Un libro en el que la apuesta estética está marcada por una mirada solidaria y exigente frente a las graves carencias de un mundo injusto. Nouri al-Jarrah, poeta sirio, pone voz lírica a la demanda de fraternidad y humanismo que en el siglo XXI se hace especialmente apremiante.
© JOSÉ SARRIA
Escribía el filósofo argentino Vicente Fatone que los hombres somos “seres itinerantes”, por el sentido interrogativo de nuestra existencia y que al final de ese viaje, de esa búsqueda, acabamos encontrando, irremediablemente, la esencia de lo que somos o de lo que aspiramos ser. El poemario Los siete días del tiempo, del poeta sirio Nouri al-Jarrah, se constituye como una metáfora de la posición vital, en donde el poeta utiliza el creacionismo, a través del símbolo de los siete días, para establecer su personal cosmogonía que dé respuesta al origen de la “sangre” que surca a través de sus poemas. “¿Esta sangre ¿de quién es? / ¿Esta sangre ¿de quién es?” / “Esta sangre que corre en tu poema ¿de quién es?” / “Mi sangre es mi voz”, escribirá al- Jarrah.
Con la lectura de los poemas de Nouri regresaba a mi corazón un definitivo verso del poeta granadino, Fernando Valverde, quien en su último poemario, La insistencia del daño, escribe: “Podéis mirar el mundo a través de mi llanto”. El poeta señala con este magnífico alejandrino, que la suya es una poesía que va a asumir el uso de la palabra como obligación social bajo los irrenunciables principios de compromiso y comportamiento ético. El propio autor ha indicado que ha “querido abandonar la indiferencia en la que nos hemos instalado para tratar de explicarme nuestra complicidad con el sufrimiento y la injusticia”.
Nouri al-Jarrah enlaza con Valverde, quien a su vez lo hace con la posición reflexiva que el poeta Antonio Gamoneda marcó en el discurso que pronunció con motivo del Encuentro-Homenaje a los Premios Cervantes. Decía Gamoneda: “El sufrimiento de causa social es nuestro sufrimiento y penetra nuestra conciencia, que creación literaria que no lleve consigo conciencia no es creación”.
Ésta es la reflexión que acomete nuestro poeta y en ella se enmarca su propuesta estética. Las palabras han estado aguardando a la voz de Nouri, le han observado desde lejos, atentamente, le han mirado, hasta que éste ha aceptado el dolor, el sufrimiento de los otros; su opción estética ha tomado partido por las “familias dormidas en mortajas rojas”, por “los campesinos que se convirtieron en enterradores” o por los jóvenes que fueron triturados por la muela de la muerte. Al-Jarrah ha elegido ser carne de su carne y sangre de su sangre, elevar un texto a modo de gallardete y bandera plena de reflexiones, un baluarte contra la insolidaridad, un bastión doliente, pero esperanzado en la capacidad del hombre para hacer posible el milagro de la solidaridad y de la fraternidad, porque la suya es una propuesta que va a contraer la responsabilidad del creador (“Yo no escribo un poema: rompo mi mano contra el papel”) frente al momento histórico que le ha tocado vivir, tal y como señaló Pablo Neruda: “una poesía impura, como un traje, como un cuerpo, con manchas de nutrición y actitudes vergonzosas, con arrugas, observaciones, sueños, vigilias, profecías, declaraciones de amor y de odio,…”. Una poesía “expresamente impura e intensamente humana”, en palabras de Juan Bernier.
Al-Jarrah ha entendido el sufrimiento, el dolor de los suyos y lo expresa, al modo de César Vallejo en sus Heraldos negros. Ahí, en esa aflicción y en el daño de los otros que se hace propio, el poeta ha encontrado su propia voz, pues “hasta hoy, carecía de voz, / mi teatro se había enredado en el telón –en lo puramente estético (añadiríamos)-, / robaron mi ropa los ladrones / y mi voz estaba ausente, en un pozo”. “Mi sangre es (hoy) mi voz”.
Con un sorprendente imaginario, con una capacidad plástica para crear modelos y figuras deslumbrantes, el poeta reprocha el silencio de los pensadores o la indiferencia de los intelectuales que “mojan sus frases con la sangre de los muchachos” para leer los cadáveres a la luz de la filosofía, recordando la amonestación que Rafael Alberti hacía a los poetas andaluces: “No es más hondo el poeta en su oscuro subsuelo / encerrado. Su canto asciende a más profundo / cuando, abierto en el aire, ya es de todos los hombres”. En efecto, el creador ha sido históricamente un referente social que utilizando la forma de expresión que le ha sido conferida se vale de la palabra para explicar el mundo, adquiriendo un elevado compromiso con la sociedad y con la historia, que viene a ser compromiso con la palabra y con la vida, desde la resistencia y la vinculación, como actos de responsabilidad por el “otro”, aceptando que ética y estética conforman la cara y la cruz de una misma moneda y que el arte exige una irrecusable toma de conciencia que debe de proponer como afán de su creación y pensamiento al ser humano. Y a esa tarea se ha entregado, de manera espléndida, nuestro poeta.
El proceso de muerte y resurrección personal que se vive en el poemario de Nouri al-Jarrah evoca al gran Ibn Zaydun, quien escribió: “Pasa tus ojos sobre las líneas de mi escrito / y encontrarás mis lágrimas desposadas con la tinta”. Así, al-Jarrah cierra su proceso de deconstrucción con el júbilo de haber encontrado la llamada de aquella sangre que corría en sus poemas y que le devuelve la esperanza al alcanzar una nueva visión del mundo desde el reconocimiento de los otros que han sido abatidos y que son parte de su propio ser, de su propia existencia: “Oh, ciego! Esta sangre que mancha tus manos y tus palabras ¿de quién es? / Yo no escribo un poema: huelo la camisa para poder ver de nuevo”.
EL AUTOR
JOSÉ SARRIA (Málaga, 1960). Economista, poeta, crítico literario y ensayista. Ha publicado siete poemarios y un libro de relatos cortos. Incluido en numerosas antologías y recopilaciones poéticas de España, Italia, Túnez y México, ha sido traducido al italiano y al árabe. Es co-autor de la antología Poesía andaluza en libertad (una aproximación antológica a los poetas andaluces del último cuarto de siglo) (Málaga, 2001), así como de la antología Calle del Agua. Antología contemporánea de literatura hispano-magrebí (Madrid, 2008). Ha sido incluido en la Enciclopedia General de Andalucía. Tomo XIV (Junta de Andalucía). Finalista del Premio Andalucía de la Crítica (año 2000) por su poemario Sepharad), Primer Premio Internacional de relatos «Cuentos del Estrecho», por su libro de relatos Los heraldos negros (2008) y Accésit del V Certamen Creadores por la libertad y la paz, convocado por la Fundación contra el terrorismo y la violencia «Alberto Jiménez Becerril» por su poemario Raíz del agua(2011). Ha publicado numerosos artículos de opinión y crítica literaria en diversos medios y revistas especializadas de España, Marruecos e Israel. Es Secretario de la Asociación Colegial de Escritores de España (Andalucía), miembro de la Junta de Gobierno de la Asociación de Escritores y Críticos Literarios de Andalucía y Consejero de la Junta Directiva de ACE..