Los olvidados del 50: Ferrater y Costafreda

El pasado 27 de abril se cumplieron cincuenta y un años de la muerte del poeta Gabriel Ferrater, con sus homenajes y nuevas biografías, mientras que otro contemporáneo, como Alfonso Costafreda, permanece más en la sombra cerca del medio siglo transcurrido tras su muerte.
© IÑIGO LINAJE

“Nací en Reus el 20 de mayo de 1922. Los demás hechos de mi vida son de incierta descripción y fecharlos resulta más difícil. Me gusta la ginebra con hielo, los tobillos jóvenes y el silencio. Detesto las casas en las que hace frío y las ideologías”. Este es el autorretrato que hizo de sí mismo Gabriel Ferrater (1922-1972) cuando lo entrevistaron con motivo de la publicación de su primer libro, en 1961.

El 27 de abril de 2022 se cumplieron cincuenta años de la muerte del poeta y, entre los homenajes celebrados entorno a su figura, destaca la edición de Vencer el miedo (Tusquets), la biografía que le ha dedicado Jordi Amat. El periodista barcelonés no deja de reivindicar la vigencia del autor en nuestros días, no solo como exponente clave de la poesía española de la Generación del 50, sino también como lector y crítico literario de postín.

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Y es que Ferrater sigue siendo estudiado (especialmente en el ámbito de las letras catalanas) en la actualidad, lo contrario que sucede con otro compañero de su generación, Alfonso Costafreda, del que en 2024 se cumplirá —también— medio siglo de su muerte.

Ambas figuras comparten no pocas concomitancias vitales e intelectuales: los dos publicaron tres libros, los dos se casaron dos veces, los dos se suicidaron antes de cumplir cincuenta años. Sin embargo, sus destinos literarios difieren. Si el lector de Ferrater dispone de múltiples biografías para acercarse al personaje (la fenomenal F, de Justo Navarro, por ejemplo), las referencias bibliográficas sobre Costafreda escasean sobremanera. Los lectores cuentan, eso sí, con su Poesía completa, editada por Tusquets en 1990. Aparte de ese volumen, solo existe un libro de Montserrat Bacardí y un estudio-antología que publicó Jaime Ferrán en Ediciones Júcar.

Amat sobre Ferrater: “Era un adulto que no sabía vivir como los adultos”.

Siguiendo la estela cronológica de Vencer el miedo, podemos decir que la vida literaria de Gabriel Ferrater comienza en 1950, cuando, después de vivir durante tres años en Burdeos, se instala definitivamente en Barcelona. De origen burgués, Ferrater empezó a trabajar de traductor en aquella época. Años antes, en la facultad de Filosofía y Letras, había coincidido, entre otros, con Jaime Ferrán y el propio Costafreda.

El entonces escritor en ciernes escribe artículos para catálogos de exposiciones, ejerce de crítico literario y frecuenta a Carlos Barral y a José María Valverde. A este último le confiesa, a los 34 años, que cuando cumpla cincuenta se suicidará. “No quiero apestar a viejo”, le dice. Mientras tanto, lleva una vida precaria, se enamora de una mujer y su negativa suscita en él la escritura.

A finales de los cincuenta, escribe medio centenar de poemas: de la lírica amorosa pasa al poema moral, del apunte aforístico a la redacción de un diario que destruirá (casi) por completo. El verano de 1959, en Cadaqués, conoce a Helena Valentí, hija de unos amigos. Ella tiene 20 años, él 38. Un año después la relación se rompe. Gabriel Ferrater se refugia —se refugiaba hacía tiempo— en el alcohol.

Ferrater escribe su último poema en 1969: está dedicado a una alumna de la que se enamora.

Desde 1961, trabaja para Seix Barral redactando informes de lectura. Y sigue escribiendo poesía: una poesía discursiva y antirretórica de tintes narrativos. Así es su Poema inacabado, un texto de 500 versos dedicado a Valentí, que, según Edgardo Dobry, es “la obra poética más importante escrita en España en la segunda mitad del siglo XX”.

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Helena Valentí y G. Ferrater, en Londres en 1963.

En 1965, en la Feria de Frankfurt, a la que acude como lector de la editorial alemana para la que trabaja, conoce a Jill Jarrell, secretaria de la agente literaria Carmen Ballcells, con la que se casará meses más tarde en Gibraltar. Ella tiene 22 años, él 42. Llegan luego los problemas con la editorial, sus crisis de ansiedad, los miedos de siempre.

Y su matrimonio se rompe. Se marcha a Sant Cugat del Vallés donde coincide, una vez más, con Costafreda, que le aconseja que solicite un empleo —como él— en la Organización Mundial de la Salud. Su mujer le pide el divorcio. Tras la ruptura, toma ansiolíticos, antidepresivos: no duerme. Evita el alcohol y se refugia en el trabajo. Acude los sábados a la oficina de la empresa y pernocta allí. Está solo.

En 1963, reúne su obra bajo el título Las mujeres y los días. No respeta el orden de los libros originales, sino que divide el volumen en cinco secciones ordenadas según la temática. Si aquella publicación le brindó reconocimiento público y cierta estabilidad vital, los últimos años de la vida del poeta son un periodo presidido por el alcoholismo. Apenas escribe y dedica su tiempo a estudiar lingüística.

Marta Pessarrodona - ACANTILADO

Marta Pesarrodona.

