Topografía del deseo, topografía de la ciudad | Sobre Amores torcidos, de Recaredo Veredas

El autor escribe sobre la última novela de Recaredo Veredas, de quien destaca su dominio del espacio y de la psicología de los personajes.

© JUAN ÁNGEL JURISTO

Leí hace ya mucho tiempo Dilema, el primer libro de cuentos de Recaredo Veredas (Madrid, 1970) e hice una reseña elogiosa en ABC donde destacaba sobre todo la especial mirada que el autor arrojaba sobre las historias cotidianas que contaba, una mirada que, por cuestiones generacionales, debían cierta inspiración a Raymond Carver pero donde el lirismo de éste se veía atemperado por la vocación a la farsa que todo escritor español que se precie frecuenta ante una situación de denuncia, expresionismo que no viene que ni pintado desde los tiempos del Lazarillo y La vida del Buscón Don Pablos y que tiene su máxima expresión entre nuestras modernas letras en la figura de Ramón del Valle Inclán y en algunas narraciones de Camilo José Cela.

Veredas es autor que enmarca sus obras en Madrid, ciudad a la que ha  destripado de manera lúcida, prolija y consecuente. Se le escapan pocas cosas y casi estaría tentado en decir que respecto a la ciudad es el autor de su generación que mejor ha tomado el pulso a la ciudad. Es una mirada moderna, muy alejada de la tradicional en nuestras letras que veían en París el estandarte en que reflejarse y bebe de aguas norteamericanas en que el suburbio y su expresión forman parte integrante de su narrativa, y así es desde los tiempos de John Cheever, recordemos por un momento El nadador, y Bernard Malamud, amén del ya citado Carver y, desde luego, John Kennedy O´Toole, un escritor norteamericano extraordinariamente dotado para la farsa en un país donde se ha cultivado de forma meritoria desde los tiempos de Poe y Melville y Mark Twain. Como bien señala Elvira Navarro en el prólogo que ha escrito a esta última novela de Veredas, Amores torcidos:  Sus virtudes como narrador encontraron su mejor expresión, especialmente la de un humor que no le teme al disparate, al absurdo y a la astracanada para acometer una divertidísima caricatura social en la que no  deja títere con cabeza para, a continuación, apostillar: La presente novela, Amores torcidos, es un salto en su trayectoria.

El escritor Recaredo Veredas (© Luis Daza)

Lo que es cierto con rotundidad. Y, además, con certera definición. Se trata del pase de la farsa al retrato psicológico, lo que abunda en este caso en una mayor complejidad respecto al tratamiento de los personajes. De ahí que a Elvira Navarro le parezca, por ahora, la mejor obra de su autor. Si nos atenemos a ese criterio bien podemos decir que desde luego la obra representa un cambio respecto a la anterior. Un cambio de tratamiento, de mirada, de perspectiva. Los materiales con los que construye Veredas esta novela, sin embargo, siguen siendo los mismos. Y en este sentido habría que referirse a su fineza sociológica a la hora de describir los barrios que conforman la ciudad, desde los del extrarradio de adosados a los del Chamartín especulativo que da una idea de lo que podía esperarse de la clase alta madrileña durante el franquismo, desde los tradicionales del centro perdiendo a pasos agigantados sus señas de identidad a los lugares suburbiales próximos a la marginación, vale decir, la frontera con los polígonos industriales. Valga como muestra: Escogieron un colegio concertado, con vallas oxidadas y canastas dobladas, emplazado en el límite de la Avenida del Norte, allí donde se cruza con San Lucas, barrio levantado en los años del desarrollismo, hogar de miles de emigrantes españoles y conocido por el tráfico de heroína. Un barrio que no existía para los habitantes de la Avenida salvo por los ladrones que cruzaban la frontera y robaban en los garajes o este otro, justo en la otra orilla del espectro social:  Antes de elegir el colegio Alameda visitan un par de centros en la zona. Pueden optar por la progresía gala del Liceo francés o el liberalismo de algún imitador de la Institución Libre de Enseñanza, pero apuestan por la disciplina militar. No son franquistas ni dejan de serlo, en nada se diferencian de la inmensa mayoría. Nunca apoyaron al régimen pero temen el desorden y las drogas, que empieza a llenar de jeringuillas los parques… les convence la visita a la sala de profesores: aún mantienen-con pereza,como si no supieran que siguen alli- un retrato de José Antonio y otro del Caudillo.

Respecto a la ciudad es el autor de su generación que mejor le ha tomado el pulso. Es una mirada moderna, muy alejada de la tradicional en nuestras letras

Veredas introduce de continuo esas lecciones de sociología que hacen que el lector reconozca el terreno por donde planea de manera certera pero creo que la multiplicidad de tal recurso resta fuerza a la narración ya que si en vez de introducir un discurso abstracto sobre los distintos espacios de la ciudad hubiera optado por contar historias cuyo desarrollo no demuestran nada porque se limitan a mostrar y por eso son más efectivas hubiera ganado en grandeza narrativa porque hubiera convertido esas definiciones en relato.

