Sobre «El infinito en un junco», de Irene Vallejo 

El autor aborda uno de los más recientes libros que se han convertido en un auténtico fenómeno editorial. Algo más que un best-seller.
© JOSÉ ANTONIO SANTANO

Nunca antes había sentido la necesidad de reafirmarme en la idea de que “La literatura es nuestra salvación”, o aquello de “Los libros son salvavidas”. Tal vez porque vivimos tiempos difíciles en los que el género humano tendrá que replantearse formas de vida hasta ahora excesivamente mercantilistas y egocéntricas. Tal vez porque nos demos cuenta que, alertados por esta pandemia del COVID-19, es vital y ojalá así suceda, transmitir la imperiosa necesidad de cambiar nuestros hábitos de vida por otros más acordes con la verdadera función del hombre en este planeta que, de seguir así,  todos, absolutamente todos seremos responsables, de su devastación final.

No es baladí, pues, y de acuerdo con lo dicho que, los libros conformen esa parte alícuota de salvación, porque unen, forman, educan, entretienen y, lo que es aún más importante, nos hacen libres. En ellos hallamos lo mejor y lo peor del ser humano, como la vida misma, y por ello tras el discernimiento de lo vivido y aprehendido, tras siglos y siglos de haber formado parte de todas las culturas, el mayor tesoro que se pueda conceder a la humanidad cabe en nuestras manos: un libro. Precisamente quiero señalar hoy aquí, en este espacio santuario de la lectura, un libro extraordinariamente ambicioso, equilibrado, coherente, analítico, escrito con una sensibilidad apabullante, realista y esperanzador, impecable en su edición, rigurosamente documentado, y actual, de una actualidad que nos devuelve la creencia de que sea el hombre, una vez más, el centro del Universo. Este libro al que aludo no es otro que El infinito en un junco, autoría de una de las plumas más interesantes y convulsas del panorama de las letras españolas actuales, Irene Vallejo (Zaragoza, 1979). Con este libro Vallejo ha sabido atraer al lector en general, incluso a aquellos que andan remisos a emprender esta deliciosa aventura. El viaje que nos propone Irene Vallejo y el protagonista que lo sustenta no es otro que el libro, la invención de los libros en el mundo antiguo. Lo primero que llama la atención de este magnífico ensayo es su título, tan poético-filosófico y tan adecuado, o, ¿cómo si no interpretar ese tiempo que mece el junco, pero incapaz de derribarlo? El libro, a pesar de todos los intentos de extinguirlo sigue ahí, desde la Antigüedad hasta nuestros días, quizá tambaleándose en ocasiones (quemas, persecuciones, prohibiciones, etc.), pero resistiendo, sobreviviendo siempre al Maligno. Así se cuenta esta realidad que ha sobrevivido, por fortuna, en el tiempo. Irene Vallejo nos redescubre el placer de la lectura y el origen de ese objeto llamado libro que tanto conocimiento y libertad ha aportado a la Humanidad. Su autora ha sentido desde su infancia ese pálpito, gracias a su madreesa mano firme de algodón-, a quien dedica el libro, sentido -digo-, ese desmesurado amor por los libros, y ahora, con este arduo trabajo viene a demostrarlo. Nos invita Vallejo a acompañarla en este apasionante viaje. Recorremos de su mano la sabia Grecia y la Imperial Roma, pero también entre una y otra, en una suerte de hermoso mestizaje, mecido como el junco al albur del aire, ha ido complementando con rigor e ingenio el arte de escribir, que no es otro que el de vivir intensamente cada pasaje, cada párrafo o línea que enriqueciera la lectura y posibilitara la ocasión de alcanzar algo más de saber o pensamiento, todo el que sobre los libros ha ido deparándonos la historia de la Humanidad. Un camino que, a priori, se vislumbra complejo, pero que Vallejo ha ido sorteando con la mejor de las herramientas, la lectura y el estudio pormenorizado, el análisis hasta llegar al más que óptimo resultado de su trabajo. Dos partes y un epílogo constituyen el esqueleto. La primera de ellas titulada “Grecia imagina el futuro”, en la que Vallejo ahonda en los orígenes de la invención de los libros: Alejandría: la ciudad de los placeres y los libros; la capital del sexo y la palabra. En este viaje hallaremos la famosa Biblioteca de Alejandría, tablillas y papiros, la piel de los libros, la invención del alfabeto, las librerías ambulantes, la quema de libros, como también hallaremos la palabra de Hesíodo, Ptolomeo, Pericles y Aspasia, Sócrates, Heráclito, Aristóteles, Estrabón, Eurípides, Páladas, Hipatia, Calímaco, Esquilo, Sófocles, Antifonte y tantos otros que fueren germen de la paideía (educación) que vino a ser como «la única tarea a la que merece la pena consagrarse en la vida». Así, «la inmortalidad se ponía al alcance de todos, a través de la cultura, la palabra y los libros».

