El autor disecciona la realidad que se oculta detrás de las persianas, los micromundos que allí viven con el telón de fondo de una Cataluña en la que conviven dos sociedades.
© JOSÉ ANTONIO SANTANO
Son pocos los casos en los que una novela o un libro de poesía provocan una especie de sunami interno en el lector tanto experimentado como no, también en el crítico honesto, ese que busca siempre la obra de calidad por encima de lo mediático y mercantilista. Desgraciadamente las editoriales miran mucho más estos últimos aspectos que los puramente literarios, esos que llegan a producir en el lector una verdadera conmoción. Raro es el caso, digo, que esto ocurre, y cuando llega esta ocasión uno siente que algo se desborda muy adentro, que te invade un temblor profundo que dejará, con toda seguridad, una huella imborrable. La novela que participa de esta suerte no es otra que Persianas, de Fernando Parra Nogueras (Tarragona, 1978), su primera incursión en la narrativa, aunque avalada por haber sido finalista del Premio Azorín de novela en el año 2017 y que ahora ve la luz gracias al cuidado de la editorial Funambulista. Ni que decir tiene que existe siempre un cierto temor o vértigo cuando uno se acerca a la primera página de una novela, por cuanto es la prueba de fuego o puede serlo, al menos para mí que tengo por costumbre impresionarme o no con la forma de iniciar un autor la narración. En este sentido, puedo aseverar que Persianas ha salvado ese primer obstáculo, al hallar en ella esa primera sensación de arraigo al lenguaje, a la palabra cuidada y precisa como si de una obra de orfebrería se tratara. Así de categórico y contundente comienza Parra Nogueras sus Persianas: «LAS PERSIANAS SE PARECEN siempre a sus dueños. Sí, ya sé que el aforismo popular se suele aplicar a los perros y a sus amos, pero por aquel entonces, en Bonavista, no era frecuente ver por las calles a una persona asida a su perro», para inmediatamente cambiar el discurso frontalmente en una también yuxtaposición clara y oportuna, y escribir: «La tiranía canina todavía no había sido instaurada en el paisaje urbano y mucho nos habríamos sorprendido de presenciar esa suerte de ente híbrido que madruga una gélida mañana de invierno para darle gusto a su mascota y que tuerce el espinazo para recoger, con sumisa resignación, los excrementos que generosamente ofrenda el animal a las aceras»; y más adelante aún describirnos a esa señorita acorde en su calzado con el color de pelo del can en cuestión, en contraste con el barrio del narrador-protagonista, que tomará por nombre Rodrigo, donde solo existían perros sin dueños, perros vagabundos de pelaje sucio e hirsuto...
Pudiera parecer que esta primera observación es insignificante, pero no, todo lo contrario, responde a una ejecución rigurosa y muy reflexionada de la estructura formal de la narración, que su autor ha sabido manejar con acierto e inteligencia, y que afianza la novela desde sus primeras páginas. Luego nos conducirá el narrador y de manera sutil hasta las persianas de la vecindad, y descubrirnos así a sus dueños y personajes que se citan en esta narración: la señora Misinda, Soledad, don Ramón, Camilo, Ricardo, Miguel Ángel, y otros que, con toda seguridad el lector descubrirá a lo largo de estas más de 300 páginas que contienen la novela. Ambientada en el barrio tarraconense de Bonavista, que describe con verdadera maestría su autor. Sirva como ejemplo este suculento párrafo: «A esas horas, el sol se filtraba ya por los resquicios de mi persiana (¿me pareceré yo también a mi persiana?) y dibujaba sus surcos de trigo sobre el techo en penumbra de mi habitación. También hacía ya rato que se habían colados los primeros y familiares sonidos del barrio: la armónica de Pipiolo, el afilador, con su motocicleta repleta de cachivaches; el claxon estridente del camión del butanero y el sonido metálico de las bombonas naranjas al ser descargadas; las mujeres vocingleras que no saben hablar quedo; el autobús verde de línea, agusanado, que se plegaba como un acordeón al aparecer por la curva de mi calle, y su esforzado jadeo al subir la cuesta; el quejido de la madera al desangrar su serrín en la carpintería de Julio; el altavoz de la furgoneta del vendedor gitano, anunciando las calidades de sus tomates de Almería; el organillo festivo encantador de cabras… Y las persianas.», con un lenguaje preciso.
