Tierras sin culpa | El regreso de Jacobo Cortines

En 2004, Jacobo Cortines publicó Consolaciones en el sello Fundación Lara. Ahora vuelve a la imprenta con Días y trabajos, un impecable trabajo poético de aliento petrarquista en el que demuestra su dominio del endecasílabo. Cargado de sutileza y sencillez pese a encarar temas ambiciosos e inmortales, la última obra de Cortines recoge también las influencias de las voces más hondas de su generación.
© JOSÉ CARLOS ROSALES

De los poemarios publicados por Jacobo Cortines (Lebrija, 1946), Días y trabajos (Sevilla, 2021) tal vez sea el que mejor resuma los propósitos estéticos, las orientaciones temáticas y las modulaciones expresivas de un autor que, sin encuadrarse del todo en ninguna de las corrientes más nombradas de la poesía española contemporánea, no deja por ello de mantener conexiones más o menos visibles con casi todas ellas.

Y es lógico que así sea porque uno de los vectores más sutiles de la obra poética de Cortines es su filiación petrarquista (no en vano ha traducido los Triunfos y el Cancionero de Petrarca), una filiación que va más allá del uso impecable del endecasílabo, filiación que se percibe en esa denodada búsqueda de la sencillez expresiva, en su huida de toda afectación, en su honda conciencia de la volatilidad del tiempo, en su capacidad introspectiva para analizar con detalle los estados anímicos o en su mirada incansable hacia una naturaleza llena de espejos o de símbolos, de sabiduría.

Una voluntad moral recorre algunas de las páginas de Días y trabajos.

¿Acaso no se respiran en los sonetos de García Lorca algunos de estos aires? ¿O en Miguel Hernández? ¿Y en El otoño de las rosas de Francisco Brines? ¿O en María Victoria Atencia, José Gutiérrez, Amalia Bautista, Rafael Juárez o Victoria León? Por no citar a Octavio Paz y su Piedra de sol.

Podríamos recoger algunos rasgos más de ese petrarquismo moderno que anima las posiciones poéticas de Cortines, pero sería excesivo; solo añadiremos uno más: esa voluntad moral que, de un modo u otro, recorre algunas de las páginas de Días y trabajos. Pensemos en ese poema extenso que, titulado ‘Europa’, adquiere hoy, cuando los misiles rusos están asolando Ucrania, una dolorosa actualidad: desolado poema construido sobre aquella foto de Darko Bandic que tanto nos sacudió en el verano de 1995, la de una mujer bosnia muerta en el bosque de Tuzla, una mujer que no pudo soportar el escarnio de la vieja guerra de los Balcanes, la mujer musulmana que dejó a sus hijos en un campo de refugiados para después ahorcarse.

A ella se dirige la voz poética y gracias a sus versos “hoy conocemos algo de tu historia. / Ferida Osmanovic era tu nombre, / y en una aldea minúscula vivías, / feliz con tus dos hijos, tu marido, / que fabricaba con maderas viejas / guitarrillas y cajas de cigarros”. Cortines piensa en la princesa fenicia raptada por Zeus y también en la actual Europa de “muros, barreras, vallas con cuchillas”. Y el poema termina con la fusión de todas ellas: “Tú ya no ves, Europa de amplios ojos, / la codicia y ceguera de esta tierra, / que fue la luz del mundo, y no ha sabido / ofrecerte la paz que merecías”.

La obra de Cortines como una sagaz declaración epicúrea de principios.

Esa aspiración moral de un mundo pacífico, o de una vida sin amenazas, se nos abre desde la primera página de Días y trabajos: “El sueño de un jardín / sin árbol de la ciencia, / sin normas ni serpientes, / sin crueles expulsiones”. Que ese poema abra el libro y que se titule “De vita beata” podría verse como una sagaz declaración epicúrea de principios. No nos equivocaríamos, entre otras razones, porque la figura de un jardín que se mantenga a salvo de los zarpazos del mundo sobrevuela algunos de los mejores poemas de este libro complejo y excepcional, un jardín al que volver, no un jardín para encerrarse, un jardín que el amor ha ido poblando de memorias y frutos, los de un árbol que no decaerá: “Tú lo plantaste cuando apenas era / una pequeña vara, pero mira, / mira cómo ha crecido en estos años, / donde lo fugitivo / eterno lo creímos; aunque hermoso / vivirlo así haya sido y revivirlo / con nitidez sin tiempo en la memoria / como dulce consuelo / en los trances hostiles”.

