El nuevo trabajo de Roberto Saviano se centra en figuras que lucharon contra la opresión, denunciando injusticias, mentiras y violencia de poder, como Khashoggi y Daphne Caruana, en un texto que llama a alzar la voz de protesta como freno contra las injusticias.
© VICENTE MANJÓN GUINEA
Roberto Saviano es un tipo poco dado al enjuague político y social que tan penosamente embadurna a nuestros escritores de hoy. Lejos de acomodar las posaderas en un sillón de felpa y llenarse la barriga gracias al noble arte de la literatura, el escritor de origen napolitano ha vuelto a ponerse en pie para gritarnos a todos con el altavoz de una conciencia rebelde que pretende, ante todo, no caer en el olvido.
Debemos recordar al lector que el escritor italiano sigue viviendo bajo protección policial tras ser amenazado de muerte por la Camorra napolitana al publicar, en 2006, su libro Gomorra, del que lleva vendidos mas de diez millones de ejemplares en todo el mundo.
El escritor, lejos de amilanarse, ha desafiado a los criminales que le amenazaron diciéndoles: «¡Sigo vivo! Lo que me gustaría gritarles a la cara hoy es: no lo conseguisteis, no lograsteis obtener lo que queríais».

Saviano vuelve a publicar en Anagrama
Por eso, el libro que ahora publica la editorial Anagrama, no es otra cosa que un tributo a todos aquellos personajes, históricos y presentes, que levantaron la voz para gritar su protesta, aun a riesgo de pagarlo con su vida. Personas cuyo único arma ha sido la palabra. La única munición para intentar cambiar las cosas en un mundo injusto dominado por las hogueras, las horcas, las decapitaciones, los asesinatos mafiosos o de Estado, las demandas procesales, los hackeos, los bulos… en definitiva todos aquellos que violan y cuestionan la palabra mediante la violencia.
Saviano no pretende reflejar a santos inmaculados, sino a personas que, con sus flaquezas y sus fortalezas, han decidido romper ese engranaje que nos encadena y que nos hace sumisos al poder. Todos y cada uno de los personajes que aparecen en el libro son una pequeña pieza que, en algún momento, ha hecho saltar por los aires esa cadena de montaje de manipulaciones y mentiras, perfectamente lubricada, por los poderes fácticos cuya única intención es promover la polarización, conducir a la simplificación de ideas y terminar conquistando la voluntad de la gente.
El libro está estructurado en distintos capítulos, cada uno de ellos dedicados a un individuo cuyas circunstancias personales, sociales o políticas, le han llevado a levantarse y gritar al cielo frente a la opresión en la que se vieron involucrados. El recorrido se adentra en figuras históricas como la poetisa Anna Ajmátova que levantó la voz frente a Stalin; Martin Luther King, o la periodista Anna Politkóvskaya, la cual decidió denunciar los abusos, torturas y violaciones de los soldados rusos ante la población chechena en su libro Putin’s Russia. Una publicación que le valió el fallido intento de ser envenenada con novichok, vertido en el té que la azafata le sirvió en un vuelo a Osetia. Intento fallido hasta que, el 7 de octubre de 2006, sería asesinada mientras esperaba el ascensor en el edificio en el que vivía y cuando volvía del supermercado. Cuatro disparos efectuados por, evidentemente, un desconocido.
Cada uno de los personajes que aparecen en las páginas del libro, afamados por su vida y sus obras o prácticamente desconocidos, son la luz de una pequeña luciérnaga en la oscuridad de un mundo lleno de zarzas, sucio y embarrado, donde las injusticias pretenden ser silenciadas y donde se pretende deslegitimar a la víctima, porque ese maquiavélico descrédito es más efectivo que el propio asesinato. Es el engañoso reino edificado sobre la propaganda, la liturgia del poder, los símbolos, los iconos, los ritos, las mentiras repetidas hasta el infinito por mojigatos hipócritas mamporreros del poder. Regímenes e individuos tiránicos cuya única bandera es el desprecio de la libertad y del individuo soberano y creador. De personajes como los que sacan la cabeza en este libro: Pasolini, Khashoggi, Edward Snowden, el poeta chino Xu Lizhi, Karina Bolaños o Giordano Bruno entre muchos otros, los cuales fueron arrinconados hacia el destierro, el suicidio o incluso el asesinato.
El libro es un tributo a todos aquellos que se jugaron la vida por alzar la voz.
Saviano no solo nos habla de esos tipos despreciables que se visten de uniforme poderoso e intimidatorio como Gadafi, Fidel Castro, Stalin, Hitler, sino también de tipos que creen tener en sus manos el poder de Dios para decidir quién debe vivir y quién debe morir. Individuos que nadan en millones y en riquezas, extraídas de las entrañas de una tierra común, como el rey de Arabia Saudita Mohamed bin Salmán. Un individuo que puede comprar cuanto quiera, porque cada día, tras levantarse, gana más de cincuenta millones de euros por la venta de petróleo. Un tipo que, sin mancharse las manos, tan solo chasqueando los dedos, ordena que silencien de por vida a un periodista, Jamal Khashoggi, que se atreve a hablar de su vileza, en las columnas del Washington Post.
