‘Bajo tierra seca’ y el imparable avance de la novela negra en España

Que el último Premio Nadal recayera en una novela que se puede considerar (aunque ello implique dejar de lados sus múltiples y valiosos registros) negra es buena noticia para los amantes del género. Porque César Pérez Gellida lo lleva a cotas literarias tan altas que le hace justo merecedor del galardón.
© JESÚS CAMARERO

Desde la publicación de la primera novela de César Pérez Gellida, Memento mori, en 2013, hasta el Premio Nadal de este año 2024 con su última obra, Bajo tierra seca (Destino), han transcurrido poco más de diez años.

Un tiempo que parece realmente poco si tenemos en cuenta la cantidad de obras que este escritor vallisoletano ha publicado durante esos años y que le han llevado al lugar que ahora ocupa en la literatura española actual, con aportaciones importantes, como esas dos grandes trilogías de novelas policiacas: ‘Versos, canciones y trocitos de carne’ (Memento mori, 2013, adaptada a la televisión en 2023; Dies irae, 2013; Consummatum est, 2014) y ‘Refranes, canciones y rastros de sangre’ (La suerte del enano, 2020; Astillas en la piel, 2021; Nos crecen los enanos, 2022).

En cuanto al asunto del género o de los géneros de la novela Bajo tierra seca, se podría decir que es una novela policiaca, negra y rural, sobre todo rural, pero quizá también costumbrista, incluso realista y hasta feminista, y en algún modo histórica. Ciertamente hay unos cuantos registros diferentes en esta novela, que son además unos registros importantes, lo cual redunda en una riqueza considerable del conjunto de la obra.

En el caso del ‘noir rural’, convendría tener en cuenta una cierta perspectiva histórica-literaria de este registro, cuyo precedente es sin duda Francisco García Pavón, el creador de la novela policiaca manchega protagonizada por el famoso investigador de la policía municipal de Tomelloso, Manuel González, alias Plinio, acompañado de su inseparable don Lotario, al modo de un Sherlock Holmes y un doctor Watson en ese mismo registro policiaco.

No está de más recordar, entre la obra de García Pavón, nada menor y con una trayectoria demostrada, los siguientes títulos de este mismo género policiaco-rural: El reinado de Witiza (1968), El rapto de las sabinas (1968, Premio Nacional de la Crítica), Las hermanas coloradas (1969, Premio Nadal), Nuevas historias de Plinio (1970), Una semana de lluvia (1971), Vendimiario de Plinio (1972) o El último sábado (1974).

Eso sí, en la novela de Pérez Gellida, el thriller rural mantiene algunas relaciones con el costumbrismo clásico español, aunque sin llegar a ser determinante del género principal que es el negro-policiaco. En cualquier caso, el costumbrismo es una marca que funciona más bien como una inferencia literaria de cierto calibre, pero quizá solamente en el ámbito español, porque la novela se enmarca, en todo caso, en el género literario de la novela policiaca de dimensión planetaria, un género moderno y exitoso, ya que sus referentes, repartidos por toda la literatura mundial, se remontan a Edgar Allan Poe, aunque la trascendencia posterior del género se debe a autores como Arthur Conan Doyle y Agatha Christie, a los que siguieron después algunos otros de renombre internacional como Georges Simenon, Dashiell Hammett, Raymond Chandler, Manuel Vázquez Montalbán y Andrea Camilleri.

Siguiendo pues el modelo de la novela policiaca, en Bajo tierra seca hay unas marcas estilísticas que son sin duda alguna originales y relevantes, lo cual es importante cuando hablamos de una obra literaria.

En Bajo tierra seca, encontramos auténticos fabricantes netos de maldad.

La novela tiene un estilo determinado, específico, personal, original, incluso un estilo que el mismo autor ha buscado o provocado, dentro del género por supuesto, pero también como apuesta personal suya, como escritor que aspira a tener una marca que le defina.

Como es sabido, este género literario de la novela negra-policiaca tiene sus marcas de identidad estilística, como otro cualquiera. Eso sí, el lector tiene que ‘adaptarse’ a unas expresiones que están relacionadas con el realismo social y crítico de la sociedad, con un estilo que asume por ejemplo expresiones específicas que han sido incorporadas al discurso narrativo.

En esta novela de Pérez Gellida el epíteto tiene un uso especial, a veces incluso reforzado, por ejemplo: por un lado, “desgastadas puntas de sus zapatos”, “alterado comportamiento”, resultan contundentes; por otro lado, “seráficas facciones”, posee una sonoridad sorprendente.

