Jekyll & Jill reedita Larva. Babel de una noche de San Juan (1983), de Julián Ríos, una obra libérrima, ya legendaria, que el autor de la reseña coloca en la senda del Finnegans Wake de Joyce: celebración literaria para unos happy few.
© JUAN ÁNGEL JURISTO
Octavio Paz, a raíz de la publicación de Larva. Babel de una noche de San Juan, en 1983, inscribe a ésta dentro de esa «tradición de la ruptura», esa autoconciencia que conlleva cierta autodestrucción «creadora», iniciándose con Las Soledades, de Góngora, y que, luego del Romanticismo, culmina en las vanguardias que Paz había teorizado en Los hijos del limo, de 1974. Es ahí donde se encuentra ese ensayo que sirvió de soporte para que esta primera obra de Ríos fuera saludada como una revelación dentro de la anémica situación de la literatura española del momento.
Larva es deudora de Finnegans Wake en sus juegos de palabras, en sus retruécanos, en su mareante orgía de palabras.
Luego Carlos Fuentes y Juan Goystisolo contribuyeron a ese engrandecimiento, así como buena parte de la crítica anglosajona, con quien Julián Ríos (Vigo, 1941) siempre mantuvo buena relación. Así se logró hacer del libro un objeto de culto gozado por una suerte de happy few, gozadores asimismo de la obra de James Joyce y muy especialmente de su Finnegans Wake, del que Larva es deudora sobre todo en sus juegos de palabras, en sus retruécanos, en su mareante orgía de palabras, en su coherente adhesión a la revolución de las palabras, en su ferviente intuición del poder erótico del lenguaje.
Autor muy dotado para la unir la secreta armonía de las palabras, no hay más que leer Cortejos de sombras, primer libro escrito por Julián Ríos en 1968 y que mantuvo inédito hasta su publicación en 2008. Recordemos que Ríos quedó fascinado desde muy joven con la obra de James Joyce y de Ezra Pound, sobre todo por Finnegans Wake, y bien puede decirse que fue tanta esa fascinación que se propuso lo que el joven Stephen Dedalus en El retrato del artista adolescente, es decir, escoger el exilio casi como modo profiláctico respecto a la contaminación del ambiente literario del país —de modo paralelo a lo que hizo por las mismas fechas Juan Goytisolo—, y así ha vivido temporadas en Londres, escenario de Larva y Poundemonium y otras ciudades europeas. Más tarde fijaría su residencia en París, donde vive con su mujer y traductora al francés de su obra, Geneviève Duchêne, fallecida en 2020.
Ahora que se cumplen casi cuarenta años de la publicación por Llibres del Mall de este libro y una nueva edición casi conmemorativa que recoge la ya clásica cubierta con el retrato que del autor hizo Antonio Saura que ha editado Jekyll & Jill, convendría preguntarse por su vigencia. Teniendo en cuenta que es un libro que aunque muchos crean, y desean, que se halla en el baúl de los recuerdos, lo cierto es que se publica cada cierto tiempo y va adquiriendo nuevos adeptos, siempre happy few, habiéndose convertido en un texto cargado de cierta leyenda. Siempre fue un libro para adeptos incondicionales… como Finnegans Wake. O lo tomas o lo dejas. Yo lo tomé en su momento y sigo tomándolo.
Se habla, y es ya un tópico cargado de verdad, de la relación de Ríos con Joyce. No hay que olvidar que el autor de Larva ha publicado una colección de epifanías, al modo de su preferido autor irlandés, pero considero esencial aquello que en su momento pareció menos evidente cuando Llibres del Mall publicó el libro, allá por 1983, y es la estrechísima relación que esta novela mantiene con los ideales culturales y libertarios de las décadas de los sesenta y setenta y que esos ideales —que han venido a formar parte de una utopía fácilmente recordada con nostalgia de muchos de los protagonistas de aquellas décadas que supieron adaptarse con facilidad a los cambios políticos y sociales provocados por Margaret Thatcher y Ronald Reagan y que obligaron a las socialdemocracias, después de la bancarrota de los países socialistas, a rebajar sus pretensiones— son parte esencial de otra revolución paralela, que se le corresponde, la del lenguaje. La lengua, como elemento dinamizador de otros lenguajes, como el rock y las drogas, el complemento de la liberación personal, como ampliación de los vericuetos de nuestra mente, de nuestra percepción, con sus antecedentes, Albert Hoffman y Ernst Jünger y Aldous Huxley, y sus consecuentes, Alan Watts, Timothy Leary…
El libro se publica cada cierto tiempo y va adquiriendo nuevos adeptos, siempre happy few, habiéndose convertido en un texto cargado de cierta leyenda.
