Bill Viola | Teorema de la relatividad poética

Cada fotograma podría ser una pintura, pero como pinturas perderían la dimensión básica del tiempo. Narrativamente hablando, Viola opera mediante un vaciado de elementos.
© MIGUEL ÁNGEL SERRANO

No es inhabitual que haya exposiciones de Bill Viola, el gran videoartista, en nuestro país. Eso es una noticia siempre excelente: Viola cuenta con una legión de adeptos. Quien esto escribe ha visitado este otoño su cuarta exposición del neoyorkino en España: dos en Madrid, una en Bilbao y la que estará hasta el 24 de febrero del 19 en Cuenca. Y debo decir que esta última es, por la calidad de los espacios para la exhibición y de las obras expuestas, una ocasión inmejorable para los no iniciados y un disfrute digamos más íntimo para los que somos fieles seguidores, tras el festín de la retrospectiva de Bilbao.

Bill Viola en Cuenca

No haremos aquí écfrasis de las diversas obras, puesto que un atributo básico de la obra de Viola es el tiempo y su manipulación: no son cuadros pero parecen cuadros. Mucho me temo que la écfrasis, en este caso, implicaría “contar” la obra y restarle interés.

Una pregunta más avanzada en la indagación sobre el sentido sería por qué ocurre esto. Pero Viola no parece buscar ese tipo de respuestas.

Cada fotograma (por así llamarlos: en la obra de Viola se aprecia con gran nitidez la evolución técnica del video; de modo que se puede observar cómo la mejora de calidad permite mejor proyección y definición de cada una de las realizaciones), cada fotograma, decimos, podría ser una pintura, pero como pinturas perderían la dimensión básica del tiempo. Narrativamente hablando, Viola opera mediante un vaciado de elementos. Por ejemplo, subvierte la linealidad temporal en sus obras mediante la moviola, que provoca una narración inesperada en muchas de sus obras. O bien utiliza (y combina) una filmación a cámara superlenta que hace que la composición pictórica adquiera vida propia, como muchas veces desearíamos al ver algunas de las grandes pinturas: ¿Qué pasa después en Las Meninas, por ejemplo?

Hay que decir que esta pregunta, al menos según E. M. Forster, es la típica de la narración tradicional. Una pregunta más avanzada en la indagación sobre el sentido sería por qué ocurre esto. Pero Viola no parece buscar ese tipo de respuestas. Como el gran artista que es, lo que plantea es la simple pregunta sobre qué significa esto, y no solo en lo que tocaría a la completitud narrativa de la propuesta concreta, sino al acto de ver en el escenario propuesto. E incluso cómo cambiará la obra en atención al entorno y, claro es, la capacidad interpretativa del espectador. Esto es lo realmente importante. Puesto que lanza la pregunta y resuelve un primer nivel narrativo (Qué ocurre luego), deja al espectador solo y con menos agarraderas de las usuales. La pregunta, así, se convierte en qué significa esto en la experiencia del espectador. La evidente operación metonímica implica que la pregunta lo es sobre la condición humana.

La ascensión de Tristán en Cuenca

Este vaciado (que también hacía Cezanne, por ejemplo, al confiar en la capacidad física del ojo para rellenar los huecos) no es total, claro. A la manera de la relatividad einsteniana, el tiempo es una dimensión más de la obra de Viola. De esta forma tiraniza el tiempo de observación de la obra, que en el caso de la pintura es por definición libre. La observación, de no mediar una revisión, dura lo que dura el video. No así la reverberación del significado, claro: es ahí donde surge la posibilidad de la poesía.

La imagen es un significante tan poderoso que casi siempre mata las posibilidades de la imaginación. Pocas veces, en el cine, se da una cualidad poética que implique un extrañamiento de la imagen, porque, de ser así, se vería amenazada. Es tanto como decir que perder el hilo es perder el significado previsto por el autor: la narración se ve aherrojada por la imagen. Propongamos como ejemplo contrario El caballo de Turín, de Bela Tar, que se salta la convención (y la tiranía comercial, por descontado) y propone una escena inicial que consiste en un caballo que esforzadamente tira de una carreta durante mas de cuatro minutos, una secuencia de enorme poder evocador. Algunas imágenes de Malick o de Kubrick podrían entenderse del mismo modo. Ese vaciado, consistente en una suspensión de lo que esperamos de la narración cinematográfica, provoca que el espectador pueda ensoñarse, probablemente siempre que asista al rito de la proyección en condiciones ventajosas (en un cine, por entendernos), del mismo modo que el formato (una proyección en una pantalla vertical de 5 x 3 metros, por ejemplo) de una obra de Viola es parte fundamental de la experiencia de la contemplación artística y del deambular poético que inevitablemente se produce en la mente del observador.

