Celia Carrasco o el crepitar de la palabra

Celia Carrasco (Tudela, 2000) confirma que su buen hacer poético no es fruto de la casualidad o de la juventud, sino de una feliz inspiración para unos versos de hechuras íntimas que beben de los grandes: Machado, Zambrano o Valente. Su última obra es Rupestre (Olifante).
© JOSÉ ANTONIO SANTANO 

Reconforta comprobar, aunque sea en escasas ocasiones, que la joven poesía española, goza de buena salud. En estos últimos años han comenzado a despuntar con fuerza algunos jóvenes poetas, cuyos textos mantienen una coherencia y calidad inusual para sus edades, hecho que ha despertado el interés de la crítica independiente. Este es el caso de Celia Carrasco Gil (Tudela, 2000), que ha publicado ya los poemarios —Entre temporal y frente (Olifante, 2020), Selvación (Torremozas, 2021 y XXII Premio Gloria Fuertes de Poesía Joven) y Limos del cielo. Poesía2016-2022 (Ediciones del 4 de agosto, 2022). Su libro Rupestre, publicado por Olifante es su último trabajo y del que ahora nos ocupamos.

Comenzamos este comentario con las muy acertadas palabras del prologuista del libro, Alfredo Saldaña, catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura comparada de la Universidad de Zaragoza, que así nos dice: «Romper las palabras y componer con sus añicos el nido en el que puedan sostenerse la fragilidad y la verdad indomables de la vida, cortarlas, trocearlas, deshuesarlas hasta dar con el tuétano que alberga el frío de la luz o la espina del aliento su garganta, entrelazarlas después con los dedos en la piel insalubre y rugosa de la roca y dejar que allí, como un «son rupestre», respiren y den testimonio de esa lluvia que «hiere todavía», arrastra y lava la resina lábil de las lágrimas».

Es la palabra la que mina el interior de la poeta y en ella se abisma para crear otras que distingan y recreen lo vivido desde el conocimiento y la emoción de saber que no hay otro don más grande que poseerlas, abrir su concha y adentrarse en su fulgor, como ya nos advierte el profesor Saldaña en su prólogo. La poesía es palabra y misterio. El sonido del agua en la piedra, la voz de un indomable eco, el viento rumiando en las ventanas, una estancia vacía, las sombras del silencio precipitándose al mar, lo absoluto y la nada. Esa es la poesía que abduce y nos posee irremediablemente.

Carrasco ofrece una madurez poética incontestable: ha bebido de las mejores fuentes.

Y no, no está muerta la poesía porque a algún personaje mediático haya tenido la mala ocurrencia de declararlo públicamente. Al contrario, la poesía está viva, como puede comprobarse en este libro de Celia Carrasco. La poesía es un continuo ir y venir incansable al fondo y a la superficie. Decía el gran poeta gallego José Ángel Valente, que residió en Almería hasta su muerte, que, «Caer fue sólo / la ascensión a lo hondo». Y remata el poeta: «El silencio es la pura plenitud del sonido». Y esto mismo es lo que sucede en la poesía de Celia Carrasco. Inusual, por otra parte, si nos atenemos a su juventud, pero de una madurez poética incontestable, consecuencia de haber bebido, y mucho, de la más grande poesía española de todos los tiempos. Juventud y oficio se aúnan en Rupestre hasta crear un texto que no dejará indiferente a los lectores.

Fragmentar las palabras, codificarlas y crearlas de nuevo, toda transparencia, en el vacío de sí mismas, tal la poeta las conciba en su interior soñado o transmutado. Palabras para sentir, emocionarse, crecer desde el fondo, en su raíz primigenia, semilla de otras muchas que se agolpan en las sienes y regresan a la luz de las auroras: «La luz, / raíz endurecida, / limo del vientre azul hacia el fulgor». El azul machadiano y “este sol de la infancia”, que reverbera en la poesía de Celia Carrasco, como también el silencio sonoro de Valente, y otros más, conforman un corpus poético de indudable valor, que nada tiene que ver con la otra poesía de las redes o el oportunismo mercantilista de algunos sellos editoriales.

Alfredo Saldaña: «La honda claridad de sus palabras respiran sin gobierno»       

Los referentes poéticos de Celia Carrasco están claros, lo que nos recuerda a María Zambrano y sus Claros del bosque, que nuestra poeta rememora como ese constante devenir de lo hondo y profundo, invisible e innombrable, pero que trasciende hasta ser centro, principio y fin de todas las cosas: «Ver un mapa del bosque / y ser punto de cruz, tan solo un centro, / caracol del instante que gravita / en la linde que todo lo horada».

En este recorrido poético de Rupestre, no podía faltar ese tono místico que conlleva toda creación, si verdaderamente se cree en ella, en las posibilidades de ser materia y alma (Verbo y Alma) a un tiempo. De ahí, su “Cántico es(pi)ritual”, su descenso a lo sublime y bello, a lo desconocido y misterioso, a la magia de la palabra cuando se instala en el vacío para germinar luego, fulgurante: «Sueña cómo nombraba / su Verbo la común polifonía / y en luz reverberaba / el son, voz de armonía / palabra, canto y lazo de xenía».

La autora tudelana. Foto: Clara Carrasco.

Un verdadero goce para los sentidos este libro de Celia Carrasco, pues como dice otra gran poeta, María Ángeles Pérez López, que acompaña en esta singladura a la poeta: «Rupestre: donde antiguas resonancias aún están temblando y en aire de los cánticos sonando. La poesía en su ahí: imperativo extremo del verdor en que puja alumbrada la palabra». Y no le falta razón.

Celebro que el sello editorial sea Olifante, porque representa la lucha por la supervivencia en un sector donde el lobo acecha constantemente. Su cabeza visible, Trinidad Ruiz Marcellán, demuestra así que la poesía está viva y no muerta, como proclaman algunos insensatos.

Si comencé este comentario del poemario con palabras de su prologuista, el profesor Alfredo Saldaña, también, con ellas, quiero concluir, pues muestran las claves de la poética de Celia Carrasco, cuando escribe: «Adentrémonos en la honda claridad de unas palabras que respiran sin gobierno». Una joven poeta que augura un tiempo esperanzador para la poesía española actual.

 

Rupestre, Celia Carrasco Gil, Olifante, 2023, 96 pp.


EL AUTOR

JOSÉ ANTONIO SANTANO (Baena, Córdoba, 1957) cultiva la poesía, narrativa, ensayo y crítica literaria. Es licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Almería, y autor de más de veinte libros, entre los que destacan Profecía de Otoño; Exilio en Caridemo; Suerte de alquimia o Tiempo gris de cosmos, todos ellos galardonados con prestigiosos premios.

Santano es cofundador de Humanismo Solidario.