El chamán del Arga o la emoción de lo sagrado

Alfredo Rodríguez vuelve a su registro preferido, la poesía, con Dragón custodiando el misterio. Si bien ha cultivado otros géneros, como la entrevista o el diario (Días del indomable), la fuerza de su vocación poética se demuestra en entregas como esta, en la que ejerce de «Ptah metido a vate».
© FÁTIMA FRUTOS

Vivo junto a un río, igual que mi amigo y vecino Alfredo Rodríguez. Con su obra Dragón custodiando el misterio (Chamán Ediciones), lo primero que me viene al fluir de la mente es Ausiàs March y estos, sus versos: “Així com cell qui en lo somni·s delita / e son delit de foll pensament ve,/ ne pren a mi: que·l temps passat me té / l’imaginar, que altre bé no hi habita /”.

Esta asociación quizá surja porque hace tiempo que contemplo a Alfredo como un caballero navarro; así como también lo fuera March, caballero valenciano y halconero mayor de rey, además de amigo personal de Carlos de Viana, heredero al trono navarro.

Edita Chamán.

Conozco el gusto de Rodríguez por los Novísimos, especialmente por Álvarez, su devoción por el helenismo, la exquisitez de la palabra, la cultura, la belleza…, pero tengo que confesar y confieso que esta vez me ha dejado obnubilada.

Este custodio del dragón se coloca ante las tres partes del poemario, a cada cual más elevada, como un equilibrista del conocimiento asombroso, como un chamán del Arga. No en vano los chamanes son los que atesoran saberes ocultos, quienes invocan a los espíritus, aquellos que sanan, quién sabe si a través del ritmo de la versificación, asemejándose en sus estrofas a ese “efecto Mozart” que vivifica la creatividad.

En «Del alma en trance», la primera parte, se rinde un homenaje “al sentido goce de cada instante”, a los temas perennes de los poetas: vida, alma, amor y muerte. Pero, también, emerge el Reposadero de barcas sagradas, es decir, la reflexión sobre el quehacer poético, la búsqueda de lo esencial en la composición de versos.

La obra muestra al poeta que se retira a su bosque interior.

En esta primera parte es donde se percibe más claramente la poética de Alfredo Rodríguez, su forma de escribir, su manera de llegar a esa claridad mostrada por Ramón Xirau: Vermelles les cireres, / vermell el claustre illuminat / de vides netes. Claredat /.

La reflexión en torno a la poesía ha sido una materia muy tratada, lo cual no es óbice para mencionar aquí a dos poetas mujeres que lo hicieron de forma sobresaliente y que también planean sobre el poemario de Alfredo Rodríguez como aves atisbadoras. Se trata de Chantal Maillard y Ángela Figuera Aymerich.

De la primera reconocemos el aviso sobre lo sagrado que se esconde en toda poética, tal y como se puede ver en su obra India, que supone un acceso sublime a lo profundo del ser. De la segunda, la dedicación al oficio de poeta como redención y deseo de justicia: No quiero / que los besos se paguen / ni la sangre se venda / ni se compre la brisa/ ni se alquile el aliento. / No quiero / que el trigo se queme y el pan se escatime.

Las estancias de la memoria, la segunda parte, podría dar título a todo el poemario si no viéramos con nuestros propios ojos al vigía del fuego, a este Vulcano pamplonés, a un Ptah metido a vate, como también lo hiciera Gérard de Nerval en Les Chimères, arremetiendo contra todo lo establecido en la poesía actual, reivindicando las culturas libres y sus procesos creativos, el caos de lo sagrado y a Salvador Pániker.

Alfredo Rodríguez (Pamplona, 1969) ha publicado ocho libros de poemas.

Es fácil abismarse en el cáliz alfrediano con versos como “Tu amor no pide nada / Nadie vela tus armas / Has renunciado a todo / Sientes solamente veneración”. Es posible fundirse con esa perfección oculta en el κόσμος infinito pero ordenado de la belleza poética.

Para finalizar su libro, el poeta nos somete a un “más difícil todavía” a un nihil aeternum, que no es sino un anhelo de vida tras la vida, de un Todo lo que te quedase de vida/ como un dragón custodiando el misterio/ Su huella luminosa. Resulta, en definitiva, esta tercera y última parte, una confesión de su vocación, o como bien expresa Sonia Betancort en el extraordinario epílogo compuesto a esta obra, se trata de un “poeta que se retira a su bosque interior”.

Chantal Maillard y Ángela Figuera Aymerich planean sobre este profundo poemario.

Rememoro en estos momentos a la poeta japonesa Akiko Yosano, a quien tenemos acceso gracias a una magnífica antología poética Poeta de la pasión. En sus versos (sosteniendo mis pechos / entre mis manos, silenciosamente, / descorro el velo del misterio) muestra la delicadeza de la poesía y cómo esta es la senda que desvela la luz; esa luz poética que todos buscamos junto a Alfredo Rodríguez.

Este recogimiento poético voluntario, que significa un peregrinaje por la espiritualidad (No serviam o Fe de vida) nos hace pensar que una próxima entrega literaria de Alfredo Rodríguez puede albergar esa misma magia brahmánica que convirtió a Ramanujan en el matemático del fulgor. El mismo fulgor con el que Alfredo Rodríguez se atreve a perseguir la inspiración, mientras custodia al dragón, a ese Todo que venera, a ese número perfecto, a lo Áureo de la existencia.

Gracias, Alfredo, por hacernos creer que cuando ya no estemos nuestra obra seguirá hablando de nosotros.

 

Dragón custodiando el misterio, Alfredo Rodríguez, Chamán Ediciones, 2023.


LA AUTORA

FÁTIMA FRUTOS (1971) es escritora y poeta de San Sebastián. Tras ser coautora de un manual sobre protección a mujeres víctimas de la violencia de género en el 2004, se lanza a la poesía con De Carne y Hambre (Editorial Huerga y Fierro), Premio Internacional de Poesía Erótico-amorosa del Ateneo de Guipúzcoa en el 2008.

Continúa apegándose a la tradición poética occidental, desde los clásicos griegos y latinos hasta los románticos alemanes, y gana en 2011 con Andrómeda Encadenada (Editorial Alberdania) el Premio Kutxa Ciudad de Irún, uno de los más prestigiosos en lengua castellana. Obra que ha llegado a las librerías de Centroeuropa y América. Con Epitafio para una odalisca en 2015 (Editorial El Gallo de Oro) concluye una trilogía sobre el Eros Histórico, que es a la vez un homenaje a grandes féminas olvidadas; quedando esta obra finalista en el Premio Gil de Biedma.

En 2017 sorprende a su público con una obra bilingüe Haikus aus dem Fluss-Haikus desde el río escrito en alemán y castellano. Su poemario En brazos de la Belleza (Ediciones Eunate) salió en el 2018 en homenaje a la literatura rusa y al eco humano y poético de Ramón Llull. Con Monjas, putas y locas se alzó en el 2019 con el Premio María del Villar Berruezo.