Y el erotismo. No en vano este libro se subtitula Babel de una noche de San Juan y en él se dan cuenta de las aventuras de un don Juan mutante en las andanzas de Babelle y Milalias, sobre todo este último que, como un moderno Prometeo, adopta las formas que la situación requiere…
Creo, por ello, que Julián Ríos y Juan Goytisolo son dos escritores paralelos en sus planteamientos en aquellos años setenta, que es el tiempo en que se sustenta Larva. Un ejemplo: «Por Chile!, levantó su copa un SS, simiesco y siniestro, de espejuelos negros. Por Chile!!, coreó el brindis desenvainando su machete, y chocó los talones, un Hitler charlotesco. Porcille!!!, chilló al lado, haciendo un corte de mangas, la miliciana garibaldina de la camisa roja y el pañolón rojo al cuello».
Otro más: «Rock and roll! Rock!, pegándose a los abultados faldones de la Pompadour peonza. Rock rocambolesque ma rococotte!, roncocoreó, arrollándola, el moro enturbatado que iba baileboleando un globo blanco. Baila, huevo, baila!».
Y este otro, deudor del Libro de Buen Amor, del Arcipreste de Hita, que sobrevuela todo el libro: «Apelotonándose, en pelotas. Embistiéndose, y a revolcones, por el resplandor. Sobre brasas, pasando, sombras abrazadas. Entrelazambulléndose en la humareda chispeante. Nudos. Retorciéndose encendidos. Culebreando en las yerbas altas. Despedazándose por el césped».
Unas opciones de aquella década, la de Julián Ríos y Juan Goytisolo, la de la utopía de la ruptura proyectada hacia el futuro, un futuro que no fue; unas opciones que podían contener otras, como las expresadas por Fernando Sánchez Dragó en Gárgoris y Habidis, donde la heterodoxia se proyecta en un pasado que no fue hacia un futuro falsamente transgresor y que degenera en una carcundia de rasgos posmodernos que le otorga un cierto aire de farsa.
Han pasado casi cuarenta años de la publicación de esta novela. Tengo para mí que se mantiene igual que en 1983: era libro de culto al nacer y es libro de culto según transcurre el tiempo. También lo es Finnegans Wake, a pesar de la fama de su autor, una fama que no se corresponde con el número de lectores, pero que sirve de atracción turística en Dublín cada Bloomsday.
¿Acaso, incluso, no lo es el mismo Libro de Buen Amor?
Larva. Babel de una noche de San Juan. Julián Ríos. Jekill & Jill.Zaragoza. 2021. 558 pp. 34 €.
EL AUTOR
JUAN ÁNGEL JURISTO Escritor, crítico y periodista. Nació en Madrid en 1951. Estudia filología española en la Universidad Complutense. Ha colaborado, entre otros medios, en El País, dirigido la revista literaria El Urogallo y la sección de cultura en El Independiente y El Sol. Ha ejercido de crítico en La Esfera, del diario El Mundo. Más tarde se incorporó a La Razón y actualmente colabora en ABCD las Artes y las Letras. Ha colaborado en las más importantes revistas literarias y culturales españolas. Es autor de los ensayos Para que duela menos (1995) y Ni mirto ni laurel (1998). Es autor de tres novelas: Detrás del sol (2006), El hilo de las marionetas (2008) y Vida fingida (2012).