‘Las leyes de la caza’, de Pilar Fraile, tensión sin contrapeso

En Las leyes de la caza (Candaya), Pila Fraile (Salamanca, 1975) despliega una novela policíaca con todos los recursos canónicos del género. Ubicada en el entorno rural,  se acerca al mundo de las sectas que usan la naturaleza y su fuerza para conseguir sus fines, marco para una investigación que genera tensión, ritmo y entretiene, pero quizá adolezca de una mayor profundidad en los conflictos subyacentes.
© EVA LOSADA CASANOVA

Pilar Fraile ha publicado Días de euforia, (Alianza editorial, 2020), Premio de la Crítica de Castilla y León, y Las ventajas de la vida en el campo, (Caballo de Troya, 2018) el libro de relatos Los nuevos pobladores (Ediciones Traspiés, Granada, 2014); y un interesante ensayo, que nace de su tesis doctoral: Materiales para la ficción de Poe a Foster Wallace, que fue publicado por la editorial Grupo 5 en el año 2018. Además, Pilar, colabora con El País y ha dado cursos de Creación literaria en diferentes centros públicos.

Las leyes de la caza, su última novela, ha sido publicada por Candaya, otro rincón «de resistencia literaria» que apuesta por la literatura española y latinoamericana, en el que habitan autores como Gustavo Faverón, Mónica Ojeda, Fernando Parra Nogueras o Juan Villoro.

Edita Candaya

Las leyes de la caza es una novela policiaca, con todos y cada uno de los ingredientes que identifican este género. La novela arranca con la desaparición de Oliver, un niño de ocho años al que le gusta escaparse a pescar con otro personaje, el Manco. Oliver pasa una temporada con Jana, su madre, separada de J. Jana busca encontrarse a sí misma en La Comunidad, una secta rural que te «descontamina», donde toman Shori, y que el lector va conociendo a medida que avanza la novela. «Nadie pertenece a nadie, nada pertenece a nadie…».

Los sucesos los investiga Carmen, una joven policía y Jonás, su ayudante; lo hacen en un entorno donde la naturaleza parece querer abrazarlo todo. El narrador que utiliza Fraile para llevarnos por esta historia es un narrador externo, omnisciente, que en ocasiones se arrima a los personajes, pero no se instala en sus conciencias, tan solo se acerca en poquísimas ocasiones a pensamientos que encuadra y define de manera objetiva, clara y plástica. Este narrador se limita a avanzar por la acción explicándonos el lugar que cada personaje ocupa en el universo de la novela, sus intenciones, inquietudes y alguna que otra regresión. El plano espacial de la novela es el pueblo, La Reserva, sus habitantes, el río y La Comunidad. El lector va conociendo a un puñado de habitantes a través de las pesquisas de la mujer policía.

La trama es lineal, no hay un juego temporal que apuntale los datos ocultos o que nos lleve a otros planos narrativos, subramas, etc. Los propios personajes tienen sus recuerdos y el narrador los expone tal cual. En ese sentido se trata de una novela con una estructura muy sencilla, sin un gran despliegue de técnicas narrativas, juegos temporales, conflictos. La tensión se consigue más que por la amenaza de una tragedia que pendula desde el inicio, por la relación de la madre de Oliver, Jana, con los «gurús» de La Comunidad, y crece en el mismo momento que aparece otro de los personajes: el Manco.

Pese a ello, la autora no profundiza en La Comunidad, más allá de algunos hechos que van asomando y que se intuyen desde el inicio. En cuanto a los personajes, están construidos directamente por el narrador, es el que expone sus miedos, conflictos y relaciones. Hay tres mujeres jóvenes que soportan el peso de la novela: Jana, Carmen y Celeste. Cada personaje femenino tiene su contrapeso masculino. Quizá, el personaje más logrado sea el Manco y su obsesión con el río que fluye, ese río que se instala desde el inicio de la novela en cada capítulo. Creo que es el personaje más atractivo, más literario.

Otro personaje que va cobrando peso a medida que avanza la trama es la joven policía, Carmen, que como suele acontecer en este género, es presionada por su superior, y tiene su propia historia en la que parece que vayamos a sumergirnos en cualquier momento, pero que no avanza más.

La novela es policiaca, con todos y cada uno de los ingredientes del género.

Uno de los recursos narrativos que utiliza la autora para aportar datos al lector son las Redes Sociales, las webs, etc. De esta manera los datos necesarios para contrastar los avances de la investigación los aportan seres anónimos que, como un coro, siguen los sucesos por Instagram, Facebook, etc. La simbología de la caza es atrayente, pero anecdótica en la novela, pese a que cada capítulo lo encabeza una de sus reglas, no logra construir una metáfora o simbología narrativa. Sucede lo contrario, por ejemplo, con la novela Sobre los huesos de los muertos, de la premio Nobel de Literatura, Olga Tokarczuk, en la que esas leyes funcionan como un boomerang, un contrapeso inquietante a lo largo de la novela.

El lenguaje que cuenta esta historia está desnudo, apenas hay adjetivación o figuras, quizá sea así para centrarse en la acción, en cómo vive cada personaje dentro del universo de la novela.

Las leyes de la caza es una novela que va rápido, sin pausas, entretenida, sin asombros, sin peripecias, que habla de relaciones humanas comunes, de nuestro tiempo, en un marco rural en el que la naturaleza se siente.

 

Las leyes de la caza, Pilar Fraile, Candaya, mayo de 2025, 224 páginas, 20 euros.


LA AUTORA

EVA CASANOVA LOSADA (Madrid, 1967) se licenció en Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad Complutense de Madrid, MBA por la Universidad Antonio Nebrija e Ealing College de Londres. Ha trabajado en Italia, España y Portugal en la empresa privada como responsable de comunicación y formación. En 2016, con su segunda novela El sol de las contradicciones (Alianza editorial, 2017), ganó el XVIII Premio Unicaja de Novela Fernando Quiñones. En 2010, con su primera novela, En el lado sombrío del jardín (Funambulista, 2014) fue una de las finalistas del Premio Planeta de Novela y Premio Círculo de Lectores. En 2003, fue finalista  en los Premios Constanti de relato. En 2022 publicó El último cuento triste (editorial Huso).
Actualmente dirige el espacio de creación literaria y musical La plaza de Poe, que fundó en 2015 y donde también imparte talleres de narrativa y coordina el Club de Lectura. Escribe artículos para medios culturales, participa en programas de radio literarios y es colaboradora en El Periódico de Hortaleza.