Para aliviar su economía, y gracias a algunos amigos, consigue un puesto en la Universidad e inicia una relación con Marta Pesarradona; aunque, como le confiesa por carta a su exmujer, no es feliz, “a pesar de que se mantiene en pie gracias a una chica”. Escribe su último poema en 1969: está dedicado a una alumna de la que se enamora. Tres años más tarde, el 27 de abril de 1972, pasa el día bebiendo, vuelve a casa y se ata una bolsa al cuello. Muere asfixiado.

La biografía de Jordi Amat, Vencer el miedo, aparte de un trabajo rigurosísimo y perfectamente documentado que expone la trayectoria vital de Ferrater, es una crónica sobresaliente que incluye fragmentos de sus diarios, cartas a familiares y parejas y algunos poemas. Amat traza en ella un retrato total del poeta y define su personalidad torturada con esta frase: “Era un adulto que no sabía ni podía vivir como viven los adultos”.

Hay una imagen icónica del autor, una fotografía en la que aparece vestido con vaqueros y gafas de sol, camisa a rayas y zapatillas, sujetando con la mano derecha una chaqueta y con la izquierda un cigarrillo. Mira desafiante a la cámara, quién sabe pensando qué. Su padre se había matado diez años antes; su hermano lo hará tiempo después. Es una foto en blanco y negro.

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Ferrater, en la imagen mencionada.

En blanco y negro, pero tamizadas por un fondo levemente azul, son las instantáneas que se conservan de su compañero de generación. Si la vida de Ferrater fue ejemplo de un malditismo nada literario y muy real, no lo es menos la de Alfonso Costafreda. Nacido el 8 de mayo de 1926 en la localidad leridana de Tárrega, Costafreda es hoy un poeta olvidado, un autor escasamente reivindicado y ausente de antologías. Parte de su olvido tal vez obedezca a su exilio en Suiza, parte a una jugarreta de Jaime Gil de Biedma.

Los poemas de amor de Costafreda ocultan siempre un trasfondo amargo.

De origen burgués, como Ferrater, la infancia del poeta estuvo marcada por la muerte de su padre, al que dedicaría su libro inicial, Nuestra elegía (1949). Según Carlos Bousoño, su carácter reservado y la omnipresencia de una madre autoritaria hicieron de él un adolescente solitario y sombrío. Profundamente interesado en su juventud por el existencialismo, el conjunto de su poesía oscilará entre el lirismo épico-moral de sus inicios y el expresionismo descarnado y minimalista de su libro póstumo, Suicidios y otras muertes (1974).

5 poemas de Alfonso Costafreda - Zenda

Alfonso Costafreda

El primer y último libro de Costafreda han quedado como las aportaciones más notables de su obra, si bien, entre medio, publicó otro poemario de corte amoroso y una plaquette que ya anunciaba el proceso de despojamiento al que sometería su escritura con los años. En 8 poemas (1951) lleva la depuración formal hasta las últimas consecuencias, adelgazando sus versos y despojándolos de adornos hasta el límite.

Pasan casi dos décadas entre ese cuaderno y su libro póstumo, interrumpidas únicamente por la publicación, en 1966, de Compañera de hoy. Considerada por algunos críticos como una de las obras más desoladoras de la poesía española contemporánea, Suicidios y otras muertes se divide en cinco tramos, y en cada uno de ellos respira la voz atormentada del autor. Si las secciones segunda y cuarta (dedicadas a su hija y a su última mujer, respectivamente) confieren cierta luz a su discurso, las otras tres constituyen una inmersión en la desolación más absoluta.

Alfonso Costafreda, que se estableció en Ginebra a mediados de los años cincuenta y trabajó de secretario para la Organización Mundial de la Salud, se casó en 1961. Diez años después, conocería a una joven sueca —Margaretta Staff— con la que tendría su única hija. Tres meses antes de morir, se casó con Julia Wrigth, a la que dedicó su último libro y, especialmente, la sección cuarta del mismo.

Parte de su olvido puede deberse a una jugarreta de Gil de Biedma.

Sus poemas de amor, sin embargo, ocultan siempre un trasfondo amargo y una evidente insatisfacción. El resto de la obra —prologada por Vicente Aleixandre— no deja de ser una suerte de dietario de sus continuas depresiones, amén de una exaltación del suicidio y de los suicidas, en los que ve encarnada “la máxima forma de libertad”. Por las páginas del poemario desfilan desde Paul Celan y Sylvia Plath hasta Hart Crane o el propio Ferrater, cuyo adiós le afectó sobremanera. ¿Hay acaso un lenguaje?, se pregunta el poeta. Amigos no te quedan, ni palabras, se responde en un ejercicio de sinceridad sin límites.

Costafreda se suicidó el 4 de abril de 1974 en Ginebra. (Dicen que mediante una sobredosis de barbitúricos). Había vivido en la ciudad suiza los últimos veinte años de su vida. Desde entonces, sobre su figura —sobre su obra— se cierne un silencio de medio siglo.

 

 


EL AUTOR

IÑIGO LINAJE  (Vitoria, 1974) cursó estudios de Filología Hispánica en la Universidad del País Vasco. Es autor de cinco libros de poemas, entre los que destacan Breviario íntimo y Nunca más adiós, editados por Olifante Ediciones de Poesía. Escribe en los periódicos El Correo y Diario de Noticias, así como en las revistas Turia, Culturamas, Clarín y Vanity Fair. Próximamente, se editará el primer volumen de su diario personal bajo el título Una radiografía de la soledad.