Jo Nesbø o la precisión en el manejo de las tensiones narrativas

En El rey de Os, Nesbø perfecciona su thriller psicológico cambiando el foco del investigador al investigado en una novela de admirable tensión creciente, dilemas morales y gran profundidad narrativa.
© FRANCISCO BESCÓS

Jo Nesbø es un autor que lleva tiempo explorando los márgenes de su propio estilo. Aunque sigue siendo recordado por el éxito de su detective Harry Hole, actualmente Nesbø se permite desviaciones que lo alejan del género policial tradicional. Un ejemplo claro de esta voluntad es La casa de la noche (Reservoir Books, 2025), una novela que algunos celebramos sin complejos como extravagante experimento (una suerte de incursión fantástica con guiños conscientes al horror pulp más lisérgico), mientras que otros lectores la recibieron con desconcierto, al no reconocer ni la voz ni la temática habituales del autor. Sin embargo, la serie Reino, protagonizada por los hermanos Opgar, no apuesta por el extrañamiento genérico, sino por una depuración interna: retoma el thriller, pero lo vacía de componentes procedimentales, y lo llena de conflicto íntimo. El rey de Os es su segunda y, previsiblemente, última entrega. 

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El giro fundamental con respecto a otras obras de Nesbø radica en un cambio de punto de vista: ya no vemos las cosas por ojos del investigador, sino del investigado. Esto implica renunciar a ciertos pilares estructurales del género policiaco procedimental (el suspense basado en pistas, la revelación final, la lógica deductiva) para centrarse en otros mecanismos más lentos y densos: la presión ambiental, el desgaste psicológico, el dilema moral. En El rey de Os, el crimen no es un enigma a resolver, sino una consecuencia a observar. Esta lógica ya se insinuaba en El reino (Reservoir Books, 2021), la primera entrega de la saga, pero aquí se acentúa y se refina.

El escenario contribuye en gran parte a esa tensión. Os, el pueblo noruego donde se desarrolla la historia, está construido como un entorno autosuficiente y cerrado. Nesbø logra lo que solo algunos autores del género consiguen: levantar un fresco social verosímil, donde cada personaje cumple un papel reconocible en una red de poder, lealtades y rumores. Es difícil no pensar en ciertos precedentes literarios: el Salem de El misterio de Salem’s Lot o el Derry de It, ambos de Stephen King, donde el pueblo entero respira como un personaje más. En novela negra reciente, esta aspiración ha alcanzado algunas de sus cotas más altas en el Boston de Dennis Lehane o en el Harlem de Colson Whitehead: comunidades retratadas con tanto detalle y cohesión que permiten entender el crimen como producto de un ecosistema, y no como anomalía.

El costumbrismo noruego (el paisaje nevado, las dinámicas sociales de un pueblo aislado, las referencias a la música escandinava o a la vida rural) no se utiliza como fondo decorativo, sino como marco que condiciona la acción. Lo cultural se convierte en estructural: determina cómo se relacionan los personajes, cómo se gestionan el silencio, la culpa y la violencia.

Sobre este fondo se proyecta la figura de Roy Opgard, protagonista y narrador. La novela lo sitúa exactamente donde lo dejamos en El reino, no solo en la cronología de los hechos, sino en su evolución moral. Roy ya no es un hombre que duda, sino alguien que actúa bajo un código ético degradado pero estable. El lector no asiste a una caída, sino a su continuación natural, y lo interesante es que esa continuidad no está marcada por una ruptura: lo que hace Roy ahora está plenamente justificado desde lo que fue antes. En lugar de empujar al personaje hacia el abismo, Nesbø simplemente lo deja avanzar.

La tensión no avanza a golpes, sino que se acumula.

Esta progresión permite introducir una clave explicativa que atraviesa buena parte del thriller como género: su equilibrio entre motivaciones internas y externas. El suspense no se sostiene solo por lo que ocurre alrededor del protagonista (amenazas, antagonistas, estructuras de poder), sino también por lo que se mueve dentro de él (culpas, lealtades, ambición, miedo). Cuando ambos niveles no están bien compensados, el relato tiende a lo mecánico o a lo arbitrario. Lo que Nesbø consigue en El rey de Os es la alineación correcta entre esos dos motores.

Jo Nesbø, más allá de Harry Hole

Jo Nesbø nació en Oslo en 1960

Roy se enfrenta a una presión externa creciente (una nueva autopista que pone en peligro sus negocios, una investigación que amenaza con exhumar crímenes pasados) al mismo tiempo que lidia con su necesidad íntima de control, su vínculo enfermizo con su hermano Carl y una visión del mundo construida sobre la idea de resistencia. Lo que hace resulta inquietante, pero lo que lo motiva es coherente.

La arquitectura dramática de la novela responde a esa misma lógica: es menos dependiente del giro y más afín a la presión progresiva. La tensión no avanza a golpes, sino que se acumula. No se trata de averiguar quién hizo qué, sino de contemplar angustiados hasta cuándo se puede sostener un castillo de naipes a punto de colapsar. En ese sentido, El rey de Os es más thriller psicológico que thriller criminal. El lector no busca la resolución de un misterio, sino la salida de un laberinto.

Por último, cabe destacar cómo El rey de Os funciona también como una relectura crítica de su propia predecesora. El reino proponía una tensión familiar llena de virtudes, pero cerraba su arco con un desenlace difícil de justificar en términos de evolución de personaje. Esta segunda entrega parece escrita en parte para corregir aquel cierre. No solo amplía la historia: la hace más verosímil, más coherente, más justa consigo misma. El Roy Opgard que termina El rey de Os está mucho más cerca de ser un personaje redondo que el que cerraba El reino.

En conjunto, El rey de Os no representa una ruptura en la trayectoria de Nesbø, sino una depuración. En lugar de buscar nuevas formas, como ha hecho posteriormente en La casa de la noche, aquí opta por perfeccionar una línea ya abierta, con más densidad, más contención y más lógica interna. Su logro radica en mantener al lector atrapado no por lo que ocurre, sino por lo que parece inevitable que ocurra. Esa es la mejor forma de tensión. Y Nesbø, en este caso, la administra con precisión.

 

El rey de Os. Jo Nesbø (traducción Lotte Katrine Tollefsen), Serie Reino nº2, Reservoir Books, 2024, 464 págs. 


EL AUTOR

FRANCISCO BESCÓS (Oviedo, 1979) es publicista y escritor. Ha publicado las novelas El baile de los penitentes (2014; Premio Internacional de Novela Negra Ciudad de Carmona), El costado derecho (2016) y El porqué del color rojo (2018; Premio Novelpol, Premio Pata Negra del Congreso de Novela y Cine Negro de la Universidad de Salamanca y Premio Cartagena Negra), ademásha recibido el premio Villanoir por su contribución al género negro rural. Asimismo, es autor del libro de no ficción Las manos cerradas (2020), donde cuenta su testimonio como padre de una niña con parálisis cerebral. La Ronda (Reservoir Books, 2023) es su cuarta novela, ganadora del premio Ciudad de Santa Cruz de Novela Criminal 2024.