Escribir y no morir en el empeño | Sobre «La vaga ambición», de Antonio Ortuño

© LUIS MARTÍNEZ DE MINGO

Un escritor que ironiza, reflexiona y hace distintas tomas de diafragma sobre el oficio de escribir creemos que merece consideración. Porque ese es el hilo conductor de este conjunto de seis cuentos que obtuvo el último Premio “Ribera del Duero”, al menos el más cuantioso. Antonio Ortuño (Zapopán –México- 1976) no es un escritor primerizo.  El buscador de cabezas, Recursos humanos, novelas, y  El jardín japonés y La Señora de Rojo, cuentos, entre otros. El humor negro y la ironía se han señalado como características de esos relatos, editados en la misma editorial que lanza este premio y, que aunque no sea nada más que para ver si se lo merece o hubo “conchabeo”, merece la pena leer.

Al escritor-protagonista, Arturo Murria, le van ocurriendo sucesos al paso que desarrolla su gran vocación, que no vaga ambición: el abandono de un padre nefasto, el cuidado amoroso de la madre, el timo de un primo Carlos o la posterior muerte de la misma madre, pero todos esos avatares no importan tanto cuanto las distintas calas en la biografía del literato que vertebra el libro. Desde la vergüenza que le provoca haber ganado un concurso infantil (“Un trago de aceite”), la humillación que supone que te presente un libro alguien que no se lo ha leído, ante 40 personas que tampoco saben nada de ti, hasta el hecho de tener que ganarse la vida escribiendo para una serie (“Quinta temporada”), perdido como eslabón en una cadena en la que los telespectadores deciden cuál será el final. Ante todo eso, que tu primo Carlos te sorprenda remedando el Quijote, al que trata de “puto orate”, con la frase: “¿Qué putas madres escribes?”, es casi lo de menos. Lo de más es que Antonio Ortuño tiene mucho oficio, narra con gran fluidez la mayor parte de las veces –no, por ejemplo, en “Quinta temporada”, contado a modo de inventario, pesado y sin intriga, ¿cómo la serie?-, nunca resulta cursi y sí, a veces, espléndido en la concisión: “Olía a cloro, a pasto recién cortado. No había una estrella en el cielo”; o en el comienzo de “La batalla de Hastings”: “Los muertos iluminan la ruta de los vivos. Por eso leemos; para que se inflame la antorcha. Bajo su luz escribimos”. Utiliza igual omnisciencia que primera persona, muy bien los diálogos y, por supuesto, despliega todo un tratado sobre la escritura sin caer en la meta-literatura, a lo Vila-Matas. Desde el primer cuento, “Por eso escribo, porque soy mentiroso”, “de la emulación, sale la narrativa”.

Antonio Ortuño. La vaga ambición / Páginas de Espuma. Madrid, 2917.

O, más adelante: “Escribir es inventar quienes somos y porque estamos en este campo sucio, con una espada en la mano y una cota de malla que parece camisa de hockey”. Y la verdad es que, aunque Arturo Murray acumula razones para abandonar esta vaga ambición, al final, debido sin duda a la gran vocación de Ortuño, acaba diciendo que “alguien, en un futuro imposible de concebir, nos cantará: “Mientan, engañen/ Y mientan más”.

Libro de manual para futuros escritores, contado por un narrador potente, que busca, y encuentra frecuentemente, la originalidad

Libro de manual para futuros escritores, contado por un narrador potente, que busca, y encuentra frecuentemente, la originalidad y que se merece, pues, el premio de los bodegueros. Eso sí, ante la duda de cómo resolver las condicionales, opta casi siempre por el subjuntivo en las apódosis. Mal casi común. Predomina el tono áspero y la crítica sobre las veleidades estéticas, pero, por cierto, ¿qué es eso?


EL AUTOR

LUIS MARTÍNEZ DE MINGO es riojano (1948). Empezó escribiendo poesía: Cauces del engaño, Ámbito, Barcelona, 1978. Luego vinieron unos cuentos, Bestiario del corazón, Madrid, 1994: Cuatro ediciones y varios premiados. Con la novela El perro de Dostoievski, Muchnik. Barcelona, 2001, llegó a finalista del Nadal. Ha editado de todo. Premio de novela corta con Pintar al monstruo, Verbum, Madrid, 2007, lo último ha sido un dietario, Pienso para perros, Renacimiento, Sevilla, 2014, La reina de los sables, Madrid, 2015 y Asesinos de instituto, Madrid, 2017.