Porque qué más da que un micrófono oculto lo grabe todo. Que reproduzca los gritos agónicos de cómo le colocan una bolsa de plástico en la cabeza para asfixiarlo y cómo, con las indicaciones premeditadas de un forense, se emplea media hora larga para trocear su cuerpo, meterlo en varias bolsas de plástico y varias maletas y hacerlo desaparecer, tras cargarlo en una furgoneta aparcada detrás de la embajada de Arabia en Turquía.
Y uno se pregunta ¿y qué hace EE. UU. ante el asesinato de uno de sus residentes de nacionalidad saudí que es colaborador del Washington Post? La respuesta está, quizá, en los miles de millones de armas que Arabia Saudí le compra a la América de Biden y de Trump. Nada.
El poder establece las reglas del juego. Y puede mirar hacia otro lado, hacer la vista gorda, o preparar un atentado en connivencia con la mafia porque alguien como Daphne Caruana Galizia se atrevió a sacar a la luz un entramado de empresas domiciliadas en Malta. Una telaraña tejida por multimillonarios para evadir impuestos. Para sustraer impunemente el dinero que posibilita que en cada país existan carreteras, escuelas, hospitales, y se puedan pagar las pensiones. Sí. Porque a mayor recaudación fiscal, más médicos, más profesores, más enfermeros. Una economía próspera generada con el esfuerzo de los ciudadanos. Agradecida a todos y cada uno de sus cotizantes que han contribuido a un cierto bienestar con el pago de sus impuestos.

Saviano nació en Nápoles en 1979.
Y frente a eso, el off-shore y los paraísos fiscales que sirven para blanquear la evasión de dinero sustraído precisamente a una economía legal. Los papeles de Panamá y los ordenadores al descubierto del bufete de abogados Mossack Fonseca. Miles de nombres de multimillonarios y de empresas que acuden como las moscas a la mierda, al mejor bufete de Panamá, para que muevan sus miles de millones defraudados por esa red de araña tejida por miserables usureros. Una urdimbre de gentuza que queda al descubierto y a quién no le tiembla el pulso para convertir un Peugeot 108, color gris oscuro, en una bola de fuego. En una detonación mortal, con su propietaria, Daphne, en el interior.
Pero hoy en día, ya no son necesarias esas salas de tortura, campos de exterminio, estadios de fútbol preparados para la desaparición como los de Pinochet, gulags soviéticos, granjas de reeducación maoístas, vuelos de la muerte como los de Videla, o asesinatos mafiosos. Lo que prima en el mundo democrático y en el de la globalización es sembrar la sospecha. No hacen falta pruebas. Basta con generar la duda y la vergüenza, y difundirla en Google y las redes sociales. Noticias falsas que se esparcen como un reguero de pólvora con la única intención de destrozar la vida de aquel que se atrevió a echar un pulso al poder. No hace falta demostrar nada. Porque el truco está en confundir la verdad con la mentira, en difuminar la línea que separa lo justo de lo injusto. «El bien y el mal son una invención que sirve para acostar a los niños temprano», dijo algún allegado al poder en cierta ocasión. Es la máxima del poderoso en un planeta globalizado.
Saviano no pretende reflejar santos, sino a quienes desafían el poder.
«En el mundo de todos y contra todos —dirá Saviano— la calumnia es la regla y no la excepción». Si alguien amenaza al poder, es transformado en un monstruo mediante esas técnicas de violación sistemática de la vida privada. Y si no que se lo pregunten a Karina Bolaños tras denunciar presuntos delitos cometidos por el hermano de la presidenta de Costa Rica.
Quizá el enemigo es demasiado poderoso e implacable, pero este libro, Grita, es un tributo a todos aquellos que creyeron y que siguen creyendo en la justicia y en la verdad. Puede que sea un aullido en mitad del desierto, pero como dijo la escritora rusa Nadezhda Yákovlevna Mandelshtam, «si no podemos hacer otra cosa, gritemos; el silencio es un auténtico crimen contra la humanidad».
Grita, Roberto Saviano, Anagrama, abril de 2025, 512 páginas
EL AUTOR
F. VICENTE MANJÓN GUINEA (Madrid, 1968) es licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid y licenciado en Criminología por la Universidad Camilo José Cela de Madrid.
Es del ensayo literario titulado De la literatura y las pequeñas cosas y del libro de relatos Altas miras. Como novelista, ha publicado Una lluvia fina mentirosa y Con tal de verte reír.
Editor y escritor del blog de artículos Memoria de un náufrago y colaborador en el Diario Siglo XXI.
Es socio de ACE.