El pasado 23 de junio se celebró la última sesión de la temporada del ciclo ‘Escribir y sus circunstancias’, bajo el lema «Escribir y crear: el papel de las escuelas de escritura y la Ley de Enseñanzas Artísticas». A continuación, una crónica del quinto debate celebrado en la Biblioteca Nacional, en un acto promovido por ACE que cuenta con el apoyo de CEDRO.
© REDACCION ACE
Javier Ortega, director cultural de la Biblioteca Nacional de España, fue el encargado de introducir el acto con algunas de las preguntas que los ponentes desarrollarían. ¿El escritor nace o se hace? ¿Cuánto hay de vocación y cuánto de oficio? Así, recordó que en las dos últimas décadas, las escuelas creativas y centros formativos han ocupado un espacio creciente: lugares de formación, fomento de la lectura, aprendizaje, transmisión de saberes… ¿Cómo se integrará en este contexto la nueva ley de Enseñanzas Artísticas?
Para desbrozar la cuestión, tres ponentes muy implicados en el día a día de la creación literaria (o escritura creativa), como Javier Sagarna, escritor y director de Escuela de Escritores, Noemí Sabugal, escritora y profesora en Escuela de Escritura del Ateneo de Barcelona, y Eva Losada, escritora y profesora en La plaza de Poe. Todo ello moderado por Salvador Gómez Valdés, quien fuera director del programa La aventura del saber, y también autor de obra narrativa, con una última novela, Soñando en público, que valoró Manuel Rico, presidente de ACE, en su presentación: «Es un relato de la historia audiovisual reciente a través de la narrativa, algo no muy habitual y nos ayuda a conocer nuestra historia desde ese prisma».
Nuevo marco legal
El moderador cogió el toro por los cuernos y Eva Losada rompió el hielo con su consideración sobre cómo ha cambiado su actividad en La Plaza de Poe desde la aprobación de la nueva ley de Enseñanzas Artísticas. Según Losada, la nueva ley no les ha beneficiado puesto que en su escuela no se expiden títulos, ni hay másteres. «Es literatura pura y dura. Si un alumno pregunta si ofrecemos titulación, yo digo: ¿para qué? Para escribir, no hace falta título. Para enseñar, sí. Pero para enseñar bien, hay que haber escrito y tener ventaja —experiencia real— sobre tus alumnos. Eso no te lo da un máster, sino horas de escritura», opinó Losada, que recordó que ella estudió Economía.
Javier Sagarna, que también estudió algo ajeno a la literatura como es la carrera de Farmacia, apuntó que ellos sí tienen máster y por tanto el cambio ha sido considerable. «Antes ni existíamos. Ahora somos “enseñanzas artísticas”. La ley por fin reconoce que la escritura es una disciplina artística. Es un paso histórico. En el mundo anglosajón y en Francia ya existía este reconocimiento. Aquí éramos piratas, alegales. La ley lo cambia todo. Aún no se ha desarrollado, pero el paradigma ya cambió. Ahora es posible organizar programas oficiales, incluso concebir una “carrera de escritor” con formación sólida».

De izq. a dcha, Salvador Gómez, Noemí Sabugal, Javier Sagarna, Eva Losada y Javier Ortega, director cultural de la BNE
Noemí Sabugal, que estudió Periodismo en la Complutense, se ‘lamenta’ de que en su época no existiera el máster de Escritura Creativa de la UCM, que se ubica en un edificio contiguo a donde ella estudió, y en el que dan clase escritoras tan valiosas como Cristina Sánchez-Andrade. «Estoy de acuerdo con Sagarna. Es dar carta de naturaleza a algo que ya existía. En Estados Unidos, escritores como Cheever y Carver pasaron por la Universidad de Iowa. Ana Merino impulsó la escritura en español en esa universidad. La creación literaria merece estar al nivel de la animación, las artes circenses o la danza», concluyó Sabugal.
¿Qué buscan los alumnos?
