La poesía de Juan José Téllez, comprometida, lúcida y humana, reflexiona sobre el mundo con autenticidad y valentía. Lo demuestra en Los últimos pieles rojas, un canto a la libertad, la memoria y la esperanza.
© JOSÉ ANTONIO SANTANO
Escribe Alejandro Luque en el prólogo a Poesías completas, de Vicente Aleixandre (Ed. Visor): «La poesía pertenece a los dominios del arte, pero antes que nada es un esfuerzo que implica también desgaste, ocupación; es “trabajo”. El poeta queda, con su generosa actividad, justificado con creces por ese otro modo de transformación de la realidad al que se entrega cuando escribe. La poesía participa de la gratuidad de lo estético, es cierto, pero no deja de ser un “hacer” de perfección. Y como escribe Valéry: “Perfección es trabajo”».
Esta reflexión me lleva a preguntarme; ¿qué es o qué supone el acto de la escritura, por qué y para qué se escribe? Es obvio que las respuestas serían tantas como escritores y poetas existen, pero si tuviera que elegir entre tantas y variadas, lo haría con una que me parece muy acertada y que dispone al lector a la comprensión del hecho poético, me refiero a la que el gran poeta aragonés Ángel Guinda nos dejó como legado, producto de una honda y luminosa meditación: «Escribo para no morir; sin embargo, me quito la vida en lo que escribo». Esta afirmación resume el estado siempre alerta de un poeta con la realidad y que se dejaba la misma vida en cada una de sus creaciones poéticas.

Edita Renacimiento
Viene todo esto a cuento de un hallazgo en ese maremágnum que es la actual poesía española y que revela que, todavía es posible encontrarse con la verdadera condición y autenticidad de la poesía, como lo es la de Juan José Téllez (Algeciras, 1958) que, con su libro Los últimos pieles rojas, nos propone acercarnos a un tiempo en el que toda una generación creyó en la posibilidad de cambiar el mundo. Téllez publica su primer libro de poesía, Crónicas urbanas, allá por año 1979, desde entonces no ha cesado su actividad literaria (relatos, ensayo, biografías como las de Paco de Lucía, Carlos Cano, Chano Lobato o María Zambrano), que ha complementado con la periodística en diversos medios de comunicación.
A su primer poemario han seguido otros como Medina y otras memorias, Ciudad sumergida, Bambú, Daiquiri, Trasatlántico, Las causas perdidas, Las grandes superficies, Los amores sucios, hasta llegar a este último ya citado. Una poesía, la de Juan José Téllez, que aporta una voz singular, de mirada penetrante, capaz de abismarse en el vacío para hallar una luz primigenia que marca su andadura para comprender mejor el mundo, la realidad que le rodea, aun siendo esta desoladora en muchos casos, pero que él sabe trascender en otra bien distinta, que nos alerta en algunas ocasiones o nos conciencia en otras. La poesía de Téllez no pasa desapercibida al buen lector porque muchos son sus registros y atenta siempre su mirada, fundamentada en la razón del «ser», pero también del «estar».
Téllez no es ajeno a nada que exista a su alrededor y como observador privilegiado bien sabe distinguir lo anodino o nimio de lo verdaderamente profundo o esencial. De tal manera que, su poesía fluye de forma natural, sin postizos o imposturas, solo necesita de la palabra para expresar sus emociones, sin olvidar de dónde viene, y abierto siempre a la oportunidad que ofrecen, en esta travesía, todos los asombros. Podría afirmarse, sin reserva alguna, que Téllez es un poeta comprometido con su tiempo, huidizo de los círculos de poder mediático, de los foros, corrientes, tendencias o modas que nada tienen que ver con su concepción del mundo y la literatura, lo que equivaldría a decir, de la vida.
Los últimos pieles rojas es un libro con el cual Juan José Téllez resiste y planta cara al rumbo de una sociedad cada vez más mimetizada y banal, carente de los valores humanos más esenciales. Téllez ahonda en la herida que sangra incesante, y se muestra, a pesar de todo, esperanzado y soñador: «No cerréis los ojos, que el miedo muerde, / escondido en la maleza y al acecho (…) Que no duerma nadie, nessun dorma, / que aún quedan palabras y canciones, / y seguimos siendo potros salvajes / aunque hayamos olvidado las praderas».
