María García Zambrano apela en su último poemario a un lector de poesía exigente, que no se conforma con otra cosa que no sea la excelencia evocadora que ofrece en este trabajo fascinante e inspirador. Publica Vaso Roto.
© JOSÉ ANTONIO SANTANO
A veces un libro puede atraparnos tanto que es casi imposible expresar todo lo que sentimos al momento de leerlo. Transcurrido el tiempo, que conscientemente detuvimos al acercarnos a su lectura por primera vez, nos regresa la necesidad de adentrarnos de nuevo en todos sus abismos, en todos sus silencios.
Su contenido siempre estuvo ahí, latente, pero sin poder manifestar cuanto aportó en su día, cuanto nos turbó en el instante mágico que supone toda lectura, esa que nos hace temblar y trasladarnos al origen de todo, a los primeros pasos y sonidos sobre la tierra.
La oscuridad es revelada para seguir viviendo en ella, para saber que un hilo la mantiene, porque otra realidad se sueña, otra capaz de ofrecer otra «irrealidad» que conduzca hacia la luz, aunque sea muy tibia o leve.
Una señal nos alerta y reclama nuestra atención; sabemos que siempre existió, pero nunca supimos interpretarla, y un día, sin saber cómo ni porqué, aparece insistentemente, y aquel libro que nos dejó sin aliento vuelve a nuestras manos e invoca su nombre, y ya no hay forma humana de acallar la esencia de su espíritu. Los buenos libros, y en el caso que nos ocupa, de poesía, necesitan un tiempo de maduración, como los frutos.
El libro objeto de este comentario ha cumplido sobradamente todos los tiempos necesarios y toca ahora presentarlo. Su título, Esta ira, su autora, María García Zambrano (Elda, Alicante, 1973), su sello editorial Vaso Roto, y prueba de esa madurez, el recién obtenido Premio de la Crítica Valenciana. En su haber quedan otros poemarios a destacar: El sentido de este viaje (2007), Menos miedo (Premio Carmen Conde y semifinalista del Premio Ausiàs March al mejor poemario de 2012), La hija (2015) y Diarios de la alegría (2019).
«¿Es tan abstracto estar vivo?», se pregunta la poeta.
Hay que decir en primer lugar que, Esta ira, de María García Zambrano, es un libro complejo, pero esa misma complejidad lo hace extraordinariamente fascinante e inspirador y adentrarse en su lenguaje y estética viene a ser como hallar un oasis en mitad del desierto. Esta ira es un monumento a la palabra no sujeta a límites, abarcadora, genial y abierta al mundo.
Y por ello, García Zambrano, siguiendo el instinto de la creación y mediante la meditación de cuanto la realidad le ofrece, aunque no le guste, es capaz de transformar, de metamorfosear esa cruenta realidad para convertirla en un sueño de irrealidad, enfrentándose así al vacío existente: «¿Acaso no se había disipado la bruma, el sabor a óxido, ese rumor de dientes que oculta lo blanco?», en una lucha constante y agotadora: «La lucha contra la muerte nos ha llevado a la extenuación.
La belleza es apenas perceptible y la rabia se muda a esta casa flotante, donde la madre sigue cantando letanías», pero sin olvidar que esa «ira irreal» puede cambiarlo todo y elegir la fe, la Gracia o la Compasión para seguir viviendo ajena al miedo y contemplar así a ese árbol en un claro del bosque (que nos recuerda a la escritora María Zambrano) «donde es posible la sanación y la Verdad puede curarnos los ojos». En estas citas se hallan todas las claves del libro, son premonitorias y tienen la virtud de crecer y crecer como nutrientes de la voz de García Zambrano, al tiempo desgarradora y amorosa.
El fuego del Amor y la palabra sumergen al lector en las profundas razones de su autora para escribir este libro, que bebe del sueño y el imaginario, a las entrañas de una realidad feroz que ha de acallar con la transgresión de su propia realidad. Todo está medido y afianzado desde la oscuridad y vuela hacia la luz: «Arde esta ira irreal / y sin embargo / hay que soportarla (…) arde el silencio / su fractura / y las ramas / y los huesos / de los pájaros / sólo la fe calmará este fuego / esta ira / sin rama / sin hueso / sin pájaro».
Es el primer poema y en él la serena rebeldía de la poeta, porque aún le asiste el miedo: «no / no es un pájaro este miedo / anidando en la boca», mas nada la detiene, y sigue el camino con el dolor que le depara una realidad que sueña «irreal».
La voz de García Zambrano es, al tiempo, desgarradora y amorosa.
