José Saramago (Azinhaga 1922 – Tías, 2010) vivió sus años más intensos en el ocaso de su vida. Envejecía a la par que su figura se agrandaba, tanto como para llegar a recibir el Nobel con 76 años e instalarse en un vivaz remolino hasta el final. De ello da cuenta su viuda, Pilar del Río, en unas memorias vicarias que tienen a A Casa, su refugio en Tías, como singular co-protagonista. Publica Itineraria, editorial situada en la propia Tías, bajo el título La intuición de la isla y en el año del centenario del escritor portugués.
© EDUARDO LAPORTE
El último suspiro le llegó a José Saramago un medio día de junio de 2010, recostado sobre su cama de la hermosa vivienda que compartía con su mujer, Pilar del Río. Su nombre, de resonancias portuguesas, no podía ser más sencillo: A Casa. Porque ese era el idioma que se sentía en ese rincón del Atlántico que decidió como última vuelta del camino, motivado por las controversias que generó la publicación de El Evangelio según Jesucristo y el rechazo mostrado por el gobierno de Cavaco Silva.
La intuición de la isla (Itineraria) se introduce en la casa, en A Casa, como último centro de gravedad permanente de la pareja, para a partir de ahí tejer una biografía singular y escrita por la testigo —y también cómplice— más autorizada: la periodista Pilar del Río. En el año del centenario del primer Nobel portugués, la publicación de estas memorias compartidas supone un pequeño acontecimiento a añadir a una celebración que ya ha contado con la reedición de sus obras en Alfaguara, rediseño de cubiertas, a cargo de Manuel Estrada, incluido.
¿Intuía Saramago que el Nobel, con toda su volcánica fuerza, iba a llegar y para ello más le valdría contar con un refugio seguro?
Una serie de movimientos conmemorativos que incluyeron también la publicación de la primera obra de Saramago, inédita hasta la fecha en España, y que volvió con su título original: La viuda. Fue en ese contexto —lo cual tiene un punto cómico/melancólico— en que la propia Del Río anunciaba en petit comité el fruto de meses de trabajo y de casi un cuarto de siglo de relación y admiración.
La intuición de la isla es un homenaje abierto y digno a Saramago, pero también un canto a ese lugar elegido que fue también testigo de los momentos más inolvidables de sus protagonistas: «Lanzarote no es mi tierra, pero es tierra mía». Pero, como la memoria es falible, todos esos recuerdos se fijan ahora en negro sobre blanco en una preciosa edición de Itineraria Editorial, el sello más indicado para llevar a buen puerto este proyecto.
«La autora de estas páginas rinde tributo al flujo de la vida a través de evidencias expresas, del concurso de los ámbitos domésticos y la revelación ponderada de la privacidad». Estas palabras del autor del prólogo, Fernando Gómez Aguilera (director de la Fundación César Manrique) dan la clave del libro.
Se despliega una cotidianeidad de manera generosa y rica en detalles, nombres y situaciones.
Porque ya lo señala la propia Pilar del Río al hablar de las cámaras que entraban día sí y día también a filmar dentro y fuera de A Casa: «Se filmaría la cotidianidad, nunca la intimidad, que esa es intocable».
Y así es esta inmersión en los días de Saramago en Lanzarote, cuya casa nos abre Pilar del Río las puertas hasta la cocina, literalmente, ya que era aquel un lugar privilegiado para el encuentro; en dicho lugar se celebraba cada mañana un desayuno con idénticos elementos: té, zumo de naranja, tostadas con aceite de oliva y azúcar y yogur.
Detalles de esa pequeña vida que escuchará todo aquel que disfrute de una de las amenas visitas guiadas que cada día se ofrecen en A Casa, que incluyen también acceso a la emblemática biblioteca, donde Saramago escribió El viaje del elefante. El libro de Pilar del Río se puede leer también como otra visita guiada a esa casa, a esa vida, con ella en un discretísimo y deliberado segundo plano, pero sin colocar a Saramago en la peana; al contrario, su figura avanza a ras de suelo, aunque a ratos parezca que se eleva algo, como un santón contemporáneo que no pudiera evitar esa condición.
Se despliega pues esa cotidianeidad de manera generosa y rica en detalles, nombres y situaciones. Un acercamiento oblicuo y personal al autor de El año de la muerte de Ricardo Reis, pero también a los menús de bacalao con que se agasajaba a los invitados, que eran muchos, en sentarse a la mesa de José y Pilar.
El libro de Pilar del Río se puede leer también como la mejor visita guiada a esa casa, a esa vida.
Por las páginas desfilan infinidad de personalidades de la cultura y la política. Bernardo Bertolucci, Ernesto Sábato, Sebastião Salgado, María Kodama… todos quieren conocer de cerca a esa personalidad que no ha renunciado a la utopía, al ideal de construir un mundo más habitable para el ser humano. Sin embargo, más allá de esa crónica social culta, perros incluidos, La intuición de la isla brilla en cuanto retrato de unos años no solo felices en el lugar elegido, sino claves en la culminación de una vida.
¿Intuía Saramago que el Nobel, con toda su volcánica fuerza, iba a llegar y para ello más le valdría contar con un refugio seguro? ¿Barruntaba, a principios de los noventa, que precisaría un lugar en el que protegerse de polémicas injustas, y hacerse fuerte para dominar el monumental festival que se le avecinaba? La respuesta, amigo, está en el aire. O quizá en la cima de Montaña Blanca…
La intuición de la isla. Pilar del Río. Itineraria Editorial, Lanzarote, 2022.
EL AUTOR
EDUARDO LAPORTE. Escritor y periodista cultural. Nacido en Pamplona en 1979, reside en Madrid desde 2005. Ha publicado libros como Luz de noviembre, por la tarde, o La tabla, en Demipage, así como un diario íntimo en la editorial Pamiela y su particular visión sobre Baroja en Ipso Ediciones.
En 2021, publicó otra entrega de su Diario a ninguna parte en la editorial papeles mínimos bajo el título de Tiempo ordinario y la primera biografía en español sobre Battiato (tras la de Margaretto de 1990) en el sello Sílex: En presencia de Battiato.