La contemplación entrenada tras la que aflora el arte

En Principios básicos de quiebra, Diego Medina Poveda confirma su mirada profunda y delicada sobre las cosas, en este caso, las obras de arte del museo, contempladas desde un ángulo nuevo, casi radical, aquel que nos puede llevar a una quiebra personal.
© JESÚS CÁRDENAS

Partiendo del axioma que se valora lo que se aprende a mirar. Cuando “pulimos la mirada” –en expresión de María Zambrano– logramos establecer un contacto con la obra artística. En ese aprendizaje de la mirada, en aquello que es digno de admiración, emerge –de nuevo Zambrano– “su función catártica y moral”.

Las salas de los museos constituyen exigen de una contemplación, de un entrenamiento de la mirada previo. Cuando la mirada se adentre en las obras artísticas participaremos de ella, nos deleitaremos, nos emocionaremos y también sufriremos; en definitiva, nos quebraremos.

En analogía con la entrada a las distintas salas que conforman los museos, compone Diego Medina Poveda unos espacios por los que transita la palabra poética. Principios básicos de quiebra, que se alzase con el XXVIIII Certamen Letras Hispánicas Rafael de Cózar de la Universidad de Sevilla, publicado por Renacimiento, transmite ese gusto por la contemplación de la obra creada resultando reflexiones que podrían trasladarse al arte en general, y a la creación poética en particular.

El volumen es unívocamente orgánico. Se halla pertrechado por un poema pórtico al que le siguen tres tramos o salas, en cada una de los cuales se disponen de seis poemas, y una cuarta con la que concluye, con un único poema.

Asimismo, aludiendo a la cuidada planificación del conjunto la primera y la última composición, similares en extensión, carecen de título, reconocidas sólo por el primer verso.

Como en anteriores libros (He visto la vida más humana, A pesar del frío, Mar de Irosie o Todo cuanto es verdad), traslada el talento de Medina Poveda a los versos de las distintas “salas”: la cadencia del ritmo imparisílabo, el estilo directo, la progresión temática, el aperturismo y el cierre de sus composiciones.

Su lectura recuerda la exaltación de la belleza de las ruinas.

Ya en el primer poema hallará sentido el título del libro, así en la primera estrofa se dice “Entrar en los museos / tiene mucho de quiebra y eslabón”, para cerrar aludiendo a la desnudez y profundidad con la que atiende el sujeto dentro del museo, que siguiendo con la analogía metapoética, correspondería a algo que se aleja del exterior, que zarandea el ser, acaso también la propia escritura poética: “es un principio básico de quiebra: / arder entre el alivio y la fatiga / del intelecto iluminado / es también una forma de quiera necesaria / para entrar a un museo”.

En la sala I, “Ver y creer”, título homónimo del primer poema manifiesta la emoción verdadera, alimento para la inteligencia. Se nos dice –y así sentimos- como fruto del diálogo del contemplador y la obra, cómo renace el objeto contemplado, de ahí su eternidad: “por cada alumbramiento una tiniebla / nace nueva y la mente percibe la tragedia / […] pero nunca interminable, / la del observador que se ha hecho cuadro”.

Diego Medina Poveda (Málaga, 1985)

Así el silencio conmovedor, el paso del tiempo, aquello que retiene la memoria,  todo en fin es acumulación de emociones internas. Por entrar en otra de las composiciones de este primer tramo, es preferible no saltarse “La espada”, donde la poesía se adentra en la reflexión de lo contemplado: “Contemplando lo antiguo / veo lo nuevo, / sacudo el árbol de sus frutos, caen / palabras que germinan en mis cauces”.

Y más adelante recuerda que tras el embelesamiento vendrá el forjado poético: “y como ramas lentas broten / los versos cincelados en las fraguas / de la imaginación”.

“Poesía y pintura”, sala II, corresponde a la parte más extensa. En ella observamos el paso de lo contemplado a la meditación profunda existencial. Lo contemplado activa los recuerdos, incluso los más lejanos.

Así observando las ruinas de Zalia, Málaga, en “Delectare”: “Detrás de mí la vida entera, / colosal, transparenta en la memoria”. Tal vez uno de los más emblemáticos de esta sección sería “Bodegón barroco”, porque la unión de la descripción de la obra de arte despierta reflexiones, y expresado en un estilo que recuerda al Barroco con sus recursos retóricos y sus tópicos latentes.

Su lectura recuerda la exaltación de la belleza de las ruinas, en su cualidad de inmutabilidad, por los poetas barrocos. Así de excepcional resulta la primera estrofa: “Cuánta vida se esconde / en una calavera, / en la caverna oscura de su cráneo / aletea la noche / de una mariposa. Qué esplendor / de manzana podrida / refulge en una larva de gusano”.

Medina Poveda trabaja con expresión mística de lo innombrable.

Lo frágil convive con el paso del tiempo en la sala III, “Forma y materia”. En distintas preguntas indirectas el sujeto se pregunta por la materia, en plena conmoción ante la obra, en saturada dispersión del tiempo: “Qué puede ver sino / la misma luz zurciendo en la mirada / el canto de las formas, el aliento / que mana en el vapor de la palabra”.

Aquella materia sobre la que el tiempo no se interpone termina siendo, de tanto obrar sobre los sentidos, conducida a la expresión mística de lo innombrable, pues el lenguaje no atrapa todo lo sensorial, como leemos en la conclusión de Última luz”: “Última luz: lenguaje alado que habla solo misterios”.

En vecindad, no en compañía

Otra obra del autor.

En el poema de conclusión traza la génesis de este conjunto: “El cálamo o buril / que trazó la palabra iluminada del poeta / también el mismo sol lo iluminó”. Además, el tono se vuelve crítico, pues se haya más sentido en estos interiores que en el exterior: “Un grito mundo escucho, un eco sordo / es un buen broche para claudicar / en esta hora en que he hallado más vida / que en una vida llena de placeres efímeros”.

Quedan verificadas las características de estilo de Medina Poveda en estos Principios básicos de quiebra: buen decir centrado en la exaltación de la obra artística, composiciones cadenciosas imparisílabas que transcurren entre lo descriptivo y lo reflexivo, recurriendo tanto a los hipérbatos como al uso de repeticiones, bimembraciones, en versos que en ocasiones fluyen y se alzan sentenciosos al final en esticomitia, libres de todo anécdota, trascienden.

 

Principios básicos de quiebra, Diego Medina Poveda. Renacimiento, Sevilla, 2023, 68 pp.


EL AUTOR

JESÚS CÁRDENAS (Alcalá de Guadaíra, Sevilla, 1973) es profesor de Lengua Castellana y Literatura. Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla.

Como investigador literario, ha escrito ensayos y dado conferencias sobre Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, García Lorca, Pier Paolo Pasolini… Como crítico literario colabora con reseñas en diferentes revistas literarias.

Hasta la actualidad es autor de los libros de poemas: La luz de entre los cipreses (Sevilla, 2012), Mudanzas de lo azul (Madrid, 2013), Después de la música (Madrid, 2014), Sucesión de lunas (Sevilla, 2015), Los refugios que olvidamos (Sevilla, 2016), Raíz olvido, en colaboración con Jorge Mejías (Sevilla, 2017), Los falsos días (Granada, 2019) y Desvestir el cuerpo (Madrid, 2023).