Un erótico extraviado | Sobre “Vida amorosa de Charles Baudelaire” de Camille Mauclair

En este ensayo, su autor repudia la vida sentimental de Baudelaire, pero no oculta su admiración por la literatura del poeta simbolista, lo cual permite al lector descubrir las claves ocultas en Las flores del mal por medio de unas vivencias amorosas
© CARLOS FERRER

El parisino Charles Baudelaire (1821-1867), uno de los poetas preferidos del 27, contradictorio, taciturno y neurótico, simbolista poeta maldito que bebió de Dante y Petrarca, es autor de una obra de brillantez expositiva hasta el punto de que la fascinación por ella ha eclipsado lo atrayente de su vida. Verlaine y Mallarmé hicieron de su literatura un modelo, que nadie se atrevió a discutir. La editorial gerundense Wunderkammer ha publicado con pulcritud Vida amorosa de Charles Baudelaire de Camille Mauclair, dreyfusista discípulo de Mallarmé y uno de los raros de Rubén Darío. Sorprende que se mantenga la traducción de José Lorenzo de 1929 de la santanderina Ediciones Oriente. Aunque cada generación requiere sus traducciones, la editorial ha preferido revisar la ya citada. Al no ser un análisis reciente, la editorial ha incluido un prólogo del profesor Edgardo Dobry, en el que repasa la recepción que de Baudelaire hicieron Sartre y T. S. Eliot y la entronca con la que Mauclair muestra en este libro de amena lectura.

Como advierte el propio Mauclair en el prefacio, no estamos ante un estudio crítico de la obra del parisino, sino ante un ensayo que desbroza su concepción de lo femenino y lo amoroso. Reconoce Mauclair la dificultad de separar vida y obra en el caso de Baudelaire (y de tantos otros) e indica que en este ensayo “está la herencia de Baudelaire. Está el carácter de sus ascendientes. Está el estudio de la vida de las mujeres que encontró. Está su juicio sobre la feminidad en general. Está la trasposición que hizo en poesía”, que es el mejor resumen posible de este volumen.

El paso del tiempo ha desmentido las habladurías y las inexactitudes fijadas tras su muerte, en parte fruto de sus parodistas e imitadores, de lo irresistible de esa aura de perversidad, de esa amarga elocuencia. Mauclair perfila el retrato de Françoise Baudelaire, padre de Baudelaire, funcionario aburguesado y cómo conoce a su segunda mujer, Caroline, treinta y cuatro años más joven. Fruto de esta unión nace Charles en 1821. Seis años más tarde su padre muere y queda al cuidado de su madre Caroline y de la sirvienta Mariette. El lugar de su padre es ocupado, veinte meses después, por el distinguido militar Jacques Aupick para trauma del pequeño Baudelaire, lo que marca el resto de su vida y parte de su producción poética. Baudelaire se ve suplantado por un militar en el corazón de su madre, una semilla del odio que germina pronto por culpa de un perenne complejo de Edipo. Como señala Mauclair, un “fingido orgullo condujo a Baudelaire a estropear familia, fortuna, amor, salud y porvenir” sin compadecerse por el sufrimiento de su madre ante tal desgraciada situación.

Mauclair vincula versos de Baudelaire con momentos de su existencia y achaca su timidez a su gusto por las meretrices “más feas, sucias, que le ofrecen las seducciones más abyectas”; esas son las que siempre callan, sobre todo si la “timidez resulta impotencia”. Es la apetencia del fango. Mauclair identifica a Louchette como la joven judía que le contagia la sífilis, a la que Baudelaire menciona tres veces en sus versos y solo en una de ellas con connotaciones negativas, a pesar de los daños que la enfermedad le causa.

Los poemas “más perfectos, los más originales” se escriben cuando Baudelaire, ese “neurótico impulsivo”, tiene veintidós o veintitrés años

El autor desdice en varias ocasiones al memorialista Maxime du Camp y destaca que los poemas “más perfectos, los más originales” se escriben cuando Baudelaire, ese “neurótico impulsivo”, tiene veintidós o veintitrés años. Después solo vuelve a tocar la cima creativa con sus textos como crítico de arte, de “prodigiosa intuición”. Sostiene Mauclair que “este desordenado es, cuando escribe, el escrúpulo, el buen gusto, el equilibrio mismos” y rechaza sus “ensayos de novela” como El joven encantador y la novela corta La Fanfarlo, pero se rinde ante sus poemas en prosa “verdaderamente perfectos”.

Camille Mauclair, por Lucien L´wevyu-Dhurmer

Con Baudelaire fuera del nido materno a su pesar, pero mantenido por sus padres, la mulata Jeanne Duval, una “muchacha del arroyo”, viene a ocupar el lugar de la madre. Mauclair considera ficticio el primer intento de suicidio de Baudelaire, “un erótico extraviado, irritado por su impotencia”, “un corazón helado por el orgullo, ulcerado por la decepción”, que permaneció en “el lado más feo de la vida” y osciló entre la “melancolía de Hamlet y el furor de Orestes”. Según Leconte de Lisle, “este buen chico, que afectaba un rictus feroz, se devanaba los sesos buscando lo extraño, habiendo nacido un clásico”. Lo extraño es una joven sin oficio, que vivirá a costa del poeta parisino sin miramientos. Mauclair enlaza el inicio del endeudamiento de Baudelaire con el consumo de diversas drogas, coincidentes con unos poemas de Las flores del mal (XXIII-XXVII), versos que destilan mujer, amor carnal y odio a partes iguales.

Ni acuciado por la falta de dinero Baudelaire renuncia a Jeanne Duval, ni tampoco cuando esta le engaña. No obstante, el engaño es recíproco, pero esporádico y lo ejemplifica Mauclair en el soneto “Lisina” y en el “Soneto de otoño”, destinado a madame Neri. Jeanne Duval, su amante, fue una “extraña deidad, morena como las noches” y la distancia con esta Venus negra y la presencia cercana de la madre, una vez muerto Aupick, abre una nueva etapa en la vida sentimental de Baudelaire; una nueva etapa encarnada primero en la actriz Marie Daubrun, un amor que Mauclair califica de platónico. Quien cierra esa nueva y última etapa es madame Sabatier o Aglaé Savatier, destinataria de numerosas cartas ardorosas del desdichado Baudelaire. Ella, el “ángel de las claridades redentoras”, fue el último tren con destino a un amor por el que vale la pena vivir. Para saber si Baudelaire lo tomó, hay que leer a Mauclair.


EL AUTOR

CARLOS FERRER ejerce la crítica en el suplemento literario Arte y Letras del diario Información de Alicante desde 2002 y desde 2014 en la revista literaria quiteña Rocinante. Miembro de la Academia de Artes Escénicas de España, ha publicado artículos en revistas de Bulgaria, Brasil, México, Serbia, Nicaragua, Ecuador, Colombia, Uruguay, Chile y España y ha participado como ponente en diversos congresos, como los del centenario de Miguel Hernández y Juan Gil-Albert. Autor de cuatro libros publicados, es responsable de las ediciones de las antologías poéticas de Antonio Machado Soñando caminos y de Miguel Hernández Me llamo barro, impresas por la editorial Libresa. Ha sido jurado en premios como el Ciudad de Villajoyosa 2007, Gabriel Miró 2007-2010, Crítica Valenciana 2010-2012 y 2015-2018, Miguel Riofrío 2013-2017, Azorín 2016, Ciutat d’Alcoi 2016, Antoni Bru 2017, XIV Biennal de Novel.la Vila d’Onil, I Bienal de Poesía Carlos Sahagún 2017 y el Premio de la Crítica 2017.