Una reflexión lúcida y profunda sobre los últimos años de la existencia. Una obra sobre el amor a la vida y la aceptación serena de la muerte como punto final de cada historia humana.
© ANA ALEJANDRE
De todos es sabido que la senectud es una etapa vital que es inevitable pasar, porque no llegar a ella seria la peor alternativa. Por esa lógica obligatoriedad vital de llegar a la senectud, siempre es necesario reflexionar sobre ese tramo existencial para el que nadie, o casi nadie, se prepara adecuadamente, quizás por ese deseo inconsciente de no pensar en algo que, sabemos, está esperándonos, más o menos lejos, en el horizonte vital.
Para ayudarnos a pensar a todos, jóvenes y menos jóvenes, ancianos que han entrado ya en la ancianidad desde hace años o maduros que tienen el pie en el umbral de la senectud, el libro de Aurelio Arteta Aisa (Sangüesa, Navarra, 1945) A fin de cuentas. Nuevo cuaderno de la vejez establece un auténtico diálogo entre el autor y el lector sobre esos últimos años de vida de cualquier ser humano.
En la sociedad actual, desde las dos últimas guerras mundiales y a raíz de las grandes ideologías totalitarias (comunismo, nazismo, fascismo) que recalcaron el valor de la juventud y la infancia como edades puras a las que la cultura imperante aún no había maleado, sólo se piensa en la senectud sin la serena aceptación de siglos anteriores que la vivían como una etapa de reflexión sosiego y, por ello, actualmente siempre se la considera bajo el prisma de la decrepitud, la enfermedad y las carencias de todo tipo.
Ahora todo aquello que representa la juventud tiene el marchamo de ser mejor, preferible y deseable por mirar al futuro, a lo que ha coadyuvado el narcisismo que se ha apoderado de esta sociedad de consumo, abocada a la búsqueda desaforada de diversión, de novedades, y siempre mirando hacia adelante en el tiempo.
Ahora todo aquello que representa la juventud tiene el marchamo de ser mejor, preferible y deseable por mirar al futuro, a lo que ha coadyuvado el narcisismo que se ha apoderado de esta sociedad de consumo, abocada a la búsqueda desaforada de diversión, de novedades, y siempre mirando hacia adelante en el tiempo. Por ello, se rechaza esa temida etapa final de la vida, pues en ella no hay más futuro que la muerte. La ancianidad es para este modelo de pensamiento el símbolo de lo caduco, lo decrépito, como ejemplo del pasado ya superado, y algo de lo que no se quiere hablar ni pensar en ello por ser deprimente. De ahí proviene este constante deseo de aparentar ser más joven, por la imposibilidad de poder volver atrás, y se recurre a cualquier medio para volver a tener la apariencia de la juventud ya perdida para siempre (cirugía estética, sesiones de gimnasio, moda juvenil en edades avanzadas, etc.,) todo ello en búsqueda de un aspecto que no corresponde a la edad real, esa que a todo coste se quiere olvidar, en una continua huida de la realidad, lo que es la prueba más evidente de la inmadurez de una sociedad en la que el único valor que prima es la juventud.
A dicha conversación a distancia, con el libro como mediador, asisten otros pensadores como son Montaigne, Spinoza, Schopenhauer, Leopardi, De Beauvoir y Canetti, entre otros, Aparecen citas inolvidables de los autores citados y otros muchos, profundas reflexiones del propio autor, recuerdos, retratos y otras cuestiones varias que convierten a esta obra en una especie de manual filosófico, pero siempre dentro de la amenidad, la claridad expositiva, que atrapa al lector y le invita a reflexionar sobre la propia actitud ante este tema, para algunos desagradable o, para otros, indiferente por lejano y, para los menos, tan normal como cualquier otro aspecto relativo al ser humano.