La segunda parte “Los caminos de Roma”, ciudad que desde su fundación tuvo una terrible leyenda, un fratricidio, el de Rómulo a Remo. De manera que el pueblo romano, sustentado sobre la invasión de territorios y el botín de sus victorias, no tuvo más remedio que reafirmarse en la cultura procedente del mundo helenístico, asumiendo así que la cultura griega era superior a la suya y convirtiéndose la literatura, también, en botín de guerra. «En la Antigüedad grecolatina -nos dice Vallejo-, el trasvase cultural sucedió en condiciones más despiadadas. No hubo sueño romano, ni galerías de arte ni universidades ávidas de albergar el talento extranjero, sino un enorme número de intelectuales y artistas griegos desembarcaron en la Urbe para ser vendidos como esclavos». La esclavitud es un elemento distorsionador, la más grande lacra, y un aterrador miedo se impuso en todos los sectores de la sociedad. De esta manera afirma Vallejo: «La historia de los libros en Roma tiene como protagonista a los esclavos», de donde se deduce que las clases poderosas. Safo, Quintiliano, Marcial, Horacio, Séneca, Hermógenes, Marco Varrón, Tito Livio, Virgilio, Propercio y Ovidio, entre otros serían faros de la antigua Roma. «La invención de los libros -añade Irene Vallejo- ha sido tal vez el mayor triunfo en nuestra tenaz lucha contra la destrucción. A los juncos, a la piel, a los harapos, a los árboles y a la luz hemos confiado la sabiduría que no estábamos dispuestos a perder. Con su ayuda, la humanidad ha vivido una fabulosa aceleración de la historia, el desarrollo y el progreso». Y así lo corrobora también Stefan Zweig en “Mendel, el de los libros”: «Los libros se escriben para unir, por encima del propio aliento, a los seres humanos, y así defendernos frente al inexorable reverso de toda existencia: la fugacidad y el olvido». Desde luego que, y así me reafirmo, este libro de Irene Vallejo, es memorable, oportuno para el tiempo que vivimos, enriquecedor por sus aportaciones al conocimiento, creativa en su forma de contar y de una sensibilidad poco frecuente en el panorama de las letras españolas. Recordemos que el único lugar donde fueron abolidas las fronteras y convivieron en paz todas las culturas existentes fue en los anaqueles de Alejandría. Quizá tengamos que replantearnos nuestra condición y pertenencia a la mal llamada Unión Europea, cuando dejamos que el más grande legado recibido, cual es las letras, los libros y la memoria, sea presa del más salvaje mercantilismo. El infinito en un junco es la historia de una silenciosa e intrépida cazadora de libros, de una gran escritora que seguro nos volverá a sorprender en un futuro inmediato. De este monumental homenaje a los libros me quedo con estas palabras de Irene Vallejo contenidas en el epílogo, y que me parece resumen de forma magistral todo lo que ha significado y significa el libro en el desarrollo y progreso de toda sociedad que se precie: «Somos los únicos animales que fabulan, que ahuyentan la oscuridad con cuentos, que gracias a los relatos aprender a convivir con el caos, que avivan los rescoldos de las hogueras con el aire de sus palabras, que recorren largas distancias para llevar sus historias a los extraños. Y cuando compartimos los mismos relatos, dejamos de ser extraños».  

El infinito en un junco 
Irene Vallejo
Siruela. Madrid, 2019   


EL AUTOR

JOSÉ ANTONIO SANTANO (Baena, Córdoba, 1957), cultiva la poesía, narrativa, ensayo y crítica literaria. Es Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Almería, y autor de más de 20 libros, entre los que destacan: Profecía de Otoño. Premio Internacional de Poesía “Barro”. (Sevilla, 1994); Exilio en Caridemo. Premio Ciudad de El Ejido de Poesía 1995 (IEA, Almería, 1998), Íntima heredad. Accésit Premio Internacional de Poesía Rosalía de Castro,(Endymion, Madrid, 1998), La piedra escrita (Alhulia. Salobreña, 2000), finalista Premio Nacional de la Crítica 2000, Suerte de alquimia (Alhulia. Salobreña, 2003), finalista del Premio Andalucía de la Crítica 2003, Trasmar, de narrativa (Alhulia, Salobreña, 2005), Premio Andalucía de la Crítica “Ópera Prima” 2005Las edades de arcilla (Alhulia, Salobreña, 2005); Razón de ser. X Premio Internacional de poesía “Luis Feria” 2008, Caleidoscopio (IEA, 2010), Estación Sur (Alhulia, 2012), Tiempo gris de cosmos. Premio Gremio de Libreros de Almería al mejor libro de poesía 2014, (Nazarí,Granada, 2014), Memorial de silencios. Ediciones en Huida (Sevilla, 2014), Los silencios de La Cava (Alhulia, 2015),  La voz ausente (Alhulia, 2017), Lunas de oriente (Ediciones Dauro, 2018) y Cielo y Chanca (2019). Textos suyos han sido traducidos al catalán, euskera, gallego, inglés, francés, italiano, búlgaro, rumano, ruso, alemán, portugués, griego, árabe y chino. Actualmente es miembro de la Asociación Española de Críticos Literarios y de las Juntas Directivas de ACE-A (Asociación Colegial de Escritores de España, Sección Autónoma de Andalucía)AAEC (Asociación Andaluza de Escritores y Críticos Literarios). Asimismo es cofundador de Humanismo Solidario y miembro de la junta directiva de la Asociación Internacional Humanismo Solidario.