El autor reseña el último poemario de José Luis Puerto, inspirado en diversas obras de arte, donde combina la crítica artística con la creación poética.
© BRUNO MARCOS
Charles Baudelaire se preguntaba en 1846 para qué servía la crítica de arte y cómo debía ser esta, su respuesta es aún hoy sorprendente: Creo sinceramente que la mejor crítica es la que es amena y poética; no esa otra, fría y algebraica, que, bajo el pretexto de explicarlo todo, no siente ni odio ni amor, y se despoja voluntariamente de toda clase de temperamento; (…) Así, la mejor reseña de un cuadro podrá ser un soneto o una elegía. Pero ese género de crítica está destinado a los libros de poesía y a los lectores poéticos. Pues he aquí este libro reciente de José Luis Puerto como materialización de esa crítica ideal que señalara Baudelaire en su día. Nombres de la mirada reúne los poemas más significativos que el poeta ha escrito desde el año 1987 al 2019 sobre obras artísticas, textos que se inspiran en gran variedad de producciones, desde restos arqueológicos hasta obras actuales, pasando por piezas cultas o populares, anónimas o de grandes autores.
La aproximación de Puerto a las creaciones artísticas tiene lugar a través de la concepción de obra como producto de la vida y como objeto vivo a su vez; nunca plantea cuestiones metalingüísticas, las imágenes para este poeta son lo que representan, nunca ilusiones sino realidades plásticas cuya excelencia conecta con la verdad de las cosas. Lo más llamativo de entrada es que estas piezas literarias de José Luis Puerto hacen caso omiso a la constante amortización que la categoría de lo bello ha sufrido a lo largo de la Edad Contemporánea para encontrarla tanto en una piedra labrada como en la famosa fotografía del miliciano abatido de Robert Capa.
La aproximación de Puerto a las creaciones artísticas tiene lugar a través de la concepción de obra como producto de la vida y como objeto vivo a su vez.
Toda la primera parte versa en torno a las piedras: dólmenes prehistóricos, estelas funerarias, aras votivas, esculturas íberas… Huellas y señales donde la autoría individual ha desaparecido y en las que se encuentra la presencia solidificada del tiempo y su misterio: recuerdo, memoria, pero también semilla que fecunda el futuro como en un ciclo en el que su materia asienta lo verdadero. Cuando las piedras construyen templos, como el de Volúbilis o Frómista, el autor escucha su silencio llegando en el oxímoron a sentirse salvado por instantes de la muerte. También se ocupa en los primeros versos de antiguas alhajas que hacen imaginar los cuerpos que las llevaron y el ubi sunt irrumpe en los poemas: dónde están, de quiénes fueron… ¿En qué cuello lució (…) ¿Dónde fueron los ojos?
Más adelante Puerto se adentra en la pintura barroca con varias poesías dedicadas a Zurbarán, entre ellas dos de los mejores poemas del volumen escritos sobre el conocido Agnus Dei, el cordero atado antes de morir que simboliza a Jesucristo. En ellos se contraponen inicialmente la visión de la inocencia y la inminencia del sacrificio que, en realidad, vienen a presentar un estado de gracia.
Al llegar al Romanticismo es cuando el poeta, ante la categoría estética de lo sublime, se ve más abismado. Frente a la pintura de Friedrich sobre los montes de Silesia con árboles secos y sin hojas, en valles tomados por la niebla, su mirada se tiñe de negro y, aunque predice el germinar tras el fin del invierno que se contempla, nombra el «estar para la muerte».
Cabe destacar un poema que da la clave no sólo de este libro sino de toda la obra de José Luis Puerto y de su forma de estar en el mundo, se trata del que dedica al ángel sonriente de la catedral de Reims, la conocida escultura que cierra el esquematismo religioso y formal de la Edad Media para mostrarnos lo que el poeta anhela: una rehumanización de la existencia.
Un itinerario de imágenes que componen un discurso hecho con emociones reveladoras.
Puerto hace convivir a lo largo de estos poemas la écfrasis, descriptora minuciosa de cada obra que mira y siente, con la construcción simbólica hasta crear una iconografía propia, un atlas de memoria visual, su propia historia del arte, un itinerario de imágenes que componen un discurso hecho con emociones reveladoras que concluye finalmente con la tríada nuclear de toda su literatura: verdad, bondad y belleza.
Nombres de la mirada. Reunión de poemas sobre arte (1987-2019). José Luis Puerto. Calambur. Madrid, 2020. 188 páginas, 15 €.
EL AUTOR
BRUNO MARCOS (San Sebastián, 1970) combina la actividad en el campo de las artes plásticas con la literatura y la docencia. Además de textos y artículos, ha publicado una obra poética, Libro de las Enumeraciones (1996); un ensayo de estética, Muerte del arte (1997); las novelas Lo más profundo es la piel (2002) y La fiesta del fin del mundo (2004); así como los diarios Nevermore (2007) y Suite Voltaire (2009) más un libro de viajes: Últimos pasajes a la diferencia (2016). Ha sido incluido en varias antologías o libros colectivos y recibido premios como los de Arte Joven de Castilla y León, Creación Literaria del Ministerio de Cultura, Letras Jóvenes de Castilla y León, Creación Literaria del Instituto Leonés de Cultura o Pro-arte de Castilla y León. Fue comisario de las exposiciones Arqueologías del futuro (FCAYC) y Región (FCAYC-MUSAC), así como del proyecto El viento ya está escrito (FCAYC) y, durante cuatro años, miembro del comité asesor del Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León (MUSAC). En la actualidad, ejerce la crítica cultural en los periódicos ABC y La Nueva Crónica, entre otros medios.