Así, más allá de los marcos legales, queda la escritura, el prurito creativo, el deseo de aprender y de compartir lo aprendido. Según Eva Losada, de la Escuela de Poe, hay dos perfiles de alumnos claramente diferenciados, cada uno con sus intereses propios. Uno es de los niños y jóvenes (en el sentido juvenil que se emplea en las colecciones de narrativa con esa etiqueta), que, según Losada, se muestran muy creativos, activos, debaten todo, disfrutan mucho. «Hay algunos y algunas que, con 14 años, ya dicen que han escrito dos o tres novelas. Y no les falta razón», señala esta escritora. En los adultos, sobre todo en aquellos con edades comprendidas entre los 18 y los 50 años, «están los que buscan oficio, con intención de escribir obra propia, mientras que otros buscan experimentar, como quien prueba pintura o cerámica». También están aquellos que retoman la escritura con el tiempo conquistado en la madurez y otros que, simplemente, exploran.
Sagarna: «La ley por fin reconoce que la escritura es una disciplina artística».
Javier Sagarna, de Escuela de Escritores, se identifica con esos perfiles, comunes a muchos centros de formación literaria, y añade que «muchos adultos protegen su faceta literaria mientras trabajan en otra cosa. Otros vienen a leer. En los másteres, la vocación es fuerte. Son dos años muy intensos. Muchos de ellos consiguen ser escritores».
Por su parte, Noemí Sabugal, desde su experiencia en el Ateneo de Barcelona, incide en la variedad de perfiles que acuden a dicha escuela. También por la variedad de oferta de cursos que despliegan. «Más allá de relato y novela, damos cursos de no ficción: autobiografía, crónica, ensayo, columna… Muchos escriben desde lo personal. Hacer un perfil, por ejemplo, y acaban escribiendo sobre su madre o su abuelo. Leer en voz alta en el taller, tener lectores compañeros, ver lo que otros hacen… es clave para crecer», sostiene Sabugal.
Técnica y mirada
Los títulos son importantes, pero quizá más para los profesores que para los propios alumnos, puesto que el verdadero reconocimiento es que dan los lectores, toda vez que se logra publicar y meter la patita en el mundillo literario. Los tres ponentes aportaron los siguientes comentarios sobre las metodologías de sus escuelas de escritura:
Eva Losada: «Primero se enseña técnica: narradores intradiegéticos, testigos, etc. Luego se proponen ejercicios para cambiar de mirada. Y ahí empieza la creación. La diversidad de los talleres —por edad, profesiones, trayectorias— enriquece mucho más que una clase académica».
Noemí Sabugal: «Guiar es la clave. No es una carrera convencional. Hay análisis, práctica, comparación. El entorno es colaborativo. Hay libertad. Y diversidad real».
Javier Sagarna: «Me gusta compararlo con una comadrona: nacemos como los escritores que podemos ser».
A la pregunta, de cómo enseñar a sonar interesante, de cómo captar la atención de los lectores, Javier Sagarna apuntó que entrenando la mirada, huyendo de los tópicos y buscando la precisión. «Todos los grandes escritores son precisos. Incluso Proust, en sus siete tomos. El microrrelato te obliga a entrenar eso», comentó Sagarna, que participa en la Cadena Ser con este género abreviado dentro de la sección ‘Relatos en cadena.
Sabugal: «La ley da carta de naturaleza a algo que ya existía».
Por su parte, Noemí Sabugal recordó el poder de crear expectativas al lector, el manejo hábil de la tensión, una tensión que va más allá de ¿quién es el asesino?, sino que tiene muchas capas y pivota en torno al conflicto en todas sus dimensiones. Todo eso, como añadió Eva Losada, sin olvidar que la literatura es el campo fértil de las emociones: «Un texto sin emociones en una tabla de planchar».
La sesión concluyó con una sugerencia de Noemí Sabugal que describe con ironía el destino que espera a muchos escritores, sea cual sea su condición, su estadio. Se refería a un cuento de Lorrie Moore escrito en segunda persona (una técnica eficaz en algunos casos), titulado Cómo convertirse en escritor, donde se leen frases como: «Le das tu texto a tu madre y ella te responde: “Vacía el lavavajillas”».
Con el otoño, volverán nuevas sesiones de estos apasionantes debates en torno a «Escribir y sus circunstancias». En la Biblioteca Nacional.

Manuel Rico, presidente de ACE, en los prolegómenos del coloquio