Galíndez / Una reivindicación de la escritura

Publicada hace casi treinta años, Galíndez mantiene la calidad y la fuerza que la convirtieron en una de las mejore novelas europeas de su época. Su publicación coincide con el rescate de la obra y la figura de Manuel Vázquez Montalbán. 

© RECAREDO VEREDAS

Escribir una novela a la vez experimental y realista, histórica y policiaca, de más de cuatrocientas páginas, que mezcla registros y perspectivas muy distintas, es un reto. Si el autor pretende, además, que sea leída con interés lo difícil se convierte en temerario. Tales intenciones con frecuencia fracasan, pero el talento y la valentía de quien los realiza pueden convertir una osadía con pocas probabilidades de éxito en un logro. Así ocurre en Galíndez, la mejor novela de Manuel Vázquez Montalbán (1939-2003). Fue uno de los grandes intelectuales de la transición, murió en pleno ejercicio de sus facultades creativas y es recuperado ahora por Anagrama tras largos e innecesarios años de ausencia. ¿Cuáles fueron las causas de su salida de las librerías? Tal vez resulte demasiado contundente y pegada a la tierra para estos tiempos lánguidos y líquidos.

Demuestra su dominio absoluto de todos los resortes de la narrativa, desde el diálogo a la creación de personajes. También expone cómo puede introducirse un mensaje político tan reivindicativo como amargo, tan social como realista, sin obstaculizar la autonomía de la novela.

En su excelente prólogo Manuel Vilas enfatiza la dificultad técnica que supone escribir en segunda persona. Esa dificultad se incrementa cuando lo que se pretende no es una novela experimental, como La modificación del francés Michel Butor, sino una narración exigente pero asequible, que fluya con razonable naturalidad. En Galíndez, Vázquez Montalbán consigue incluso que el lector no perciba el artificio. No es, ni mucho menos, su único mérito. Consigue unir decenas de perspectivas, de voces (es insólita su capacidad para crear registros distintos y complementarios) en torno a dos tramas principales: la investigación de una académica llamada Muriel sobre el pasado del activista, profesor y espía Jesús Galíndez y la propia vida del héroe/antihéroe vasco. Lo imaginado y lo real. Ambas líneas lentamente convergen en un final desolador e irremediable. Además el barcelonés demuestra su dominio absoluto de todos los resortes de la narrativa, desde el diálogo a la creación de personajes. También expone cómo puede introducirse un mensaje político tan reivindicativo como amargo, tan social como realista, sin obstaculizar la autonomía de la novela. No cae, por lo tanto, en la exhibición explícita del mensaje que tanto daña a la literatura política.

Jesús Galíndez

No le cuesta demostrar que la exigencia literaria no está reñida con la tensión y la amenidad, en el mejor sentido de la palabra. Tal logro anima a los jóvenes escritores a tomar más riesgos y a afrontar temas de auténtico relieve. También evidencia la importancia de la dedicación y de la determinación a la hora de afrontar un gran reto narrativo, reivindicando el valor de una planificación tan cuidada que no se perciba en la página. Se sitúa a la altura de otra pieza maestra dedicada a Trujillo y la República Dominicana: La fiesta del Chivo. Como en la novela de Vargas Llosa contemplamos la locura en la que puede degenerar un gobierno no solo en manos de un psicópata sino de un psicópata sin nadie que le controle. Además consigue, lo que no es nada fácil, que el crescendo de la novela, dominado por la aparición de la voz del propio Leónidas Trujillo durante la tortura de Galíndez, responda a las expectativas que genera durante cientos de páginas. Su verosimilitud sobrecoge, aterra, al margen de que fuera o no real. La reproducción de tan caprichosa omnipotencia es más que verosímil.

Galíndez es una novela deudora de las vanguardias y de una literatura ajena a otra influencia que la propia literatura. Es decir, no alterada por la omnipresencia de la narración audiovisual, y previa, en consecuencia, al dominio absoluto de la claridad y la síntesis propios de nuestros tiempos digitales. Predomina la frase larga, enlazada con habilidad benetiana, aunque con mucha mayor conciencia de la presencia del lector. Gracias a la fuerza generada por la masa de texto, que en ocasiones alcanza una densidad casi física, es capaz de generar crescendos de inusitada fuerza y de cierto vigor poético, que recuerdan la potencia lírica del autor.

