Presentación de ‘Guerrilla Lavapiés’, el movimiento que hizo temblar al mundo

El periodista Daniel Campos (Madrid, 1981) convierte en novela los testimonios de primera mano recibidos por un confidente de la Policía infiltrado en los movimientos antisistema que, en los años 2000, fueron el germen de Podemos. Se presentó en Madrid el pasado 12 de marzo y esta es la crónica del acto.
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«En cuanto el infiltrado conoció a Pablo Iglesias, hizo un informe de él». Así sintetiza el periodista y ahora también escritor Daniel Campos la madera de líder y el carisma que desprendía entonces el veinteañero Iglesias que se bregó en los movimientos antiglobalización de principios del siglo en curso. Porque, como aclaró la periodista Sonsoles Ónega, presentadora del acto en Casa del Libro de Gran Vía, Madrid, Guerrilla Lavapiés (Península) es una novela, pero con personajes muy reales, basados en hechos no menos reales.

Y por sus páginas desfilan nombres de personajes muy activos entonces en esos movimientos antisistema, como quien fuera el futuro vicepresidente del primer gobierno de coalición de la historia de la democracia, pero también Alberto San Juan o Willy Toledo, al que entonces llamaban Richard. «Esos personajes dan picante a la novela», reconoció Campos, aunque el verdadero plato fuerte del libro, carne de adaptación a serie o película, según Ónega, es el propio infiltrado, que aparece en el libro como Alfonso/David.

«Génova fue la gran victoria de los movimientos antisistema pero también su mayor fracaso».

Concebido y escrito mucho antes del éxito de la película La infiltrada, el libro recoge ese conflicto que viven este tipo de personajes en situaciones tan peculiares como la inclusión en una banda que te acoge como uno de los suyos y te obliga a una impostura permanente. Esto, según Campos, genera una tensión narrativa muy rica, ante la posibilidad «de que se caiga todo ese castillo de naipes y el infiltrado quede desnudo delante de todos». Además, añadió, implica un gran desdoblamiento de la personalidad y la condena a «vivir una mentira que se convierte en una realidad».

Para nutrir la historia, Daniel Campos se valió de sus contactos dentro del sector de la seguridad nacional (fue durante años director de comunicación del Ministerio del Interior, a las órdenes de Grande-Marlaska, y periodista de tribunales de larga experiencia). Así, le presentaron a una persona que pedía a gritos una historia. Así, lograría fijar en la permanencia de una novela tantas historias que, a lo largo de su carrera de periodista, corrieron el triste destino que se achaca al periodismo: envolver pescado al día siguiente.

Sonsoles Ónega y Daniel Campos, en la Casa del Libro de Gran Vía, Madrid.

A partir de muchas entrevistas y cafés, el infiltrado, que sigue trabajando para el Cuerpo Nacional de Policía y cuya identidad, obviamente, permanece bajo secreto, proporcionó a Campos un valioso ramillete de vivencias con los que componer esta novela. «Tuve un flechazo narrativo en cuanto lo conocí», diría el autor, fascinado por una existencia siempre en el filo de la navaja, movida a veces por la inconsciencia, otras por el arrojo y a quien, claro, siempre le pasan cosas.

Como pasaban cosas en ese mundo agitado por los movimientos que canalizaban la indignación existentes. Movimientos que más tarde, en España, desembocarían en el 15M y, tres años después, en el partido que aglutinó todo ese descontento: Podemos. Aunque la decepción llegaría una década después, pues la puesta en práctica de las decisiones siempre saca del terreno a los sueños y los ideales, como matizó el propio Daniel Campos.

«El temor a ser descubierto genera una tensión narrativa muy rica».

Pero antes hubo años de golpes en el tablero de la mesa que hicieron temblar mundo. Así, esos movimientos gestados en barrios como Lavapiés (de ahí el título), llegarían a alcanzar grandes cuotas de influencia. Tanto es así que en los órganos de seguridad internacionales aumentaron la vigilancia. «El objetivo era prevenir la subversión de grupos ultras, okupas, disturbios, movimientos próximos al GRAPO…», explica Campos. Y poner freno o mantener a raya movimientos como el antiglobalización, cuya influencia fue muy grande, como demostró el papel clave que tuvieron en la Cumbre del G8 en Génova (Italia) en julio de 2001, con miles de activistas de distintos grupos protestando contra las políticas neoliberales impulsadas por los líderes de las economías más poderosas del mundo.

«Fue su gran victoria pero también su mayor fracaso. Porque querían un mundo mejor, pero no construido con cócteles molotov». ¿Qué queda hoy de todo eso? Unos movimientos de izquierda envueltos en sus proverbiales galimatías estructurales, y unas tendencias de derecha que avanzan hacia el extremismo apoyadas en el más puro sentimiento, caldo del populismo más facilón como plantear un muro para cada nuevo inmigrante sin papeles que entra en un país extranjero. «Y eso es algo que me da mucho miedo», concluyó Campos, refiriéndose a la progresiva escalada de la política más demagoga y, como diría Mauro Entrialgo, malista.

La presentación, celebrada en un paréntesis de lluvia, contó con una gran asistencia de público. Entre los presentes, se encontraban el fiscal de Anticorrupción, José Grinda; el excomisario jefe de la Audiencia Nacional, Mario Jiménez; las leyendas del reporterismo de guerra, Miguel de la Fuente y Miguel Ángel de la Cruz, así como otros comunicadores y periodistas de actualidad nacional y tribunales, como Mateo Balín, Ana de la Peña, David Junquera y Ángel Luis Fernández Conde.

 

Guerilla Lavapiés

Daniel Campos

Península

Marzo 2025

304 pp.