El hueco de la memoria en ‘La piel quieta’ de Rosa García Rayego

Rosa García Rayego ofrece en su último poemario (La piel quieta, Huerga y Fierro editores) unos versos de gran y contenida belleza. Tanto por la expresión del duelo en la figura de la madre ausente, como en búsqueda de trascendencia y nuevos niveles de conciencia, tan poco frecuentes en las letras hoy. 
© CARMEN DÍAZ MARGARIT

Escribió Emily Dickinson que el amor se aprende por el hueco de la memoria. De ese hueco nace La piel quieta, el último libro de poesía de Rosa García Rayego. La memoria se resiste al olvido, en esa esfera que enmarca su existencia: No sé cómo acercarme a ti desde este espacio.

También en la naturaleza que siempre rememora el mar, símbolo de lo inefable, del misterio, la distancia donde duerme su sensibilidad en el límite del horizonte. Incluso en las calles de Madrid, la naturaleza es tomada como un motivo poético desde la ventana: Veo las luces de la casa de enfrente. / El árbol ahí delante, / perdiendo hojas. O: Y si los árboles me avisaran/ de tu posible presencia.

En esta obra hay una búsqueda de la trascendencia y la consciencia poco frecuentes hoy.

No se puede recuperar el tiempo perdido proustiano: Vida, amor y muerte. Los poemas de amor estremecen, entre un ideal imposible y la esperanza de un amor real: Me quiebro -rama seca en tus manos-. / Se ladea el alma, / sin sitio el corazón. En La piel quieta —publicado en Huerga & Fierro (2022) —, se desvela su visión amorosa del mundo.

Desarrolla en estos poemas el dolor de la pérdida irrecuperable de la madre con una belleza contenida. Como escribe Luisa Posada en su epílogo, la autora expresa “la herida de la ausencia materna que no puede sanar. Queda solo el recurso poético para volverse a una ausencia decisiva y querer rescatarla como presencia imaginada”.

Su intuición lírica expresa la conciencia de la otredad insalvable, de la distancia en la vivencia de ese amor que la acompaña siempre. Aunque en este libro podría haber una catarsis: Acuerdo contigo un pasado. /Es diferente hablar de ti, / como si estuvieses presente. / El tiempo, absuelto de dudas.

Late en estos versos la primera mirada de la infancia que recrea el amor a los padres. Mirada que como Marisol Sánchez afirma en el prólogo: “Siempre analiza y escruta lo que acontece y lo que siente la persona poética plasmando esas sensaciones con pinceladas líricas y suaves, pero no por eso menos intensas…”.

La autora expresa la pérdida irrecuperable de la madre con una belleza contenida.

Sus poemas de amor son ágiles y estéticos, entre lo imposible y el deseo de que el amor perdure eternamente: No hay consuelo que pueda ya salvar esa herida dibujada, / herida de mujer gris oscura al lado del corazón”.

En sus versos predomina la imaginación, y parece que su intención apuesta por la luz y la naturalidad. Es una poesía de la contemplación, que —como ya sugirió Fanny Rubio— muestra desnudez y provoca sorpresa. También es una poesía muy profunda, intimista de una artista sentimental y vital a la vez.

Imagen de la autora.

Este libro tiene poemas precisos, exactos, tan juanramonianos como románticos, desde pinceladas leves en la línea de Tao Te King a otros más largos, como los amorosos.  No en vano, María Antonia Ortega la definió como “la pintora de las palabras” porque sus poemas breves parecen cuadros, pinceladas de luz.

Así mismo, la poeta utiliza los colores para crear un universo propio. En La piel quieta, también se encuentra el principio de la otredad. El otro como la identidad donde uno se mira y no siempre se reconoce: Espejo de noche, sueño. / Presencia imposible. El título del capítulo “Ajena al dolor” recuerda la ironía de “El arte de perder no es difícil de aprender”, de Elizabeth Bishop.

La poeta utiliza los colores para crear un universo propio.

En esta obra hay una búsqueda de la trascendencia y la consciencia, que rara vez pueden hallarse en el mundo real y que la poeta cordobesa sublima en su poesía. En casi toda su obra anterior, así como en esta última entrega, ha sido poeta de la contención para poder salvarse de una delicadeza y una sensibilidad extremas, aunque es la palabra la que finalmente la protege del desasosiego: El miedo que disuelvo en las palabras/salva. Luisa Posada concluye en que “toda la poesía de Rosa García Rayego está atravesada por una misma aspiración: Querer un imposible, aunque cierto”.

 

La piel quieta, Rosa García Rayego, Huerga y Fierro, Madrid, 2022.

Foto de portada: Eduardo Barrios.


LA AUTORA

Entrevista a Carmen Díaz Margarit – El Cuaderno

CARMEN DÍAZ MARGARIT (París, 1961) es poeta, crítica y doctora en Filología Hispánica por la UCM. Concibió su obra poética como un quadrivio de los elementos naturales: a la tierra, la gacela; al mar, la sirena; al cielo, la alondra; y al fuego, la salamandra: Gacelas de la selva alucinada, finalista de Adonais en 1990, (1991); Perfil de sirenas, Premio Internacional de Poesía Barcarola en 1993, (1994); y Orlando o el desconcierto de las alondras, Ayuda a la Creación Literaria del Mº de Cultura en 1995 y finalista del Premio Gil de Biedma en 1998, (1999). El sueño de la salamandra ha sido también finalista del Premio Internacional de Poesía Miguel Hernández en 2019. Por delicados motivos, sostuvo casi dos décadas de silencio poético. El sigilo editorial salpicó como el Guadiana con Donde el amor inventa su infinito (2007). Es autora de una obra de teatro, El loco y su pelícano (2019). Su poesía ha sido traducida al inglés y al alemán.