Galíndez es una de las mejores novelas españolas de las últimas décadas, emplazada a la altura de Últimas tardes con Teresa o Tiempo de Silencio. Gracias a su reedición se ha evitado un olvido que estaba afectando gravemente al concepto que nuestra narrativa tiene de sí misma. 

Casi nadie afirmaría que Galíndez es una novela histórica, pero sí lo es, aunque no responda a la acepción que con frecuencia se aplica, centrada en el best seller. Se esfuerza en arrojar luz, mediante una mezcla de personajes de ficción y reales, a la terrible influencia que los Estados Unidos tuvieron sobre Latinoamérica durante la guerra fría. Como dijo Roberto Bolaño, fue un Vietnam secreto, una víctima colateral de la Guerra Fría que causó miles de muertos, desaparecidos y torturados en todos los países del continente. Originó una tragedia de tales dimensiones que ni siquiera hoy, décadas después, han desaparecido sus efectos. Manuel Vilas también menciona a Estados Unidos en el prólogo, ese país capaz de lo mejor y de lo peor, y que no tiene límites en la defensa de sus contradictorios intereses. Vázquez Montalbán, por una mezcla de documentación y experiencia personal, conoce el tema sobre el que escribe. Desde que publicó Galíndez en 1990 se han sucedido las novelas localizadas en Estados Unidos, sobre todo en Nueva York, escritas por europeos. Muchas de ellas, al margen de su calidad, parecen escritas por un extraño y se recrean en los tópicos de la ciudad. No importa si el autor conocía a fondo la famosa metrópoli norteamericana, lo que cuenta es que su descripción es tan verosímil como si transcurriera en Barcelona. No necesita subrayados. Lo mismo ocurre con los personajes estadounidenses, tan reales como si los hubieran escrito Norman Mailer o Philip Roth.

El protagonista vincula las tragedias de Latinoamérica y de España, enlazando con la eterna disputa de nuestros nacionalismos, propios y periféricos.  Es, como no podía ser de otra forma, un personaje oscuro y silenciado, cuya trayectoria dibuja un mapa de las causas del siempre presente caudillismo latinoamericano y de la propia fractura de España. No glorifica a Galíndez, muestra sus contradicciones, que contrastan con un indiscutible coraje. Son, en una relación claramente especular, los mismos atributos que caracterizan a Muriel, la investigadora que sigue sus pasos. Ambos son obstaculizados no solo por el Poder con mayúsculas, también por falsos aliados, como ese profesor universitario, ejemplo de esa aristocracia de izquierdas que tanto detestaba el autor, que cede a las amenazas de la CIA traicionando a su alumna y a su compromiso.

Galíndez es una de las mejores novelas españolas de las últimas décadas, emplazada a la altura de Últimas tardes con Teresa o Tiempo de Silencio. Gracias a su reedición se ha evitado un olvido que estaba afectando gravemente al concepto que nuestra narrativa tiene de sí misma.

Galíndez. Manuel Vázquez Montalbán. Editorial Anagrama. Barcelona, 2018. 440 páginas, 20,9 €.

EL AUTOR

RECAREDO  VEREDAS  (Madrid, 1970) ha estudiado Derecho, Edición y Creación Literaria. Ha publicado 6 libros. El que más le gusta es el más breve, el poemario Nadar en agua helada (Bartleby, 2012), pero se siente orgulloso de toda su progenie. El último en llegar ha sido el ensayo No es para tanto (Sílex, 2016). Le preceden la novela Deudas vencidas (Salto de Página, 2014), la colección de relatos Actos imperdonables (Bartleby, 2013) y dos obras perdidas en el espacio-tiempo: la colección de relatos Pendiente (Dilema-Escuela de Letras 2004) y el manual Cómo escribir un relato y publicarlo (Dilema-Escuela de Letras, 2006). Ha trabajado para diversas editoriales, entre las que destaca Alfaguara. Ha sido profesor en la Escuela de Letras y en Fuentetaja. Ha reseñado, entre otros medios, en Quimera, ABC, Política Exterior,  Letras Libres y Revista de Letras.