Para García Zambrano la palabra es aquí fruto surrealista de multitud de imágenes y metáforas que provocan en el lector una extraña y seductora reacción, con la que es incapaz de abandonar los versos que libres toman el vuelo hasta alcanzar toda la luz del mundo, que no debe ser otra que el Amor, y así escribe: «bien dicha la palabra Amor / funde los metales / y los convierte en luz (…) porque hemos sembrado Amor y compartimos / las palabras benditas / las bendiciones curan // una diminuta llama / alumbra ahora / un planeta donde nunca / amó nadie».
Abrasan a García Zambrano todos los silencios y con ella habitan, sabe que son reales, como lo es la muerte y el miedo, como lo es la soledad y el dolor, también la esperanza que anida como única luz en el horizonte; por eso se pregunta: «¿cómo es la muerte? / -en el surco la sed / el invierno abrasando / desde lo hondo- // ¿cómo se vive dentro de este miedo?».
Ese estallido de silencios no es sólo suyo, también de Mirla, porque a pesar de la existencia de un hilo, de un hilo corto, jamás se romperá mientras exista: «tú / el ave más hermosa / y yo / te alimentaba / y reíamos // ¿podremos rescatar la risa / y tu boca de mirla / y la extrañeza? ayer soñaba / y eras yo / ese pájaro».
Surgen y brotan las heridas con el tiempo, se acelera el ritmo cardíaco y la poesía de María García Zambrano se convierte en un territorio abrupto y abstracto, tanto como lo es la propia existencia cada día, aunque no lo percibamos, permitiendo que el dolor de lo simple y cotidiano se transforme en inquebrantable resistencia, en desesperada voz: «sólo un día / tiriten de frío azuladas las mandíbulas / y nadie pronuncie / el verbo que calme / sus articulaciones», y por eso hay que seguir viviendo, porque «No hay razón para desaparecer / el dolor escondido bajo llave / en los párpados bajo llave».
La palabra es aquí fruto surrealista de multitud de imágenes y metáforas.
Todo está ahí, externa e internamente, vive con y para ser, pero a veces es invisible; los hilos están, pero no se ven, «¿es tan abstracto estar vivo?», se pregunta la poeta, y todo está en su ser mismo, y en el de Mirla, «en el no lugar», donde sale silenciosa, muda, herida y ciega: «Llega la noche y recoge pedazos que se desprenden. Ordena la casa y los pedazos con la ayuda del Amor. Llega la noche y organiza cada tristeza. Las guarda en su caja. Es fácil. La acompañan, la atraviesan, la sobreviven».
Después de los poemas Escena del primer verano y Las hermanas, magníficos ambos, llegamos al final de Esta ira (irreal) con La belleza y una coda (A modo de antídoto contra la ira), una última parte brillante, genial diría, que resume de forma inequívoca la esencialidad poética de García Zambrano, que pasa ineludiblemente por ser un canto al Amor, a la Vida, y a la Muerte, que conjuga esos tres estadios de manera prodigiosa, dejándonos verso memorables, como estos que nos hablan de la belleza: «Cuanto sé de la belleza me ha sido entregado en el latido aún caliente de los metales. // Cuanto sé de la belleza se aloja en la palabra árbol, latitud crecida en la columna, vertical símbolo de la supervivencia. // Cuanto puedo decir de la belleza me lo enseñó su canto. De él regresa la Mirla. // De la belleza he aprendido a renacer en la blancura».
No obstante, en el poema Coda, queda expuesta toda la capacidad creadora de García Zambrano, el poder de su palabra para engrandecer y abrir el corazón al mundo, y en estos versos su alma y mágica esencia: «Soy capaz de vivir bajo la tierra / con tus ojos como única luz (…) tú eres mi hija pero yo soy tu hija / guíame».
Esta ira es, sin lugar a duda alguna, un poemario complejo, pero también cabría afirmar que imprescindible, por muchas razones, pero quizá una sea la clave, como bien escribe Julieta Valero al final de su epílogo: «La poeta dice la ira y es el amor. A quienes leemos nos queda acoger esta doble verdad tan legítima como el deseo de desaparecer y el de seguir aquí».
Esta ira, María García Zambrano, Vaso Roto, Madrid, 2023, 80 pp.
EL AUTOR
JOSÉ ANTONIO SANTANO (Baena, Córdoba, 1957) cultiva la poesía, narrativa, ensayo y crítica literaria. Es licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Almería, y autor de más de veinte libros, entre los que destacan Profecía de Otoño; Exilio en Caridemo; Suerte de alquimia o Tiempo gris de cosmos, todos ellos galardonados con prestigiosos premios.