También abundan las frases hechas que se incorporan al registro literario: “mujer en edad de merecer” (en principio un tópico, proveniente del lenguaje llano, vulgar), “actos que harían palidecer a cualquier ser humano” (expresión hecha pero siempre ocurrente), con frases de construcción llamativa: “su banda sonora vital” (chillidos).

En cuanto a las marcas de identidad temática, el género negro-policiaco de Bajo tierra seca tiene también la marca del costumbrismo, con el que su autor compone una mezcla de alto interés. Sobre todo, se trata de ambientes rudos, agrestes, raciales, propios de aquella Extremadura del principio del siglo XX, con personajes que se corresponden con el espacio representado y que hacen de esta novela un retrato original y atractivo, tanto en su dimensión literaria como en su referencia histórica.

Hay unos cuantos registros diferentes en esta novela.

A ello cabe añadir reminiscencias históricas que al lector le llevan a intuir la inminente Guerra Civil española, en este caso trazadas por una serie de señales ambientales y culturales que no constituyen un valor menor de la novela. Y por supuesto todos los acontecimientos se enmarcan en unos espacios degradados, decadentes, mortecinos, incluso desagradables, en los que se representa una acción acompañada siempre de una sensación profunda de deshumanización, y de terribilidad, en este caso debida al propio género negro de la novela.

Pérez Gellida nació en Valladolid en 1974.

Por eso Bajo tierra seca destila un mensaje innegable de realismo crítico, en el que destacan algunos elementos de gran interés: la Extremadura rural de una época en la que nuestro país adolecía de un gravísimo retraso económico y social, la decadencia generalizada que se observa en todos los aspectos, desde lo social hasta lo moral, destacando sobre todo el fenómeno del caciquismo, que está vinculado al latifundio y a la miseria del pueblo y que compone quizá el rasgo más terrible de una realidad inhumana.

Además, el marco general de la acción narrativa de esta novela se amplía considerablemente, pues puede llegar a provocar una mirada crítica de la guerra europea o la defensa del feminismo. Por si fuera poco, todo ello viene acompañado y potenciado por otro impulso añadido, el del realismo histórico, ya que el marco de referencias ambientales alcanza, como se ha dicho, la época de la Primera Guerra Mundial y los años previos a la Guerra Civil española.

Se describen los ambientes rudos de la Extremadura del principio del XX.

Dicho esto, desde un enfoque sociocrítico, el realismo histórico y social es un registro teórico-crítico que no debería obviarse nunca cuando hablamos de una novela, y sobre todo de una novela moderna-contemporánea, además no es ajeno en absoluto al género negro-policiaco, más allá o más acá de otras consideraciones sobre la definición del género.

En el caso de Bajo tierra seca, los elementos del contexto social y político ─la crisis colonial española, el caciquismo brutal, la Primera Guerra Mundial─ sirven obviamente para enmarcar de forma adecuada el argumento de la novela, al modo de un mecanismo perfectamente diseñado para que luego la trama se desarrolle plenamente, pero fijando de antemano un espacio referencial que al lector no le puede pasar desapercibido en ningún caso.

Por lo tanto, cabría decir que en esta novela el lector percibe una sensación intensa de realismo, en general, y en particular de realismo histórico y social. El argumento de la novela queda enmarcado en una época altamente conflictiva, que es la de la Primera Guerra Mundial en Europa y el mundo, mientras en España se da un contexto de crisis económica, social y política profunda, que anuncia también, en cierto modo, la deriva política, altamente problemática, que culminará con la Guerra Civil.

Primera novela de CPG.

En este sentido, un tema muy importante y típico del ámbito español es el problema social, económico y político del caciquismo, que aparece muy a menudo en esta novela de Pérez Gellida, asociado además al tema transversal y universal del mal, tal como se muestra en estos ejemplos: “Unas pocas familias concentran la escasa riqueza que obtienen de la tierra y el caciquismo domina la miserable cotidianeidad de quienes no tienen más remedio que trabajarla” (p. 34); “En el pueblo no se mueve una mosca sin que ellos lo sepan, tienen no sé cuántos negocios y son muy amigos del alcalde” (p. 111); “Una Extremadura donde pasar hambre era la cotidianeidad de la mayor parte de la población, mientras que unos pocos vivían como emperadores romanos en sus latifundios” (p. 125); “Hambre pasan los pobres, pero en este país, y más en Sevilla, los ricos cada vez son más ricos” (p. 171); “Los pudientes, como siempre han hecho, trataban de perpetuarse en la cumbre de la pirámide y para ello necesitaban gente que se manchara las manos por ellos” (p. 290).

