Un acercamiento a la cultura poliédrica, diversa, profundamente interrelacionada en sus distintas disciplinas, de la Europa del silgo XX. La crítica al libro Constelación de pasaje, de Josep Casals
© POR PEDRO GARCÍA CUETO
Josep Casals es profesor en la Universidad Autónoma de Barcelona, pero también es escritor, un ensayista e investigador que ha trenzado todo un mundo de cultura en sus libros. Si sus Afinidades Vienesas derrochan el afán cultural de la Europa del siglo XX en Centroeuropa, donde convivieron grandes pensadores y el mundo parecía un rompecabezas, derrotado por Guerras Mundiales, pero como un ave fénix resurgiendo siempre de las cenizas a través de la gran cultura que se fue gestando en los países de nuestro cercano universo cultural. Intelectuales como Robert Musil, que abrió, con El hombre sin atributos, la crisis de un ser humano que ya ha perdido su identidad, un ser anónimo, sin nombre, que ya no existe como individuo, sino que pertenece a la masa, como ya nos transmitió Kafka en esos protagonistas marcados por una inicial, seres derribados de todo protagonismo, que buscan al agrimensor para no llegar a ninguna parte en la fundamental El castillo. La Europa de las identidades muere en el siglo XX, con Freud y el psicoanálisis, con la sensación de perpetrar un suicidio social en el hombre a través de la devastadora Revolución Rusa, donde los que pretenden defender al pueblo serán nuevamente tiranos tan pronto lleguen al poder.
En este siglo convulso Casals ha sabido ver relaciones insólitas que ningún otro investigador ha logrado comparar, en este afán difícil nace Constelación de pasaje, un libro complejo donde respiran juntas la poesía, la pintura, la novela, la música, la arquitectura, todo entra en ese mosaico cultural que es el libro, para Casals, la música dodecafónica de Shonberg abre nuevas perspectivas en el mundo, ese músico especial que perseguía a Mahler sabiendo que el mundo moderno ya era un via crucis de falta de identidad y de olvido. Conviven esos impresionistas como Manet, Renori, Van Gogh, que ya abrían la senda a un nuevo universo, a través de la pincelada breve, donde los contornos no acaban de verse, es el inicio, el prólogo a ese universo de seres sin identidad que irá fraguando el siglo XX.
Las comparaciones entre pintores, músicos, cineastas, todo es un mosaico, un universo que nos va enriqueciendo y que nos lleva de nuevo a ellos para encontrarnos ante la pérdida de identidad de nuestro tiempo.
El mundo del cine está presente, confieso mi debilidad por el séptimo arte desde niño, al leer el libro he podido disfrutar de las sabias apreciaciones de Casals, porque el cine abre un nuevo universo, el personaje de Renoir hijo, Boudou, es “inapresable como el viento o el agua”, dice Casals, porque ya no somos seres que podemos aprehender el mundo, sino que el mundo se escapa por todos sus poros. Si Renoir padre, el pintor, es todo impresión, donde vamos dejando la mirada en cada imagen de sus cuadros, el hijo es la propia mirada, que penetra en su profundidad en un lenguaje nuevo, que sin sustituir al de la literatura, la pintura o la música, lo complementa, son diferentes miradas para expresar un nuevo mundo, ya lejano del que había perpetrado el siglo XIX. Frente a este, en el XX, para Casals, los diferentes artes conviven, la música, en su afán de abstracción, desde la fuerza de un Wagner, ya publicista del régimen totalitario a un Stravinsky que abre nuevas sendas en la música. La arquitectura de Adolf Loos, la literatura de Proust que expresa como si fuera un cuadro el mundo de sus personajes, los va cincelando y los disecciona con detenimiento.
Hay tanta cultura en el libro que ese universo nos va llenando: Thomas Mann y el mundo de seres en crisis, como ese sanatorio de personajes que están enfermos de sí mismos, como es en realidad, el siglo XX, en La montaña mágica, o ese amor por la belleza en su alto sentido, donde cualquier sexualidad se pierde y todo se convierte en arte en La muerte en Venecia, que Visconti lograría pintar con imágenes en la célebre película.
Después de leer el libro, se entiende muy bien la capacidad camaleónica del arte, que está en todo, las comparaciones entre pintores, músicos, cineastas, todo es un mosaico, un universo que nos va enriqueciendo y que nos lleva de nuevo a ellos para encontrarnos ante la pérdida de identidad de nuestro tiempo.
Un gran esfuerzo hay en el libro, porque las referencias son muchas, a películas, a libros, a cuadros, hace falta que el lector esté ya preparado para sumergirse en su lectura, desde la cultura del libro nos hacemos más cultos y nos damos cuenta de la importancia del saber, que no nos salva de la muerte, cuestión inevitable y del horror vacui, pero sí nos hace mejores, como seres humanos, más sensibles al mundo que nos rodea. Si en un mundo donde la tecnología lo invade todo, nos olvidamos del pasado y de todo lo que han hecho los grandes hombre que cita en su honda investigación Casals, seremos seres sin recuerdos, solo quedarán esos habitantes que aprenden libros de memoria, como ya nos hizo ver Ray Bradbury en su famosa novela, al final sin el arte el ser perderá su esencia, será un ser vivo sin referentes y sin perspectivas. La lectura del libro nos invita a mirar de nuevo el mundo, todo un reto esta Constelación de pasaje de Casals.
EL AUTOR
PEDRO GARCÍA CUETO. Ensayista español (Madrid, 1968). Doctor en filología y licenciado en antropología por la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). Docente en educación secundaria en la Comunidad de Madrid. Crítico literario y de cine, colaborador en varias revistas literarias y de cine, autor de dos libros sobre la obra y la vida de Juan Gil-Albert y un libro, La mirada del Mediterráneo, sobre doce poetas valencianos contemporáneos.