Lo más destacable de este título es la combinación perfecta que ofrece de amenidad, ingenio e ironía, pero sin dejar de lado el más absoluto rigor en la exposición, que habla de la condición de Arteta de Doctor en Filosofía y licenciado en Sociología, además de su experiencia en la docencia universitaria, pues ha sido Catedrático de Filosofía Moral y Política en la Universidad del País Vasco hasta su jubilación, acaecida en 2015. En su escritura se advierte la facilidad con que habla en esta nueva publicación, dirigida a todo tipo de lectores, obviando todos aquellos términos relacionados con el lenguaje críptico de los filósofos, no apto para profanos, y en la que se nota la larga trayectoria de columnista, por sus artículos de opinión en diversos periódicos de ámbito local y nacional.
Así se hace evidente el contraste entre luces y sombras, se comprenden y aceptan los fallos, los fracasos y se admiten los aciertos; se valora todo lo que significaba felicidad, aunque no se diera cuenta en su momento el propio interesado.
Arteta no omite ninguno de los aspectos de la ancianidad: las enfermedades que provoca la edad, los achaques, la falta de medios económicos en la mayoría de los casos, la soledad y sus terribles secuelas, pero desdramatizando todos estos aspectos que forman parte del imaginario colectivo y se unen indefectiblemente a ese último tramo de la vida, al que la mayoría de los ciudadanos no encuentran nada positivo.
Si embargo, en esta obra su autor reflexiona sobre los aspectos gratificantes que encierra la ancianidad, desde una mayor libertad de acción, sin sujetarse a responsabilidades laborales algunas, mayor tiempo, por ende, para las actividades lúdicas para las que no se tenía tiempo años atrás, como pueden ser leer, pasear, estar más tiempo con la familia y amigos, poder cultivar las diferentes aficiones, dedicar más atención a cuidar la propia salud y bienestar, y un largo etcétera, en el que no falta la referencia al humor en la senectud con el que lo mira todo con mayor distanciamiento, con más experiencia y lucidez. Por otra parte, habla de la enorme vitalidad y entusiasmo de algunas personas, quienes viven la ancianidad como una etapa vital más, sin perder la curiosidad, los proyectos y el amor a la vida. Todos estos argumentos van desmontando toda la serie de prejuicios, de lugares comunes y, sobre todo, de miedo a la vejez.
En esta suma y resta de factores positivos y negativos, aparecen reflejados ambos, y aun admitiendo los aspectos más negativos de la ancianidad, que son el tributo que el ser humano, cada ser vivo, tiene que pagar por llegar a esos años en los que la luz, por fin, se enciende e ilumina el escenario vital, predominan los factores positivos a juicio de Arteta.
Hombre en la Playa. Cecilio Pla y Gallardo.
En A fin de cuentas, se encuentra la defensa de esa etapa vital a la que el autor considera que es la que convierte a quienes la viven en observadores de la vida, pero con la gran panorámica que da poder observar la propia existencia, desde esos años avanzados hasta el principio, y sacar las conclusiones correspondientes. Esa visión se hace otorgando, por ello, una mayor comprensión, sabiduría y serenidad a quien empieza a asumir y aprehender el hondo significado de su experiencia vital; de la trascendencia o la superficialidad de la actitud con la que se ha vivido, de la felicidad o del dolor que toda vida encierra, Del significado que tiene para cada ser humano ese examen en diferido, de contabilizar errores y aciertos, de hacer paces con el pasado del que ha nacido el presente, surge ese ajuste de cuentas con uno mismo y la propia vida, que es la idea que inspira el título de esta excelente obra.Así se hace evidente el contraste entre luces y sombras, se comprenden y aceptan los fallos, los fracasos y se admiten los aciertos; se valora todo lo que significaba felicidad, aunque no se diera cuenta en su momento el propio interesado. Todo lo oscuro y, también, lo luminoso, conforma ese repaso final, esa mirada retrospectiva, sin olvidar ninguna faceta, alegre o triste, que defne el retrato final de toda vida.