La imagen es un significante tan poderoso que casi siempre mata las posibilidades de la imaginación. Pocas veces, en el cine, se da una cualidad poética que implique un extrañamiento de la imagen, porque, de ser así, la narración soportada en la imagen se vería amenazada.

Pongamos como ejemplo La ascensión de Tristán (El sonido de una montaña bajo una cascada), exhibida en Cuenca. Se realizó para acompañar la parte final de la ópera de Wagner, y por tanto contaba con el apoyo de esa impresionante música. Cuando el entorno se modifica, como en el caso de Cuenca, se produce otra sustracción, la de la música, y se ha de contemplar la obra desnuda, con el sonido del agua cayendo como único ambiente acústico que acaba por convertirse en ruido blanco, casi inaudible en el sentido de que no hay que hacer esfuerzos de identificación o asignación, y que el autor añadió para dotar a la obra de una vida fuera de la ópera.

En esas condiciones, con menor aporte de significado ambiental, el espectador se ve obligado a rellenar el enorme hueco propuesto por una proyección de casi 10 minutos. Se preguntará sobre la obra y la hipnosis que produce o sentirá un rechazo instintivo o se cuestionará su espiritualidad o lo carnal de la experiencia, lo sensorial y lo sensible: el catálogo es inmenso. Pero difícilmente podrá refugiarse en la estética (aun siendo como es una composición muy bella) porque la tiranía del tiempo de Viola implica la tiranía sobre la inevitabilidad de la pregunta.

The Messenger 

Similar vértigo sentirá en The Messenger, también accesible en la exposición de Cuenca. En este caso, además, la imagen tiene una propuesta onírica incluso más hipnótica. La maleabilidad del cuerpo o del ojo, la prisa detenida, la ansiedad: de nuevo, la propuesta de extrañamiento alcanza una reverberación no narrativa potentísima. Es en ese plano en el que la obra de Viola conecta con la mejor poesía: aunque no exige el exilio de la razón, la emoción se adueña del sentido y lo hace flotar, enmascarado, hasta que finalmente se compone de algún modo, como en los grandes poemas. Si en ellos el lenguaje es “otra cosa”, en los poemas de Viola la imagen es una proyección de algo que no sabíamos que estaba contenido allí.

Por eso es tan inquietante, humana y transformadora. Por eso hay que ir a Cuenca, como en procesión, a descubrir la espiritualidad con la que en demasiadas ocasiones no conversamos. En estos tiempos en los que mucho de lo que llaman poesía parece ser aquello que no llena el renglón, o que despliega impúdicamente una panoplia de sentimentalismos infantiles, tal vez sea bueno hacerse preguntas con quienes son capaces de poner el foco, y ayudarnos a educar la mirada, en las grandes cuestiones que nunca resolveremos.


EL AUTOR

MIGUEL ÁNGEL SERRANO (Madrid, 1965) es narrador, poeta, crítico literario y ensayista.  Colabora habitualmente en medios como columnista y crítico literario. ObraLa Ciudad de las Bombas. Ensayo histórico. Ed. Temas de Hoy, 1.997. Tango. Novela. Premio Pereda de Novela Breve del Gobierno de Cantabria 1998. Ed. Pretextos 1.998. El veneno del profundo pesar. Relato. Finalista Premio Vargas Llosa NH de relatos. Edición no venal NH Hoteles. 2.002. Traducido al inglés por Bianca Southwood. Jardín de Espinos. Novela. Prólogo de Antonio Muñoz Molina. Ed. Dilema. 2.004. El hombre de bronce. Novela. Ed. El tercer nombre, 2.009. Su último libro publicado es el poemario  Un Presagio. Poemas. Ed. Bartleby, 2.013.  @poesajes / http://www.poesajes.com