Pero volvamos ahora al asunto medular, el eje narrativo de la novela, que es su registro negro-policiaco. En Bajo tierra seca hay un recurso importante de la focalización narrativa: el flashback, que en esta novela lleva a cabo una función muy importante, además, su autor lo maneja de forma magistral.

Por un lado, la novela está organizada en capítulos casi isócronos y sucesivos que relatan la trama de acontecimientos según una lógica temporal, y, por otro lado, entre dos capítulos se intercala sistemáticamente una vuelta atrás en el tiempo (hasta dos años), lo cual provoca una trama compleja, alternativa y complementaria del argumento.

Por lo tanto, se podría decir que en esta novela el flashback adquiere una gran importancia, hasta el punto de que llega a condicionar todo el argumento y la técnica misma de su construcción. Incluso se podría decir que el manejo del flashback por parte de Pérez Gellida es una marca de la casa, pues sus novelas se caracterizan siempre por una cierta ‘tensión’ narrativa ─no en el sentido de ‘extensión’, sino de ‘intensión’─, una forma de narrar que afecta sobre todo a la atención y a la capacidad de comprensión del lector, y que se alimenta de una dinámica del relato especialmente diseñada.

Por ejemplo, ya en su primera novela, Memento mori, tras iniciarse el capítulo primero, se suceden ocho capítulos situados narrativamente en un tiempo anterior, en un ejercicio espectacular de flashback.

Por supuesto que no podemos dejar de hablar de uno de los aspectos fundamentales de toda novela, y que más suele seducir a los lectores: la construcción de los personajes y sus peculiaridades.

Ciertamente, en su narrativa, Pérez Gellida suele apostar fuerte por sus personajes, ya que son indispensables para desarrollar el argumento de sus novelas. Pero el asunto adquiere un tamaño espectacular cuando hablamos del personaje de Antonia Monterroso, protagonista absoluta de Bajo tierra seca y quizá un personaje que debería ocupar un lugar destacado en esa nómina de protagonistas universales de todas las literaturas del mundo, pues debido a sus peculiaridades (asombrosas), a su complejidad (polifacética) y a su originalidad conceptual (única) se convierte en el eje central de la narración, alrededor del cual gira todo el argumento (en realidad, una novela feminista, a fin de cuentas, aunque sea negra-policiaca).

Junto a ella destaca también el personaje del teniente Gallardo, que también muestra algunos rasgos ciertamente llamativos: el opio (un rasgo diferenciador, original, llamativo), la blasfemia (un rasgo de la novela negra, pero peculiar en este caso), la violencia sistemática (otro rasgo típico o tópico), la obsesión de la muerte (en este caso, antológica).

Puesto que cuando hablamos de una novela, y de una novela moderna, no podemos dejar de lado un aspecto crucial de la técnica literaria, la descripción, que personalmente considero una de las destrezas que el escritor debe manejar con soltura y hasta cierto nivel de perfección.

En esta novela las descripciones son rápidas, pero eficaces. En el Prólogo a Memento mori, la primera novela de Pérez Gellida, Michael Robinson ya señalaba que “la nitidez de las descripciones es impecable”. A nadie le gustan las complicaciones, lo complicado es algo detestable, por supuesto, y más para un lector que se adentra en el laberinto narrativo de una novela.

En esta novela, el lector percibe una sensación intensa de realismo.

Sin embargo, cuando hablamos de la construcción de una novela, creo que es importante la complejidad (algo muy distinto de lo complicado), porque la complejidad quiere decir que hay un argumento bien construido, una trama bien desarrollada, unos personajes complejos, precisamente.

Esto viene a cuento porque en Bajo tierra seca hay una cantidad importante de personajes, la trama implica un movimiento rápido e incesante de unos lugares a otros, intervienen elementos históricos, económicos, sociales y políticos, la novela tiene su especial longitud en el tiempo narrativo, y sobre todo el personaje de Antonia Monterroso posee una complejidad intrínseca que aporta por sí mismo una alta dosis de complejidad a la obra.

Por todo ello, se podría afirmar que Bajo tierra seca es una novela compleja, pero compleja sobre todo porque su construcción implica un grado de refinamiento y acabado que no puede pasar desapercibido al lector más exigente.

César Pérez Gellida recoge el Premio Nadal de literatura durante la ceremonia de entrega de los Premios Nadal y Josep Pla, en el Hotel Palace, a 6/1/2024, en Barcelona

El escritor castellano se llevó el Nadal en su octogésima edición.

