Javier Sánchez Menéndez vuelve a la poesía sin abandonar el motor de ese ejercicio: la necesidad de sumergirse en el misterio de las cosas, de la vida, de los sueños y rescatar de todas las cosas su aroma poético. Lo hace en Ese sabor antiguo de las obras (Chamán Ediciones).
© JOSÉ ANTONIO SANTANO
La poesía, en su más esencial concepto, resiste a las puyas y embates de determinados círculos poéticos, lo correcto sería decir pseudopoéticos, entretenidos en denigrar o cuando menos silenciar textos de indiscutible calidad. Sin embargo, la verdadera poesía resiste a este ambiente de absoluta mediocridad. Y es que, como dice Jorge Riechmann, «No ven que la poesía / es lo contrario de la humillación».
El poeta Sánchez Menéndez observa y atiende, para finalmente entender.
La poesía confiere, al menos en el mundo que hoy vivimos, una cierta esperanza, quizá la única. Detenerse en la poesía de Javier Sánchez Menéndez (Puerto Real, Cádiz, 1964) nos devuelve esa serenidad necesaria y la suficiente razón para persistir en el continuado intento de no olvidarnos de ella, con un libro que no dejará indiferente a ningún lector que se precie: Ese sabor antiguo de las obras, un texto equilibrado en su estructura, constituida por tres partes: “Contemplar”, “Atender” y “Entender”, con poemas que nos harán vibrar hasta lo indecible, como se puede comprobar desde el inicio con una epígrafe del poeta persa Muhammad Rūmī: «Estás prisionero porque hablas» y el primer poema “Dogma”, que antecede a los apartados citados, referido a la gran inquietud del poeta por la palabra y su misterioso universo: «Sin premisas ni reglas, / tan solo el resultado, / abandonar el dogma / por el hecho de ser dogma, / o principio, o creencia; / desechar fundamentos / y establecer un único orden / de las cosas. / La palabra interviene / sin instrucciones. / ¿Qué corazón escribiré / mañana? // Mueren los hombres, / y las mujeres / y los pájaros».
La poesía en Sánchez Menéndez consiste en un incesante abismarse en el misterio de las cosas, de la vida, de los sueños; todo aroma poesía, desde el más minúsculo de los seres vivos hasta el más grande de la creación, y es que hay poetas que buscan en el silencio la voz misma de lo creado, la savia de la vida.
Ese sabor antiguo de las obras nos reconcilia con la palabra, con su temblor apaciguado unas veces y otras encendida, como queriéndose abrir el corazón para mostrarlo al mundo, porque Sánchez Menéndez es un poeta hecho y crecido en los abismos del verbo y sus silencios; en los claros del bosque (tan de María Zambrano), en el vértice de la luz y sus colores, en el tiempo sin tiempo de todos los tiempos.
No es fácil elegir qué poema o verso representaría mejor su poética y no lo es porque todos están impregnados de esencialidad tanto en las formas como en el fondo. En el principio será “Contemplar”, observar con honda mirada el universo que rodea al poeta, adentrarse en todo lo creado, para trascenderlo, como así se muestra en el poema “La jaula”: «No hay nada más sagrado que postrarse / ante un pájaro, ante una nube, ante una estrella. / Nada es superior al pasaje del camino, / a la marcha hacia la muerte, / a la visión de una ventana inmensa».
Ese sabor antiguo de las obras nos reconcilia con la palabra.
La poesía de Sánchez Menéndez se asienta sobre el sólido pilar de nuestra más universal tradición lírica y eso, junto a su manera de mirar el mundo y de abarcarlo adentrándose en sus miles de vericuetos, luces y sombras, permiten una atención mayor a cuanto acontece en el tiempo que le ha tocado vivir, y que él recupera con la sencillez y profundidad de su palabra precisa, aforística en muchas ocasiones; «El pasado no existe en el futuro, / tan solo se recuerda en el presente», «Ser invisible es encontrarse solo» o «Vivir es tratar de escapar / de estar vivo».
En este orden de las cosas que viene a ser también de las obras, de aquello que el poeta ha ido edificando a lo largo del tiempo, “Atender” constituye otro de los pilares de este poemario; mimar la palabra sigue siendo objetivo principal: «La palabra posee espacio corporal, / hospeda luz, efectos, / la cierta precisión de los instantes, / naturaleza, vida. // La palabra no ha muerto… // Su sustancia siempre ha sido / el universo». En este apartado hallamos versos esenciales, construidos sobre la base de lo vivido y aprehendido, escritos desde la asunción de lo vital e imperecedero, una luz interior («La luz de la mirada es nuestra alma»), lo bello invisible («Que solo es bello lo bondadoso») o la persistente aspiración a vivir, sin más: «Vivo con todo lo que sobra de lo ajeno, / de aquella claridad desconcertante, de la luz miserable en las mañanas…// Vivir, / vivir tan solo».
La poesía en Sánchez Menéndez consiste en un incesante abismarse en el misterio de las cosas.
Es la vida la que apremia, el tiempo que nos conduce a la nada y al todo, en un viaje finito, que nos sabe indefensos, débiles y derrotados, desamparados y moribundos. El poeta Sánchez Menéndez observa y atiende, para finalmente “Entender”, tres pasos necesarios para paladear Ese sabor antiguo de las obras; un recorrido por todos los silencios existentes en el mundo, ¿en la jaula? Comparte el poeta su soledad, que no es sino la soledad del cosmos entero, para seducirnos y salvarnos con su palabra: «Eso que llamas vida / o muerte / es la palabra». En definitiva, poesía en estado puro la que nos ofrece el poeta gaditano Javier Sánchez Menéndez.
Ese sabor antiguo de las obras. Javier Sánchez Menéndez, Chamán Ediciones, 2022.
EL AUTOR
JOSÉ ANTONIO SANTANO (Baena, Córdoba, 1957) cultiva la poesía, narrativa, ensayo y crítica literaria. Es licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Almería, y autor de más de veinte libros, entre los que destacan Profecía de Otoño; Exilio en Caridemo; Suerte de alquimia o Tiempo gris de cosmos, todos ellos galardonados con prestigiosos premios.
Santano es cofundador de Humanismo Solidario.