Fallecida en Lisboa en los últimos compases de 2022, Nélida Piñón, nacida en Río de Janeiro en 1937, dejó un último libro autobiográfico, Una furtiva lágrima, que tiene algo de luminoso testamento vital y literario. Formado por distintas piezas breves, este mosaico honesto y luminoso nos acerca a una de las mejores escritoras de Brasil en un texto sin espacio para la acritud.
© IGNACIO LLORET
No es la primera vez que me intereso por un escritor, por una escritora, con motivo de su muerte. En casi todas las ocasiones, ya me he cruzado antes con el nombre, con el apellido, ya he oído hablar de la persona. Entonces ocurre que, al morir ésta, yo me decido por fin a conocerla, a leerla, hago con ella lo que me gustaría que sucediese algún día conmigo.
Ahora sé más cosas sobre Nélida Piñón, la gran autora brasileña recién fallecida. No porque haya consultado noticias y obituarios, reseñas o semblanzas, sino porque acabo de terminar Una furtiva lágrima, su obra autobiográfica publicada en 2019. Claro, es eso lo que importa. Lo que importa es escuchar su voz, entrar en su mundo literario, dejarse mecer por su lenguaje.
Piñón escribe capítulos breves y dedica cada uno de ellos a un tema concreto.
En este libro testimonial, Piñón hace un recorrido por los asuntos importantes de su vida. En lugar de contarla de una manera convencional, a través de una narración cronológica, escribe capítulos breves y dedica cada uno de ellos a un tema concreto. Puede ser una persona, un animal, un objeto, un espacio, un momento, un concepto, un término o una faceta de su naturaleza, cualquier rasgo de su carácter. Y, aunque es cierto que aborda tantas cosas como episodios tiene el volumen, al fondo del mismo van perfilándose tres o cuatro constantes, unos pocos elementos, ideas o referencias que conforman a la mujer Nélida Piñón.
Con qué facilidad se gana al lector. Con qué rapidez, en apenas unas páginas, logra que la sigamos, que la entendamos, que la disfrutemos, que la queramos. Cómo resistirse a ese tono, a ese ánimo, a ese modo claro y sencillo de referirse a la cuestiones esenciales de nuestra existencia, de expresar lo fundamental. Más allá de las palabras, hay una escritora octogenaria que ya se encuentra al final del camino, al otro lado de los afanes y de las ambiciones y, sin embargo, no dejan de sorprendernos la lucidez y la honestidad con que se dirige a nosotros.
El libro se puede leer como un registro de agradecimientos.
Quizá porque Piñón es consciente de estar viviendo sus últimos años, insiste en recordarnos cómo es, de qué está hecha, de dónde viene, a quiénes debe lo que ha conseguido. En ese compendio de haberes, en esa especie de inventario sentimental, no hay lugar para el alarde, ni para el reproche, ni para el desquite, no hay ningún paseo triunfal. Se trata de restituir cada cosa a su sitio, de nombrar a cada individuo en su momento, de evocar cada situación por su importancia, de explicar un acto o una reacción por sus motivos. Es más bien un registro de agradecimientos, una forma conmovedora de devolver lo recibido.
Nélida Piñón no sería nadie sin sus antepasados gallegos, sin su condición de nieta de inmigrantes, sin su Brasil natal, sin la lengua portuguesa, sin Río de Janeiro, sin el amor y la dedicación de sus padres, sin la generosidad que tuvieron éstos a la hora de aceptar y apoyar a la hija escritora, sin su propia capacidad para observar a las personas y para amar a los animales, sin su imaginación, su sensibilidad para los sonidos y su curiosidad por las vidas ajenas, sin su interés por el mundo. He ahí el conjunto de sus deudas, el resumen incompleto de sus señas de identidad.
Con qué facilidad se gana al lector Nélida Piñón.
Y todo lo que ahora parece sólo una lista, una mera enumeración, es en realidad la superficie de lo otro, de todo lo demás. Me refiero a que, detrás de los títulos mencionados arriba, queda la delicadeza del discurso de Piñón, su manera exquisita de adentrarse en cada uno de esos asuntos. Porque éstos son también una excusa para desplegar su mensaje, el pretexto para ofrecernos reflexiones acerca del ser humano, de su alma encerrada entre empeños y miserias, de su condición pasajera. Sí, cada cuestión abordada es una nueva oportunidad de la autora para volver a serlo con su estilo, para serlo en su plenitud.
La muerte de una escritora es una ocasión más para descubrirla. Ese hallazgo nunca llega tarde, en él no hay lamento posible, pues la existencia literaria es una dimensión diferente. Claro, el autor vive para siempre en sus libros y nosotros lo visitamos cuando queremos. Entramos en su casa de flores tendidas sobre un estanque de aguas profundas y oímos cómo susurra en la oscuridad.
Una furtiva lágrima. Nélida Piñón, Alfaguara, Barcelona, 2019, 168 pp.
EL AUTOR
IGNACIO LLORET (Barcelona, 1968) es licenciado en Filología Alemana y en Derecho por la Universidad de Barcelona. Diploma de Estudios avanzados en Literatura y Ciencia Literaria por la Universidad del País Vasco. Ha publicado la novela Juguetes sin recoger (2002), el volumen de relatos Monocotiledóneas (2008), el libro de narrativa Tu alma en la orilla (2012), la novela El hombre selvático (2014), el libro de narrativa Nosotros como esperanza (2015), la novela El puente de Potsdam (2016), el libro de narrativa La pequeña llama del día (2017), el libro de relatos Diálogos animados con personas muertas (2018) y la novela Una ventana a la oscuridad (2020). Imparte cursos, talleres y conferencias. Colabora en periódicos, revistas y programas literarios de radio y televisión.