El protagonista de la novela y narrador, Rodrigo, nos conducirá por ese barrio, nos hará sentir y vivir cuanto sucede a su derredor y sabrá narrar los acontecimientos más importantes, aquellos que marcarán un antes y un después en las vidas de sus habitantes, también en la suya, de forma determinante. Por boca de Rodrigo sabremos de esa realidad que, aunque beba de lo autobiográfico, no chirría ni se excede en el conjunto de la narración al huir de un desmedido egocentrismo.Perosobre todo, con independencia del atentado terrorista de ETA que marca el discurso narrativo y alumbra una época relativamente reciente, conflictiva y aterradora, cabría destacar, en primer lugar, su condición de hijo de charnego («Los hijos de charnegos, en cambio, éramos solo un injerto extraño, una especie híbrida, únicamente segura de su savia cierta pero ni olivo ni avellano, charnegos por herencia y catalanes solo por casualidad… El charnego levantaba así Cataluña con su trabajo sin saber que algún día habría de ser excluido de un proyecto de convivencia que consideraba común.»), cuestión nunca antes tratada por alguien que lo vive en primera persona; de otra la consumación de una realidad idiomática dual que condiciona la convivencia en una sociedad que avanza por el camino de la exclusión. En este sentido, la capacidad del autor para discernir entre ambas lenguas se hace desde el más absoluto respeto y consideración, lo que deriva en un discurso netamente integrador. Asimismo, cabe destacar esa aparente ruptura del discurso con las cartas que envía a sus héroes televisivos y sus correspondientes respuestas al final de la narración, que consolidan, al contrario de lo que podría pensarse, esa otra realidad del imaginario que viene a confirmar la maestría narrativa de Parra Nogueras. Una novela, “Persianas”, garantía de calidad narrativa, aun a pesar de ser la ópera prima de su autor, que predispone al lector para acoger próximas entregas. Fernando Parra, con todo, ya es un novelista a tener en cuenta en el panorama actual de la narrativa española. Sólo cabe esperarsu siguiente novela. Como síntesis de ésta bien podría bastar esta reflexión del narrador: «…pienso que la infancia debe ser la única patria universal que comparten todos los seres humanos…aún la inocencia nos democratiza y nos hace iguales, lejos todavía de los muros artificiales, las banderas nacionales, las lenguas usadas como guetos de exclusión y las fronteras de los mapas que los adultos se empeñan en levantar. La infancia y la vejez, como única tierra cierta; la que nos acoge, aún en simiente, la que nos recoge, ya tierra como ella».
Persianas. Fernando Parra Nogueras. Funambulista. Madrid, 2020
EL AUTOR
JOSÉ ANTONIO SANTANO (Baena, Córdoba, 1957), cultiva la poesía, narrativa, ensayo y crítica literaria. Es Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Almería, y autor de más de 20 libros, entre los que destacan: Profecía de Otoño. Premio Internacional de Poesía “Barro”. (Sevilla, 1994); Exilio en Caridemo. Premio Ciudad de El Ejido de Poesía 1995 (IEA, Almería, 1998), Íntima heredad. Accésit Premio Internacional de Poesía Rosalía de Castro,(Endymion, Madrid, 1998), La piedra escrita (Alhulia. Salobreña, 2000), finalista Premio Nacional de la Crítica 2000, Suerte de alquimia (Alhulia. Salobreña, 2003), finalista del Premio Andalucía de la Crítica 2003, Trasmar, de narrativa (Alhulia, Salobreña, 2005), Premio Andalucía de la Crítica “Ópera Prima” 2005; Las edades de arcilla (Alhulia, Salobreña, 2005); Razón de ser. X Premio Internacional de poesía “Luis Feria” 2008, Caleidoscopio (IEA, 2010), Estación Sur (Alhulia, 2012), Tiempo gris de cosmos. Premio Gremio de Libreros de Almería al mejor libro de poesía 2014, (Nazarí,Granada, 2014), Memorial de silencios. Ediciones en Huida (Sevilla, 2014), Los silencios de La Cava (Alhulia, 2015), La voz ausente (Alhulia, 2017), Lunas de oriente (Ediciones Dauro, 2018) y Cielo y Chanca (2019). Textos suyos han sido traducidos al catalán, euskera, gallego, inglés, francés, italiano, búlgaro, rumano, ruso, alemán, portugués, griego, árabe y chino. Actualmente es miembro de la Asociación Española de Críticos Literarios y de las Juntas Directivas de ACE-A (Asociación Colegial de Escritores de España, Sección Autónoma de Andalucía), AAEC (Asociación Andaluza de Escritores y Críticos Literarios). Asimismo es cofundador de Humanismo Solidario y miembro de la junta directiva de la Asociación Internacional Humanismo Solidario.