Publicamos a continuación la segunda entrega de la reflexión que realiza Martín Rodríguez-Gaona sobre la evolución de la «ciudad letrada», especialmente en lo que se refiere a la poesía, en el tránsito por las dos primeras décadas del siglo XXI, a partir del libro Constitución Española, de Óscar Curieses. Para leer la anterior, pulsar AQUÏ.
© MARTÍN RODRÍGUEZ-GAONA
Parecería urgente reconocer que la Constitución de 1978 se concibió para una sociedad que va quedando irremediablemente atrás, ahora vista como una gesta de logros polémicos, pues tras el fin de la dictadura se cimentó un marco social bajo el que el ciudadano se convirtió ante todo en un consumidor. Así, hasta la primera década del siglo XXI era común escuchar frases como “España va bien” o “La Guerra civil es cosa del pasado”, y reivindicar definirse como “Gente normal” (incluso un grupo poético apeló a ese adjetivo en busca de lectores). Tal discurso de época iba en estrecha concordancia con el fin de la historia propugnado por el ideólogo neoliberal Francis Fukuyama. Mas el caso español era tan solo uno entre otros: desde inicios de los noventa, después de la caída del muro de Berlín y de la Unión Soviética, las constituciones internacionalmente se fueron convirtiendo en papel húmedo o mojado (abiertas a un simulacro y a una manipulación por la empresa privada). Así se impuso un orden social en el que se fueron olvidando los ideales políticos y ciudadanos de la modernidad, hasta que la mera ciudadanía devino insuficiente: al erigirse la capacidad de consumo como única garantía de un tratamiento justo, digno, adecuado o humano, tácitamente se crearon ciudadanías de primera y segunda clase.
En otras palabras, en el contexto de la globalización, las diversas constituciones han resultado inoperantes para impedir el desmantelamiento de la sociedad de bienestar y de la clase media. Este clima de hegemonía neoliberal fue con efectividad trasladado de la sociedad civil a la ciudad letrada, por lo que si aceptamos que “la realidad es el consumo”, la poesía puede ser abiertamente redefinida por lo que más vende. De este modo la acción conjunta de la cultura del entretenimiento y los medios de información / desinformación masiva produjo la exaltación del individualismo rampante, voraz y cortoplacista como instrumento imprescindible para un sistema que fomenta el consumo mediante la exaltación del yo y el hedonismo. Muchos escritores, en concordancia con el resto de la ciudadanía, compartieron responsabilidades en este proceso, hasta consolidar el cambio del paradigma de la calidad a la comercialidad. De este modo se propició una rentabilidad apoyada en la publicidad mediática, en la imagen, lo que supuso la transformación del escritor en una figura pública, contribuyendo a la paulatina normalización de la realidad como simulacro.
Ya en el siglo XXI, dicha interiorización del mercado ha caracterizado a la parte más visible de una nueva promoción de escritores, quienes desde las redes sociales pugnan por un posicionamiento generacional y de género. En consecuencia, los prosumidores millennials asumieron como natural el desarrollo de toda una puesta en escena en función del éxito y la juventud, del entretenimiento, la belleza y lo nuevo: de allí la consolidación y el protagonismo de celebridades e influencers (de Luna Miguel a las de la poesía pop tardoadolescente). Mas fue un mismo entorno ideológico el que permitió el paso del populismo mediático al actual populismo virtual, certificando la mutación electrónica del “vale todo” del posmodernismo neoliberal.
Es por esto que lo corporativo presta visibilidad a una influencer literaria que habla en términos de industria y carrera, además de permitirle practicar constantemente el hype y el click bait, recursos que tienen que ver más con la posverdad que con el talento para la escritura. Ejercicios que perjudican profundamente a sus contemporáneos, pues sólo desde la flagrante inconsciencia o la demagogia más interesada se puede negar que internet ha producido cambios decisivos a nivel económico, cognitivo y de sensibilidad, los cuales afectan tanto la socialización literaria como las formas de lectura.
Estos cambios decididamente representan una involución con respecto a la lectura tradicional, solitaria, concentrada y silenciosa: un deterioro que ha sido complementario a la caótica reformulación de modelos educativos que, desde el cambio de siglo, relegan cada vez más a las artes y las humanidades a favor de la productividad y el diseño social. Ante las exigencias de control que suscita el exponencial crecimiento demográfico, todo pensamiento independiente se considera peligroso.
EL AUTOR
MARTÍN RODRÍGUEZ- GAONA (Lima, 1969) ha publicado los libros de poesía Efectos personales (Ediciones de Los Lunes, 1993), Pista de baile (El Santo Oficio, 1997), Parque infantil (Pre-Textos, 2005) y Codex de los poderes y los encantos (Olifante, 2011) y Madrid, línea circular (La Oficina de Arte y Ediciones, 2013 / Premio de poesía Cáceres Patrimonio de la Humanidad), y el ensayo Mejorando lo presente. Poesía española última: posmodernidad, humanismo y redes (Caballo de Troya, 2010). Ha sido becario de creación de la Residencia de Estudiantes de 1999 a 2001, y desempeñó el cargo de coordinador del área literaria de esta institución hasta 2005. También ha obtenido la beca internacional de poesía Antonio Machado de Soria en 2010. Su obra como traductor de poesía norteamericana incluye versiones como Pirografía: Poemas 1957-1985 (Visor, 2003), una selección de los primeros diez libros de John Ashbery, La sabiduría de las brujas de John Giorno (DVD, 2008), Lorcation de Brian Dedora (Visor, 2015) y A la manera de Lorca y otros poemas de Jack Spicer (Salto de Página, 2018). Como editor ha publicado libros para el Fondo de cultura Económica de México y la Residencia de Estudiantes de Madrid. Con su último libro, La lira de las masas, obtuvo el Premio Málaga de Ensayo 2019. Su último libro de poemas publicado: Motivos fuera del tiempo: las ruinas (Pre-Textos, 2020). Con el ensayo Contra los Influenccers: la ciudad letrada ante la corporativización ecnológica de la literatura ha ganado el premio Celia Amorós de Ensayo 2022.