De qué hablamos cuando hablamos de realidad digital

Juan Ángel Juristo reseña Demolición, la última novela del veterano narrador Raúl Guerra Garrido, en la que demuestra que su avanzada edad y la comprensión de la modernidad no están reñidas. 

© JUAN ÁNGEL JURISTO

Resulta curioso que un escritor de 84 años y con una obra narrativa vasta y suficientemente cumplida se enfrente a algo tan sospechosamente de ahora como es la realidad digital, y resulta curioso porque en la literatura española ese destino no le ha acontecido a un joven escritor veinteañero sino a un novelista que entre cosas ha pasado por lo más crudo de la cuestión política de nuestro país en aquellos años de plomo del País Vasco cuando ejerció de farmaceútico en San Sebastián, fue cofundador del colectivo Ermua, criticó el Pacto de Estella y tuvo que dejar el negocio de la farmacia en el barrio donostiarra del barrio de Alza por acciones de la kale borroka . Así, Raúl Guerra, que aunque nacido en Madrid, en 1935, siempre se consideró de ascendencia berciana, donde pasó su infancia en Cacabelos hasta que se estableció en el País Vasco en 1960, un escritor que adquirió cierto prestigio cuando en 1976 ganó el Premio Nadal con Lectura insólita de El Capital, al que han seguido títulos como La mar es mala mujer o Escrito en un dólar, y pongo estos ejemplos para dar cuenta de la tremenda versatilidad de su obra, que abarca desde narraciones que ejemplifican la emigración en la década de los sesenta de los extremeños al País Vasco hasta narraciones del thriller más canónico.

Guerra nos ofrece una incursión en el mundo de esa zona de sombra donde no sabemos si subir o bajar porque la realidad está alterada simplemente porque la relatamos y la percibimos ya de otra manera.

Una literatura, y también una forma de ver el mundo y enfentarse a él, que comenzó en 1969 con Ni héroe ni nada, título que conformaba por lo menos cierta mirada distante hacia la retórica de los símbolos, sean estos de la procedencia que fuera, y que al año siguiente siguió con Cacereño, una narración que tenía ciertas connotaciones autobiográficas y que trataba el tema de la emigración extremeña al País Vasco, los llamados maquetos, ya en 1971 aparece Medicamentos españoles, un ensayo sobre su profesión de farmaceútico y que traemos a cuento aquí porque en Raúl Guerra Garrido la obra y su vida están unidas con hilos muy persuasivos. El que la farmacia que poseía en San Sebastián, en el barrio de Alza, fuera atacada varias veces hasta que en 2000 tuviera que abandonarla definitivamente porque la calcinaron en un atentado, esto, el que perteneciera como fundador del Foro Ermua y que finalmente dejara el País Vasco, como Agustín Ibarrola, Txema Portillo o Mikel Azurmendi, tiene su correspondencia en Lectura insólita del Capital, novela que ganó en 1976 el Premio Nadal, y que sigue siendo uno de los mayores logros literarios en su ya vasta obra. En ella un industrial vasco secuestrado por ETA lee, porque sólo le han dejado para mantener su encierro un libro que resulta ser un resumen de El Capital, de Karl Marx.

De ahí que tampoco nos resulte extraño, antes bien, goza de una implacable coherencia, el que Raúl Guerra se decantara por el thriller después, con títulos como Escrito en un dólar,  La costumbre de morir y Tantos inocentes, y pongo esto sólo como muetsra de una obra enorme y compleja que toca temas curiosos y a veces insólitos: así, el ensayo que publicó el pasado año, Un morroi chino con un higo en la coleta o Esto no es un ensayo sobre Miró, título que recoge el “Esto no es una pipa” de Magritte, pero que nos sirve para introducirnos en el especial mundo que nos vamos a encontrar en Demolición, su última entrega narrativa,  una nouvelle de bella experimentación y resultados sorprendentes, tanto por la complejidad de lo tratado como por la originalidad en el modo de abordar la biografía de un personaje. Cierto que la cosa no es nueva y que la última obra de Don DeLillo, Cero K, nos acerca a un mundo semejante, por lo menos en su paralelismo, al que trata Raúl Guerra, pero sucede que la gracia de la novela de Guerra consiste en que el personaje de la misma es real y con ese juego, que se asemeja mucho pero en otro orden de cosas, a Zelig, de Woody Allen, nuestro autor se sumerje en un mundo muy poco tratado como es el de la realidad virtual, no conozco en nuestro ámbito una novela que aborde la cosa de frente, como ésta de Raúl Guerra, lo que en cierto modo la convierte por ahora en única y, desde luego, en pionera.

Una nouvelle de bella experimentación y resultados sorprendentes, tanto por la complejidad de lo tratado como por la originalidad en el modo de abordar la biografía de un personaje.

Demolición es una de las narraciones con más coraje literario que han aparecido en España en los últimos años: se trata en principio de una biografía no autorizada del  artista Jesús Expósito, ya muerto y del que Raúl Guerra comenzó a interesarse por él cuando recibió una invitación de una galería de arte que exponía obra de Expósito y donde se rogaba al asistente que no abriera los ojos durante los 15 minutos que duraría la estancia en la galería. A partir de aquí y del convencimiento del propio Expósito de que había nacido por generación espontánea porque había sido abandonado al nacer al lado de una carpintería en Cáceres, Guerra nos ofrece una incursión en el mundo de esa zona de sombra donde no sabemos si subir o bajar porque la realidad está alterada simplemente porque la relatamos y la percibimos ya de otra manera, lo que nos mete de lleno en un modo de abordar la biografía que tiene en cuenta el modo cuántico de experimentación. Raúl Guerra, desde luego, no es un físico, pero aprovecha el resultado metafórico de la teoría científica para echar una mirada y, de paso, poner en solfa la convención de nuestra mirada a la realidad cotidiana. Metáfora llena de humor e ironía sobre el arte de narrar, Demolición es un libro no sólo valiente sino delicioso.

Demolición. Raúl Guerra Garrido. Alianza Editorial. Madrid. 2018. 212 páginas.

 


JUAN ÁNGEL JURISTO Escritor, crítico y periodista. Nació en Madrid en 1951. Estudia filología española en la Universidad Complutense. Ha colaborado, entre otros medios, en El País, dirigido la revista literaria El Urogallo y la sección de cultura en El Independiente y El Sol. Ha ejercido de crítico en La Esfera, del diario El Mundo. Más tarde se incorporó a La Razón y actualmente colabora en ABCD las Artes y las Letras. Ha colaborado en las más importantes revistas literarias y culturales españolas. Es autor de los ensayos Para que duela menos (1995) y Ni mirto ni laurel (1998). Es autor de tres novelas: Detrás del sol (2006), El hilo de las marionetas (2008) y Vida fingida (2012).