En la ‘Nota’ que se encuentra la final del libro, el autor cuenta la historia de Belle Gunness, alter ego del personaje de Antonia Monterroso, que es la protagonista de una historia real que luego ha acabado siendo también la historia de Bajo tierra seca. Con aquel suceso comparte sus elementos básicos mínimos esta novela, que a su autor le han bastado para construir el monumento narrativo de su obra. En mi opinión, esta reescritura intertextual de la historia de Belle Gunness se ha convertido en una magnífica novela negra-policiaca por obra de su autor, César Pérez Gellida.

En este caso, estamos ante un ejemplo muy interesante de intertextualidad literaria, una teoría que muchas veces resulta un tanto controvertida, quizá sobre todo porque algunos no la han interpretado correctamente o porque no tenían los conocimientos teóricos necesarios. El caso es que desde ahora mismo Bajo tierra seca contiene la truculenta historia de Antonia Monterroso, que coincide, en una relación comparatista e intertextual, con un hecho real sucedido en Estados Unidos muchos años antes. En este sentido, conviene recordar que la obra maestra de Jules Verne, La isla misteriosa, tiene un origen muy parecido a Bajo tierra seca, es decir, la intertextualidad literaria es un mecanismo de escritura creativa que, cuando se lleva a cabo con un resultado coherente y exitoso, se convierte en un elemento definidor de la literariedad de una obra.

Y, en fin, como estamos hablando de una novela negra-policiaca, no podemos dejar de hablar del problema del mal, un asunto filosófico y moral que viene siendo abordado por la novela desde tiempo inmemorial, y que en Bajo tierra seca alcanza cotas importantes. Si no existiera el mal no sería posible seguir escribiendo sobre todo este tipo de novela, o todo tipo de novela, o quizá toda la literatura.

El tema del caciquismo aparece a menudo en esta novela realista y crítica. 

Las historias contadas en la literatura son en efecto un ámbito en el que la maldad encuentra muchos análisis, y también quizá algunas respuestas que en otros ámbitos no podemos encontrar. En Bajo tierra seca ciertos personajes son unos representantes y hasta unos auténticos fabricantes netos de maldad, solo así la novela puede avanzar hacia su objetivo que es desentrañar ese mismo mal y encontrar una solución a los problemas provocados por él.

El caso más claro es el de la protagonista Antonia Monterroso, una mujer compleja, como ya se ha dicho, es decir: interesante, seductora, violenta, erótica, inteligente, perversa, enigmática, feminista, manipuladora, asesina, poderosa… Por eso el narrador de la novela afirma: “El ser humano es basura y se comporta como tal” (p. 35), “El mal hay que combatirlo con el mal” (p. 405).

Y por eso también aparece aquí otro problema añadido, y además de grandes dimensiones: la verdad, aunque en la novela esté íntimamente relacionado con el de la maldad. Como ya se sabe, la verdad puede ser considerada como algo muy importante en determinadas circunstancias, como podría ser el mismo caso de una novela.

En este sentido, una novela policiaca como Bajo tierra seca se ha convertido, por derecho propio, en un artefacto narrativo con el que se pretende encontrar la verdad de un misterio que ya se planteaba en el inicio de su propio relato.

Bajo tierra seca, César Pérez Gellida, Destino (Premio Nadal), Barcelona, 2024, 504 páginas.

(Foto de portada: Sergio Vinagrero / unsplash).


EL AUTOR

JESÚS CAMARERO (Guipúzcoa, 1958) ha sido Catedrático de la Facultad de Letras de la Universidad del País Vasco, donde ha enseñado Crítica Literaria, Literatura Comparada y Literatura francesa, y ha investigado sobre Semiótica, Autobiografía, Teoría Literaria y Literatura Comparada. Ha publicado ensayos de teoría y crítica literaria: El escritor total (Arteragin, 1996), Metaliteratura (Anthropos, 2004), Intertextualidad (Anthropos, 2008), Michel Butor autobiographe (EUE, 2010), Autobiografía: escritura y existencia (Anthropos, 2011), La ficción metaliteraria (EAE, 2014), Epistemocrítica (EAE, 2015) y Narratividad y hermenéutica literaria (Anthropos, 2017), y artículos en revistas especializadas. Ha traducido a Georges Perec y Michel Butor. Como autor de escritura creativa, ha publicado narrativa: El monte del dragón (Arte Activo, 2004) y Expansión de los círculos (Arte Activo, 2008); poesía: Sábanas de niebla (Taller Independiente, 2000), Crítica de la razón impura (Arteragin, 2003), Cosmópolis o ética de la ciudad utópica (Hipálage, 2006) y Anástasis (Arte Activo, 2010); y guión cinematográfico: Mental regaleez (2008). Es presidente de Krelia, Asociación de Creadores Literarios de Álava.