Momentos estelares del exilio republicano en México

La Residencia de Estudiantes acogió el pasado 20 de noviembre, en Madrid, la presentación de Escenas del exilio español en México (Renacimiento), de James Valender, que reúne 16 trabajos escritos a lo largo de los últimos treinta años.
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Walter Benjamin hablaba de lugares de memoria, aquellos espacios cargados de pasado y de simbolismo. Así se podría definir la Residencia de Estudiantes, lugar de conocimiento y expansión de la cultura hasta la trágica brecha de 1939. Ajenos al destino que les esperaba, por ahí pasaron Emilio Prados, Manuel Altolaguirre o José Moreno Villa. Ajenos también a que, muchas décadas después, su derrotero vital, su posición entre dos mundos, sería objeto de estudios de hispanistas tan prestigiosos como James Valender (Inglaterra, 1950).

Y material de un libro que el profesor de Literatura y experto en el exilio republicano, Fernando Larraz, calificó como «un hito» y que comparó, salvando las distancias, con los Momentos estelares de la humanidad, de Stefan Zweig. Publicado por la editorial Renacimiento, reúne por vez primera 16 ensayos, una «antología de trabajos», sobre el exilio republicano que, juntos, dan una idea global de la magnitud de ese acontecimiento histórico.

Larraz señaló  la privilegiada posición de Valender por su vinculación al Colegio de México (país en el que vive desde 1977) y cómo su libro es clave para entender la «quiebra que supone la experiencia del exilio» para quienes lo sufrieron. Y el conflicto de lealtades que se genera entre el país de salida (España) y el de acogida (México).

Larraz, autor de libros como Editores y editoriales del exilio republicano de 1939, destacó la  «exactísima contextualización» de las investigaciones de Valender, así como su curiosidad y afán de conocimiento e indagación apoyado en todas las fuentes (con especial atención a las revistas) y en preguntas directas como: ¿Qué misión debe cumplir el intelectual desterrado?

De izq. a dcha: Fernando Larraz, James Valender, José García-Velasco y Amelia de Paz de Castro

«Su mirada profunda, su escritura clara, permite trazar una diacronía perfecta entre 1939 y 1962 y comprender la condición que un exiliado como Max Aub podía tener entre esas dos fechas», señaló Larraz.

En un acto moderado por José García-Velasco, director honorario de la Residencia de Estudiantes y comisario del centenario de la misma, hubo que esperar antes de escuchar las palabras del protagonista, James Valender. Y los asistentes al acto agradecieron que se pusiera en contexto esta obra de referencia, como tuvo a bien otra de las presentadoras, Amelia de Paz de Castro, experta en poesía del siglo XX y exilio y literatura.

De Paz celebró que el acto tuviera lugar en la Residencia de Estudiantes, «casa espiritual de quienes protagonizan las Escenas del exilio» y ensalzó las «páginas juiciosas, ponderadas y ricas en matices» de Valender, a pesar de que «remuevan estratos dolorosos de nuestra historia reciente». O quizá precisamente por eso.

«Se trata de un cuerpo cohesionado, una verdadera historia del exilio literario. Desde 1937 a 1962. Desde el impacto de guerra y expatriación, con ilusoria revocabilidad, hasta la aceptación de lo definitivo o duradero del hecho», explicó De Paz.

Y señaló la potencia visual y literaria de las escenas referidas, como el primer capitulo, que comienza con Emilio Prados a bordo de un tren lleno de cadáveres que le llevaría a cruzar la frontera a Francia. Para recuperarlo en el último capítulo tras un periplo larguísimo que incluyó Canadá para llegar, por fin, a México, un 23 de mayo de 1939. Moriría en 1962, fecha en la que se considera que acaban también esos años complejos y difíciles del exilio republicano, literario e intelectual, en México.

También mereció mención un capítulo de la controvertida visita a Ciudad de México, en 1948, de Dámaso Alonso, definido como «feroz antirrepublicano» y que ya, en la victoria del Frente Popular en el 36, intentó salir de España. O que no dudaría en defender a un Antonio Rodríguez-Moñino del que más tarde se supo de sus artes de bibliopirateo.

En cualquier caso, como valoró Amelia de Paz, Valender no carga las tintas en este tipo de relatos, al contrario, opera con una magnanimidad tal que hace que incluso lleguemos a perdonar las acciones más taimadas. Una hondura psicológica que hace que apreciemos la melancolía que invade la visita de Gerardo Diego a una comunidad exiliada, en 1958, «prematuramente envejecida». Y destacó también la inclusión de una conferencia, que permanecía inédita, sobre Ernestina de Champourcin.

Edita Renacimiento.

Tras estos prolegómenos, llegó la intervención de Valender, que tras los agradecimientos pertinentes, tuvo palabras de afecto para su mujer, Paloma Ulacia Altolaguirre (nieta  de Manuel Altolaguirre y Concha Méndez), a quien definió como «su primera y más aguda lectora» que, precisamente, viene de publicar su primera novela, El ausente.

Sobre su obra, Escenas del exilio español en México, confesó que pensó titularla algo así como Capítulos de la poesía española de posguerra. ¿La razón? Acabar con una separación injusta, en su opinión, entre la poesía hecha en España y la cultivaba en el exilio, como si esta quedara desgajada. Porque la literatura del exilio no es más importante, pero desde luego, insistió, no lo es menos.

Y puso el acento en los esfuerzos que se hicieron por mantener la comunicación entre ambos mundos. «Es un momento único en la historia reciente de España en cuanto que se produce un diálogo sostenido con América Latina», recalcó.

Valender no se mostró muy optimista respecto al futuro próximo de la cultura y la recepción de esta. No obstante, recordó que «la cultura nos salva». Escuchar a Mozart, leer a Góngora pero también a los exiliados, dijo el hispanista. «Porque entre los exiliados hay poesía que también nos puede conmover con la misma intensidad. Como Cernuda. Y muchos otros también. Con sus puntos de vista distintos, con su experiencia propia».

Escenas del exilio español en México (1937-1962), James Valender, Renacimiento, 2024, 432 pp.