que procede: «[Nos creíamos libres] pero solo éramos piezas del infinito mecanismo que actuaba desde la oscuridad del tiempo ilimitado con un propósito misterioso del que formábamos parte sin saberlo».

Sánchez Espeso ganó el Nadal en 1978
Todo ello para llegar a la parte, como se dice ahora, mollar del libro. O al menos, parte especialmente atractiva para los que practicamos esa lectura cotilla que nos brinda la literatura autobiográfica… de los escritores. Y Germán Sánchez Espeso se muestra generoso, igualmente antisolemne, cuando despliega el contexto que desencadenó en la concesión del premio Nadal de 1978. El relato de esos años resulta de lo mejor del libro: de noviciado jesuita a publicitario con coche descapotable que se codea con la crema creativa e intelectual del Madrid de los setenta.
Fiel a esa condición ajena, Sánchez Espeso alternaba con el mundillo literario, pero sin participar en sus hábitos «alcohólicos», palabra esta que se cita a menudo, restando normalidad a una cultura etílica que conviene, de vez en cuando, desautomatizar. Y en apenas unos párrafos revela el mecanismo de cómo se gestó ese premio: uno de sus «alcohólicos amigos novelistas» se plantó en su piso de soltero y se fijó en un manuscrito que descansaba sobre una mesa, para decidir, instantes después, que esa sería la novela ganadora del próximo premio Nadal. Conversación, por su parte, en Barcelona, con el dueño de Destino, Vergés, algún adorno que otro, y, zas, conseguido.
En defensa del escritor navarro, diremos que había agua en la piscina a la que se lanzaba el amigo novelista alcohólico, con tres ambiciosas obras publicadas anteriormente en Seix Barral. Y que la apuesta literaria del futuro Nadal no era ni pose ni flor de un día. Como le honra también una transparencia, no solicitada, para señalar el dudoso modus operandi de los premios literarios en España, mal sistémico que a día de hoy no parece tener mucho arreglo.
Compuesta por más de un centenar capítulos cortos, siempre divertidos, dulcemente irreverentes, esta última parte de la autobiografía de Germán Sánchez Espeso ofrece una lectura sobradamente estimulante. Como el título de un libro de ensayos publicado en 2016, titulado, a la manera de un Gómez de la Serna, Clítoris, y cuyos pormenores son también referidos en esta obra que deja tan buen sabor de boca.
Todo un hombre, ¡Vaya mierda!, Germán Sánchez Espeso, Editorial Pamiela, mayo 2024, 362 pp., 22 €.
EL AUTOR

Foto Berta Delgado. YANMAG
EDUARDO LAPORTE. Escritor y periodista cultural. Nacido en Pamplona en 1979, reside en Madrid desde 2005. Ha publicado libros como Luz de noviembre, por la tarde, o La tabla, en Demipage, así como un diario íntimo en la editorial Pamiela y su particular visión sobre Baroja en Ipso Ediciones.
En 2021, publicó otra entrega de su Diario a ninguna parte en la editorial papeles mínimos bajo el título de Tiempo ordinario y la primera biografía en español sobre Battiato (tras la de Margaretto de 1990) en el sello Sílex: En presencia de Battiato. En 2024, ha reunido su visión sobre su tierra natal en Navarra-Madrid, también en Sílex.
En enero de 2025, está prevista la publicación, en Sr. Scott, de La vida suspendida, la historia de un duelo minúsculo. Es socio de ACE y, desde 2024, coordinador editorial de República de las Letras.