Como presentación de su proyecto, la nueva Trampa Ediciones apuesta por recuperar la primera (y premiada) novela de Verónica Nieto, ambientada en un psiquiátrico de paredes húmedas con vajillas de hojalata y catres duros, en el que ingresa un afamado Antonin Artaud.
© CARLOS FERRER
Si el tema más importante de la narrativa de fines del siglo XIX fue el peso de la herencia en la construcción del individuo y la vida en sociedad, la novela del siglo XX incorporó la poesía y sus recursos expresivos y rompió la linealidad argumental, compensada con la diversificación de los puntos de vista y la subversión de la secuencia temporal. En el siglo XXI lo que predomina es la reflexión alrededor de la construcción de la identidad y la representación del ser en la sociedad y un ejemplo de ello es la novela La camarera de Artaud, obra de la argentina afincada en España Verónica Nieto, publicada por la nueva editorial barcelonesa Trampa Ediciones. Sus impulsores, Carmen Berasategui y Jon Botas de Lorenzo han elegido como carta de presentación de su proyecto la poesía del argentino Oliverio Girondo (Oliverio al alcance de todos) y la citada novela de Nieto, que obtuvo el Premio Villa del Libro 2010, concedido por un jurado integrado, entre otros, por Óscar Esquivias y Luis Mateo Díez y que fue traducida al italiano en 2015. Estamos ante el primer libro de una narradora en ciernes, puesto que en su haber solo contamos con los desapercibidos Tangos en prosa (2014) y Kapatov o el deseo (2015) a la espera de que salga a la luz en 2019 Qué haces en esta ciudad.
Afectada por “anomalías mentales”, “aburrida de sí misma”, sumida en el hastío, la confusa Amélie malogra su vida hasta que conoce a un nuevo enfermo.
En la francesa Rodez, hay un edificio que antaño fue un hospital y que alberga la Fundación Antonin Artaud. Allí estuvo Nieto y allí ideó esta historia entre la locura y la cordura, entre el desequilibrio y la candidez. Antonin Artaud (1896-1948), ese surrealista disidente fundador del teatro de la crueldad, que pasó gran parte de su vida en sanatorios para recibir una terapia de electricidad estática tras otra, forma parte de los personajes de la novela de Nieto, ubicada en un hospital psiquiátrico de la Francia ocupada por los nazis. En dicho “asilo de alienados”, con carencia de medicamentos y muertos por inanición, se halla la joven Amélie Lévy. Afectada por “anomalías mentales”, “aburrida de sí misma”, sumida en el hastío, la confusa Amélie malogra su vida hasta que conoce a un nuevo enfermo, un artista de París desconocido por los internos, pero con vitola de afamado. Esa incorporación va a espolear su vida, puesto que el director del centro la nombra camarera del artista, camarera de Artaud, hombre de rostro delgado y de vestimenta descuidada.
La novelista Verónica Nieto, autora de La camarera de Artaud
Amélie narra en primera persona su experiencia junto al escritor, al que pronto le une una dependencia anímica, y dicha “dependencia de otra identidad para construir la mía propia comenzó a generarme cierto malestar”, aunque le ayude a reconstruir su desfigurada personalidad, fruto de unos inadecuados tratamientos que desgajan su memoria y convierten sus recuerdos en dudas.
Si en Richard Ford su autenticidad radica en la puntillosa observación de los hechos minúsculos que conforman la existencia miserable desde una óptica solo autocompasiva y en Hemingway revela al hombre de acción abrasado por la pasión de vivir en permanente combate con la vida, en Nieto su autenticidad se ciñe a la recreación de una realidad mediante lo profundo en la atmósfera narrativa, que es lo que torna un ámbito en un ambiente, porque la literatura siempre tiene algo que añadir a la realidad, a la banalidad de la vida cotidiana; la escritura nos abre una ventana a almas ajenas (la de Amélie Lévy) y con su lectura el lector supera la frustrante sensación de anonimato y futilidad, que la sociedad moderna impone a nuestras vidas. En el cielo de aquel abismo francés, la autora pinta el colorido arco de una esperanza incierta entre la complejidad de una contradicción y la contundencia de un oxímoron, porque las palabras son los pasos
que devoran el nebuloso sendero de la vida.
Hopper transformó el ensimismamiento y la sensación de desdicha en inquietante, cautivadora belleza. La autora consigue idéntico efecto.
La literatura de Nieto no alterará el determinismo de las circunstancias, de manera que el interés de su lectura se ciñe en escudriñar con la máxima precisión los gestos de los personajes, enfrentados al hecho de tener que vivir sin hallar el misterioso sentido que la vida en realidad no tiene. Esto significa que el autor observa las formas de comportamiento de sus criaturas desde la misma perspectiva con que años atrás Hopper veía los cafés, las fachadas, los interiores y los usuarios de esos cafés y de esos interiores que, en su visión, dan una idea certera y formalmente austera de lo que oculta la vida. Hopper pintó como nadie la inmovilidad, la soledad y el vacío que revelan la otra cara, la verdadera faz de una sociedad fundamentada en la apariencia de movimiento desenfrenado y en la felicidad. Hopper transformó el ensimismamiento y la sensación de desdicha en inquietante, cautivadora belleza. La autora consigue idéntico efecto describiendo solamente los gestos de unos personajes y potenciando su valor emblemático, desnudando el lenguaje de todo atisbo de retórica inútil. La vida anda entre el humor y la tragedia y es más frágil y misteriosa de lo que a primera vista puede parecer. Solo cabe esperar que, al concluir el libro, los lectores percibamos con mayor sensibilidad lo que nos afecta o nos rodea.
La camarera de Artaud. Verónica Nieto. Trampa Ediciones. Barcelona, 2018. 160 páginas, 16,99 €.
EL AUTOR
CARLOS FERRER ejerce la crítica en el suplemento literario Arte y Letras del diario Información de Alicante desde 2002 y desde 2014 en la revista literaria quiteña Rocinante. Miembro de la Academia de Artes Escénicas de España, ha publicado artículos en revistas de Bulgaria, Brasil, México, Serbia, Nicaragua, Ecuador, Colombia, Uruguay, Chile y España y ha participado como ponente en diversos congresos, como los del centenario de Miguel Hernández y de Juan Gil-Albert. Autor de cuatro libros publicados, es responsable de las ediciones de las antologías poéticas de Antonio Machado Soñando caminos y de Miguel Hernández Me llamo barro, impresas por la editorial quiteña Libresa. Ha sido jurado en premios como el Ciudad de Villajoyosa 2007, Gabriel Miró 2007-2010, Crítica Valenciana 2010-2012 y 2015-2018, Miguel Riofrío 2013-2017, Azorín 2016, Ciutat d’Alcoi 2016, Antoni Bru 2017, XIV Biennal de Novel.la Vila d’Onil, I Bienal de Poesía Carlos Sahagún 2017 y el Premio de la Crítica 2017.