La poeta Mª Ángeles Robles (Cádiz, 1965) nos ofrece un libro singular en cuanto que Paisaje interior se compone de una selección muy personal de poesía y textos en prosa procedentes de la tradición japonesa.
© JESÚS CÁRDENAS
Son numerosos los poetas que se han aventurado en la literatura clásica japonesa con resultado dispar: algunos, los que lo han catado, han copiado a autores españoles que a su vez eran influidos por poetas nipones de últimas generaciones; y aquellos otros que decidieron acudir a las fuentes más antiguas de la literatura japonesa. Entre estos últimos se encuentra Mª Ángeles Robles, con una breve publicada hasta ahora: Una senda en la penumbra (2014) y Paisaje interior (Renacimiento).
En su más reciente entrega lírica la periodista gaditana se adentra en la literatura clásica eterna. Y lo lleva a cabo mediante una entrega total y esencial a la naturaleza, formando así parte de una lección vital, siendo una parte más de la autora.
Es Paisaje interior una selección personal de la literatura japonesa, escrita con textos poéticos y poemas en prosa. A ellos se les podría aplicar el principio que nacen de –de acuerdo con el poeta y crítico valenciano José Antonio Olmedo en su manual Sakura: los principios del haiku para todos (2023:21)– “una predisposición, una necesidad de compartir un asombro (galardón no buscado) nacido de la serendipia o de la mera observación, es una clara y afectiva vocación de abrazo”.
Son, quizá, la fuente más influyente en la literatura hispánica la obra del mexicano Octavio Paz, Las sendas de Oku (1957). Gracias a estas traducciones, que contó con la ayuda de Eikichi Hayashiya, contribuyeron decisivamente a que muchos escritores occidentales se acercasen a la estrofa nipona más popular, el haiku.
Además de haikus, en el libro de Robles hallamos tankas, otra de las estrofas más populares practicada por los poetas japoneses desde el siglo VIII. A este respecto, vale la pena acercarse a la antología bilingüe: Tanka: las horas y los días. No olvidemos tampoco en el ámbito hispánico la influencia que han ejercido las traducciones publicadas por la editorial Hiperión.
Concebidos como una sucesión de textos titulados, Paisaje interior, en los que Robles se adentra en la naturaleza con asombro dando como resultado textos, aunque en apariencia intuitivos, dejan un poso de belleza en el lector gracias a la musicalidad que transmiten. El primero, “Haru”, texto en prosa elaborado en dos secciones, donde el sujeto se interroga por su propia suerte, como si se diluyese ante la belleza de la mañana:
“¿No hay lugar para ti en este mundo sin nombre? No ha borrado la aurora los últimos vestigios de un sueño en el que eras color palpitante encendiendo la bruma. Ahí estás, esperando confundirte con lo único que importa.”
Todo haiku debe partir de un aware, de un suceso conturbador.
Enlaza con el siguiente, “Hana”, texto en prosa elaborado en tres secciones, donde al final podemos deducir la consideración de la finitud temporal, tan importante en la literatura nipona:
“No esperes a que el púrpura, el azul, el violeta sobrevivan al día. No hay candor en este prado sin nombre. No hay renuncia ni despedida. Tan sólo la nostalgia desgarra su frescura.”
Todo haiku debe partir de un aware, de un suceso conturbador. Para ello, Robles ha elegido seis tankas (estrofa, sin rima, de cinco versos, añade dos heptasílabos al haiku, grosso modo) para expresar el grado de finitud de las emociones. Dice Mª Ángeles: “De nuestra historia / sólo quedan pedazos. / Me lo recuerdan / el rumor de las olas / y mis mangas mojadas”. En este caso, el suceso desencadenante es la ruptura de las relaciones sentimentales.
En uno de los tres haikus que conforman “Duermevela” transmite Robles el vacío sentimental, evoca una puerta cerrada, una cápsula desértica: “Lo que nos queda. / Un puñado de arena / que el sol calienta”. O como puede verse en la tríada de “Presagio”: “Viejas postales. / En el árbol desnudo / veo la nieve”.
Esta zozobra continúa en interrogaciones retóricas, que hacen hincapié en el sentimiento agotado, en el siguiente poema, “Verano”:
“¿Dónde quedará la desazón de estos días felices? ¿Cómo podré definir los afectos? ¿En qué caja lacada guardaré mis recuerdos?”
Sucedidos los hechos en el pasado, van formando parte de una maraña que, en parte habrá caído en el poso temporal del recuerdo y, por ende, puede que, en otra parte, en la hojarasca de la ficción. Así, lo temporal contrasta con los elementos temporales de la naturaleza, además de que se rechaza de plano a que pueda restituirse alguna muestra de amor es arrinconada, como se observa en “Abismo”:
“En qué antiguo sueño se olvidaron las palabras que un día nos dijimos. Ahora las repites y yo las oigo como el viento batiendo entre las cañas. Nubes altas sobre el cielo de la tarde. No quiero la esperanza de tu nombre. No el calor de tu frente en mi pecho.”
Además de ‘haikus’, en el libro de Robles hallamos ‘tankas’.
Como los textos se van engarzando uno con otro, el libro transmite dinamismo y un compás de calma y reflexión. A propósito cabe citar una de las once secciones en que se establece el poema homónimo al título, “Paisaje interior”:
“No más palabras. El recuerdo cubrirá la herida abierta con signos extraños que descifrar a solas. La nostalgia, un trazo tembloroso hacia la nada.”
Transmiten estos poemas en prosa, haikus y tankas de Paisaje interior emoción trascendente. El léxico sencillo y evocador también, la sintaxis simple, sin demasiadas dislocaciones aunque con algunas elipsis, y el uso claro y a su vez luminoso de los tropos (metáforas, símbolos e imágenes) producen en el lector una comprensión esclarecedora contra la que no caben equívocos.
Por eso nos identificamos con el reflejo de las emociones que reverberan de este hermoso libro de María Ángeles Robles.
Paisaje interior, Mª Ángeles Robles, Renacimiento, junio de 2024, 76 páginas.
EL AUTOR
JESÚS CÁRDENAS (Alcalá de Guadaíra, Sevilla, 1973) es profesor de Lengua Castellana y Literatura. Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla.
Como investigador literario, ha escrito ensayos y dado conferencias sobre Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, García Lorca, Pier Paolo Pasolini… Como crítico literario colabora con reseñas en diferentes revistas literarias.
Hasta la actualidad es autor de los libros de poemas: La luz de entre los cipreses (Sevilla, 2012), Mudanzas de lo azul (Madrid, 2013), Después de la música (Madrid, 2014), Sucesión de lunas (Sevilla, 2015), Los refugios que olvidamos (Sevilla, 2016), Raíz olvido, en colaboración con Jorge Mejías (Sevilla, 2017), Los falsos días (Granada, 2019) y Desvestir el cuerpo (Madrid, 2023).