Este título no es, sobre todo, un ensayo sobre esa temida edad y la decrepitud, sino una celebración de la vida, y también, la aceptación inevitable de la muerte, de esa otra cara de la moneda vida/muerte que es la que le da sentido a la existencia, valor y justificación. Pero todo ello, está impregnado de una evidente y necesaria carga de melancolía, de nostalgia, de todo lo que se pierde y nunca más se vuelve a recuperar, de todo aquello que la vida da y quita irremediablemente. Pero esa nostalgia es sólo una manifestación más del profundo amor a la vida que destila este libro, que es una reflexión lúcida y profunda sobre la vejez, esa palabra tan temida por la mayoría, pero que son años que se pueden vivir con plenitud, serenidad, autoestima y respeto por quién se es ahora y quién se fue antes, en esos muchos años anteriores que son los que preparan la etapa final y le dan el poso necesario para que los últimos años sean fecundos y aporten un fruto de dignidad y respeto por quién se ha llegado a ser después de vivir muchos años.
”Solo desde el crepúsculo se adquiere una visión del día completo”. No hay mejor definición de la vejez, esa etapa final y definidora de toda vida que le da valor, dignidad y sentido.
Esto es A fin de cuentas, un gran testimonio que es recomendable leer a cualquier edad porque encierra mucha y profunda sabiduría y una mirada lúcida y serena sobre la edad dorada, esa a la que muchos temen porque olvidan que la cuestión principal no es alargar la vida sino cómo vivirla, dándole sentido y no considerarla como un mal que se rechaza, o aceptarla con depresión al asumirla. Arteta afirma que no hay nada más rechazable que vivir una ancianidad sin sentido, sin más finalidad que la propia subsistencia biológica, sin intentar aprovechar esos años para vivirlos en plenitud, sabiendo lo que significan y la posibilidad que ofrecen de crecimiento personal, de enriquecimiento emocional e intelectual, y de reencuentro con uno mismo.
En esta ocasión continúa todo lo que exponía en su título anterior A pesar de los pesares. Cuadernos de la vejez (2015), añadiéndole nuevos comentarios y experiencias y aclarando algunos conceptos. Tanto esta obra anterior como en la recién publicada tienen la misma cualidad de ser libros por los que discurre la vida, sin presentar problemas filosóficos e intelectuales, sino la verdad de un hombre que habla desde la sinceridad, en un autoexamen en el que hay mucho de aceptación de todas las dudas, incertidumbres y vacilaciones que corresponden a la edad en la que se apagan las luces exteriores pero se encienden las interiores que alumbran muchas zonas que permanecían a oscuras en el interior de cada ser humano.
Excelente obra, pues, que se resume en lo que el propio autor afirma en ella: ”Solo desde el crepúsculo se adquiere una visión del día completo”. No hay mejor definición de la vejez, esa etapa final y definidora de toda vida que le da valor, dignidad y sentido.
A fin de cuentas. Nuevo cuaderno de la vejez. Aurelio Arteta. Editorial Taurus. Madrid, 2018. 266 páginas, 17,90 €.
ANA ALEJANDRE, cuyo nombre completo es Ana María Alejandre Carrizosa, nació en Azuaga (Badajoz), aunque ha residido en diferentes ciudades de España y Marruecos hasta instalarse definitivamente en Madrid. Escritora de narrativa, articulista, crítica literaria y editora. Licenciada en Derecho, Diplomada en Dirección Comercial de Empresas, Diplomada en Anatheóresis (grado superior) y grafóloga. Asimismo, está diplomada en estudios profesionales de edición y corrección. Ha publicado cuatro obras hasta el momento: Un día cualquiera (novela), en 2013, La ofrenda (novela) 2010, la colección de relatos Doce cuentos solitarios, en 2007 y la novela Tras la puerta cerrada, en 2003. Próximamente, saldrá publicada su nueva novela Cartas cruzadas. Directora y editora de la publicación digital Editanet Espacio Literario y Artístico http://www.editanet.com, y http://www.editanet.org, publicación digital sin ánimo de lucro y de periodicidad trimestral. También, ha creado y mantiene más de una veintena de webs y blogs temáticos en búsqueda de una constante plataforma de expresión por su decidida vocación literaria. Colabora habitualmente como articulista y crítica literaria en Diario Siglo XXI, y ha colaborado esporádicamente en República de las Letras (de la Asociación Colegial de Escritores de España) y otros medios.