Ya he comentado que Días y trabajos es un feliz muestrario de los senderos poéticos recorridos por su autor; por ejemplo, precediendo al poema ‘Europa’, en su tercera sección, la que da título al conjunto, nos encontramos con otro extenso poema, “Como una melodía negra y cristalina”, esponjados versículos que nos traen la búsqueda de un origen, el de una melodía lejana, una “música extraña, dulce, hiriente, irresistible”, que guiará los pasos de nuestro protagonista hasta comprobar que ese camino es un regreso: “[…] Porque ir es volver; y volver, empezar. / […] Así lo lejano empieza a aproximarse, la música a sentirse, / no ya como sonidos vagos, lejanísimos, / sino con los perfiles de toda cercanía”.

Y ese regreso no es otro que el de volver al propio origen, un origen que también es el de esa música lejana, tal vez el origen de la pulsión poética, siendo imprescindible “[…] limpiar las horas / los días y los años de todo cuanto estorbe / para ir al regreso” y descubrir “cómo resuenan dentro de su cuerpo los graves, los agudos”, y luego, finalmente, diluirse mientras la voz que nos habla “por siempre la hace suya”.

Uno de los vectores más sutiles de la obra poética de Cortines es su filiación petrarquista.

En las secciones finales abundan los poemas de amor, en parte ya conocidos al haberse publicado en la antología En el mejor silencio (Sevilla, 2020): atmósferas íntimas, vida cotidiana y la convivencia con una enfermedad cuyo fatídico desenlace desemboca en una ausencia sin límites (“cómo pesa tu ausencia cada día”), pero no en la desesperación (“mientras yo viva vivirás conmigo”), una ausencia donde el brillo del amor nunca desparece: “Tú muy dentro de mí, y luz contigo / es todo el interior que me ilumina / los pasos del camino que recorra”.

En fin, estas páginas de Jacobo Cortines recogen una gama muy amplia de temas o de asuntos, ya sea el confinamiento que trajo la pandemia, los Sarmientos de Carmen Laffón, el mito de Pandora o sus homenajes a maestros y amigos: su poesía, siguiendo el modelo de una lluvia tranquila, fecunda “las secas sementeras” del mundo y sus versos funcionan como “la lluvia redentora / de unas tierras sin culpa”. Bienvenida sea.

Días y trabajos. Jacobo Cortines. Fundación Lara, Vandalia, Sevilla, 2021.


EL AUTOR

JOSÉ CARLOS ROSALES (Granada, 1952) es licenciado en Filología Románica y Premio Extraordinario de Doctorado en Filología Hispánica por la Universidad de Granada. En 1989 recibió del Ministerio de Cultura una ayuda a la creación literaria para escribir El precio de los días (Renacimiento, Sevilla, 1991). Con El horizonte (Huerga y Fierro, Madrid, 2003) obtuvo en 2002 el Premio de Poesía Ciudad de San Fernando; y con Poemas a Milena (Pre-Textos, Valencia, 2011), el Premio Internacional de Poesía Gerardo Diego. Existe una amplia antología de su obra poética, Un paisaje (Renacimiento, Sevilla, 2013; selección y prólogo de Erika Martínez). Su último libro de poemas, Si quisieras podrías levantarte y volar (Bartleby, Madrid, 2017), ha obtenido el “Premio al Mejor libro de poesía del año 2017” que otorga Estado Crítico, revista virtual de crítica literaria. También ha publicado Libro de faros (Málaga, Puerta del Mar, 2008; antología poética y estudio preliminar sobre la figura del faro en la literatura hispánica) y Memoria poética de la Alhambra (Sevilla, Vandalia, 2011; estudio introductorio y selección de poemas en lengua española relacionados con la Alhambra y el Generalife). Actualmente reside en su ciudad natal.