Téllez revive el espíritu de una generación que confió en cambiar el mundo.
Telléz, con este libro, nos invita a una fiesta poética que nunca olvidaremos, una fiesta en la que el verso en toda su desnudez y libertad nos apremia para no caer en las redes de la falacia y el odio, nos guía por las extensas praderas donde aún viven, libres, Los últimos pieles rojas. Tarea muy complicada sería seleccionar un poema, un verso, una estrofa de este libro porque todo en él es luminoso, abierto al mundo, propio de un hombre y un poeta sensible, que mira al pasado para comprender mejor el presente y el futuro.
La soledad, el amor, el miedo, la impotencia, la muerte, el paso del tiempo, el dolor o la esperanza, la vida misma se contiene en este libro escrito con la precisión del orfebre, sugerente y brillante, pleno de aciertos, en el que siempre hallamos la palabra precisa, el hálito de su luz en cada verso: «Convendría que aprendiese preceptiva / y ajustara mi verso a sus acentos, / me sugieren con frecuencia los amigos / que aún confían en salvarme de mí mismo. (…) El oficio de vivir me retiraba / del afán de escribir obras maestras / y a la grupa de ese instinto aún yo cabalgo / por la calle de la palabra en carne y hueso».
La mirada de Téllez siempre va más allá de lo inmediato, pero también mirándose hacia adentro es capaz de autorretratarse, de ahondar en sí mismo y diagnosticar su presencia en el mundo, como así lo hace en el último poema del libro, Sondaleza: «Más temprano que tarde, andaba yo seguro, / sacaría del océano su propia remembranza / y quizás me viera entonces como yo me veo: // Un viejo loco que viene de otro siglo, / con demasiado entusiasmo por los efectos del ron / y muy exigua esperanza en el género humano».

Téllez (Algeciras, 1958) empezó a publicar poemas en 1979
No podría estar más de acuerdo con Albert Torés al señalar de este último libro de Juan José Téllez, lo siguiente: «Es una obra de extraordinaria dimensión. Un testamento lírico, lúcido, sugerente, que reposa sobre una apasionada defensa de la razón, la razón poética por ser exacto». Tan es así que, Téllez no renuncia a sus valores y principios, sean políticos o poéticos: “los pieles rojas” luchan siempre hasta el último suspiro.
La verdadera lección no es otra que la del compromiso social en todas sus formas y por ello el poeta se pregunta, dadas las circunstancias actuales: «¿a qué país huiremos para buscar refugio / si todo ya serán ruinas de hospitales, / emociones en llamas y gobiernos sin ternura?». Insiste Téllez en el concepto de libertad, y así lo señala cuando escribe su “Oración a Chavela”: «A nadie le gusta vivir con una persona libre / pero nadie debiera morir sin probar su beso. / Libertad es la amante que te aguarda en la tumba. / Tequila es el nombre que le he dado a tu ausencia». Significativo es el poema “Europa (Canción)” en el que Téllez nos muestra, una vez más, su sabio y hondo pensamiento europeísta: «Yo soy de la Europa de los cabarets, / la que nunca quemó ni a libros ni a herejes / ni decidió las guerras a la hora del té / o fabricó la troika del tejemaneje. (…) Te regalo el anillo de los nibelungos, / la tiara del Papa, las islas del Sena, / con tal de que cambies el rumbo del mundo / y el sueño de Europa merezca la pena».
Así es la poesía de Juan José Téllez directa al corazón, como un silencio largo que se renueva a cada instante y nos hace vibrar y vibrar. Una poesía pensada para aliviarnos, solidaria, esencialmente humana.
Los últimos pieles rojas, Juan José Téllez, Renacimiento, febrero 2025, 92 páginas, 14,90 €.
EL AUTOR
JOSÉ ANTONIO SANTANO (Baena, Córdoba, 1957) cultiva la poesía, narrativa, ensayo y crítica literaria. Es licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Almería, y autor de más de veinte libros, entre los que destacan Profecía de Otoño; Exilio en Caridemo; Suerte de alquimia o Tiempo gris de cosmos, todos ellos galardonados con prestigiosos premios.