Esto en lo referente a la topografía de la ciudad, que es el marco donde se desarrollan las historias, que suelen aludir a toda un mapa desplegado del deseo y no debemos olvidar que la obra de Veredas reúne en feliz condición estas dos modalidades, que se complementan haciendo de la ciudad un recipiente donde se cruzan miles de historias deseosas y deseantes. Amores torcidos trata del deseo y de su frustración obligada en una ciudad que no es ni peor ni mejor que otra, sencillamente se trata de la que toca en el abanico de las probabilidades, que por otra parte no son muchas.

Esa topografía del paisaje se complementa en una topografía de la ciudad que a veces armonizan entre sí y a veces rechinan, que es lo que suele pasar cuando se describen situaciones duales. Y Amores torcidos es novela inscrita en la dualidad, las historias rivales de Antonio y Martín, desde luego, pero también los tempos espaciados  de la narración, que transcurren en 1986 y 2019, la primera fecha sirviendo de referente y explicación, probable, de lo que acontecerá después, en 2019, es decir, la infancia de Martín, la de Antonio, asimismo, que se resolverán en un destino muy distinto en 2019, un año marcado en un símbolo de lo que significa para ellos ese inmenso topos que es Madrid reducido ahora el mundo entero en la Torre Picasso, de Minoru Yamasaki, en pleno centro financiero y del que Veredas apostilla convenientemente, realizando de paso otra definición certera del nuevo desarrollismo  madrileño: Copió su propio proyecto, levantado en Seattle, miles de kilómetros al este, junto a las corrientes heladas del Pacífico.

Novela, pues, del deseo, que lleva al engaño, como no podía ser de otro modo. Veamos:

– El dinero no lo es todo. Vamos a disfrutar más tiempo de nosotros. Volveremos a ser una familia- dice con una sonrisa abierta, cerrada por un portazo.

-Imbécil.

Un autor a quien se ve evolucionar en cada nueva entrega, signo de que su arte está vivo

Cito este párrafo como un ejemplo entre muchos, muy bien resuelto entre el contraste producido  por  la sonrisa abierta y su contestación en el portazo, que es la única respuesta ante la vulgar y tópica justificación con que Martín intenta adaptarse a su caída social, una caída prevista en la estadística en que se basan los cautos defensores del liberalismo a ultranza que en el fondo copian la cautela de sus antepasados cuando, por cautela, abrazaron la germanofilía y, pocos años más tarde, empezaron a perdonar al mismo tiempo que empezaron a darse cuenta de la pujanza del poderío de su sistema económico a ese país que les venció en Cuba pero que, gracias a ese sistema, han logrado cotas inimaginables hasta entonces de bienestar. Por cautela. Igual que, por cautela, lograron una transición que se tiene por modélica.

Todo esto se halla en esta novela de Veredas. Así la descripción del ambiente en esa empresa de Torre Picasso: El jefe, para los jóvenes, es un ser lejano, casi un emperador, a quien conviene no molestar ni llamar demasiado la atención. Cerca de la medianoche se producen las primeras bajas, que son recibidas con abucheos. Abrazos al homenajeado, gritos de calzonazos y cabrones. Aman a América, a Wall Street y reproducen todos los gestos de sus colegas gringos,

De esta manera Amores torcidos se enmarca, dentro del panorama de la obra de su autor, como una novela que da un salto sobre la anterior, más dada a la farsa, pero leyendo con atención la narración se percibe una disposición que puede causar sorpresas gratas en futuras obras. Es lo mejor que se puede decir de un autor a quien se ve evolucionar en cada nueva entrega, signo de que su arte está vivo.

Amores Torcidos. Recaredo Veredas. Tres Hermanas Libros. Madrid, 2021. 344 páginas, 18,50 €.


EL AUTOR

JUAN ÁNGEL JURISTO Escritor, crítico y periodista. Nació en Madrid en 1951. Estudia filología española en la Universidad Complutense. Ha colaborado, entre otros medios, en El País, dirigido la revista literaria El Urogallo y la sección de cultura en El Independiente y El Sol. Ha ejercido de crítico en La Esfera, del diario El Mundo. Más tarde se incorporó a La Razón y actualmente colabora en ABCD las Artes y las Letras. Ha colaborado en las más importantes revistas literarias y culturales españolas. Es autor de los ensayos Para que duela menos (1995) y Ni mirto ni laurel (1998). Es autor de tres novelas: Detrás del sol (2006), El hilo de las marionetas (2008) y Vida fingida (2012).