Publicamos, en exclusiva, la tercera entrega del trabajo La ciudad letrada a veinte años del siglo XXI. El periodismo, el peso de los medios, los premios literarios, la intervención de las instituciones. Un análisis necesario.
© MARTÍN RODRÍGUEZ-GAONA
Pese a que a la creciente vigencia de los influencers literarios, el proceso por el que el escritor cobra relevancia comercial sólo al transformarse en una figura pública antecede a la consolidación del entorno electrónico. Esto representa un rasgo definitorio de la llamada Cultura de la Transición, pero también fue un fenómeno internacional, al que contribuyó la proliferación de las ferias y festivales literarios desde los noventa (como antes los dedicados al arte o a la cinematografía). En este devenir se aprecia el influjo del cine y la televisión, con el culto a las celebridades, el que se masificaría y normalizaría a través de internet en las últimas generaciones.
Esta aproximación supone concebir al lector fundamentalmente como público, consumidor y, por último, cliente: así, la literatura contemporánea sería un evento social o un espectáculo antes que una experiencia privada. El requisito primordial, desde esta perspectiva, estaría en la proyección del autor como personaje mediático. Es decir, en su capacidad para generar noticias o corrientes de opinión. Un importante indicio de este proceso en la sociedad española sería el mito construido alrededor de la familia Panero en la película El desencanto (1976) de Jaime Chávarri.
Dicho rasgo performático, que aúna la realización de un evento con la entronización de personalidades culturales, se aprecia claramente en el Premio Planeta y en el Premio Internacional de Poesía Loewe, dos de los certámenes emblemáticos del idioma, los mismos que han sentado un precedente para muchas otras organizaciones, que proliferaron durante el crecimiento económico (decenas de certámenes y ferias del libro a lo largo del territorio español). Esta conjunción de eventos y personajes resume convocatorias tan diversas como La noche de los libros, Cosmopoética y el Hay Festival. E incluso marca propuestas alejadas de lo corporativo, como las de la poesía escénica, sea a través del Slam Poetry, el circuito de bares literarios o las diversas actividades en librerías. Desde la perspectiva mercantil de la gran industria editorial, pese al crecimiento demográfico, la lectura tradicional, reflexiva y solitaria, no parece ser suficiente sino alcanza estas plataformas.
Aunque podría resultar encomiable la necesidad de implementar mecanismos para la promoción de la lectura, las actuales estrategias centradas en el sistema de premios literarios y los eventos culturales resultan contraproducentes, pues benefician fundamentalmente a propuestas comerciales y masivas. Es decir, sin un estudio riguroso del sector, ni una apuesta por propuestas cualitativas, las autoridades han decidido dar prioridad a la literatura en función de una imagen institucional. De esta manera se contribuye al predominio actual de lo iconográfico sobre lo discursivo, lo que equivale a favorecer el espectáculo en perjuicio de la literatura.
Las actuales estrategias centradas en el sistema de premios literarios y los eventos culturales benefician fundamentalmente a propuestas comerciales y masivas.
Por consiguiente, estas circunstancias promueven prácticas nocivas para la ciudad letrada. En primer lugar, que el apoyo institucional sea enfocado a la industria y no hacia lectores asiduos y autores; y, respondiendo a un clima de crisis y creciente polarización social, que el servicio solicitado a este tipo de escritores evolucione hacia un cada vez más evidente proselitismo partidista.
Tales interferencias equivalen a reducir la relevancia de la escritura a su idoneidad para generar ventas o corrientes de opinión. Entonces, desde una ciudad letrada cada vez más cerca de la sociedad del espectáculo, lo decisivo sería la presentación de un libro y su cobertura periodística, no las propias publicaciones, que pueden ser mal editadas y peor distribuidas. Un asunto bastante común en los pequeños premios de poesía que, en su mayoría, satisfacen exclusivamente la necesidad del gasto de un presupuesto asignado a actividades culturales (sin pretender una mejor distribución). Dicha deficiencia favorece a las grandes editoriales, cuyo alcance las hace a su vez candidatas a mayores subvenciones. Otro aspecto problemático radica en que la búsqueda de repercusión hace que muchas convocatorias, bajo la presión de las autoridades culturales, guarden predilección y fidelidad hacia autores mediáticos y consagrados. Algo que, en la práctica, supone un desprecio por obras y autores emergentes en su posibilidad de sorpresa y renovación.
La suma de estas deficiencias consolida la gestión cultural como un mero simulacro o trámite, suscitando una relación clientelar múltiple, tanto entre autores, editores y periodistas como en su proyección hacia los lectores (bajo la creación de una dinámica entre figuras públicas y potenciales electores: el fenómeno influencer derivado a lo ideológico). Por consiguiente, una limitación de la ciudad letrada ha sido su incapacidad para definirse con suficiente autonomía frente a las presiones corporativas, mediáticas y políticas. Una carencia estructural que ha propiciado reconocimiento hacia aquellos autores que han puesto su mayor talento en la autopromoción y/o en el ejercicio de una política literaria (antes de las redes sociales estaban los congresos autogestionados, los reportajes televisivos y la proyección mediante el sistema de premios literarios). Así, este darwinismo publicitario, afianzado como práctica y paradigma del mundo de las letras, explica tanto el populismo mediático como el virtual que, en la segunda década del siglo XXI, resultan complementarios.
Una limitación de la ciudad letrada ha sido su incapacidad para definirse con suficiente autonomía frente a las presiones corporativas, mediáticas y políticas.
En consecuencia, el darwinismo publicitario y la política literaria obligan a muchos autores en búsqueda de profesionalización a consolidar cierta influencia en lo editorial, lo mediático y lo institucional; un punto en el que surgen significativas diferencias, tanto éticas como de disponibilidad de recursos. Es aquí que cobran crucial relevancia los diversos presupuestos para cultura según las lenguas autonómicas.
En otras palabras, la política cultural desde las comunidades autonómicas, con la promoción de las identidades lingüísticas, contribuye a la controversial dinámica clientelar y espectacularizada de la institución literaria. En concreto, el planteamiento de las autonomías lingüísticas es deficiente en cuanto a la difusión de las obras literarias en la totalidad del Estado español. La necesaria promoción de obras en gallego, euskera o catalán, sin potenciar la distribución de los libros ni su traducción al castellano, termina por infrarrepresentarlas, impidiendo acceder a ellas tanto dentro de las fronteras como internacionalmente. Una política a todas luces en contra de sus propios fines: se impide el conocimiento de la producción viva de estas literaturas y se cede el centro a los escritores hispanohablantes.
Desde una ciudad letrada cada vez más cerca de la sociedad del espectáculo, lo decisivo sería la presentación de un libro y su cobertura periodística, no las propias publicaciones
El acceso a las subvenciones y premios promueve la consagración de determinados autores y estéticas, proyección que desde los medios también alcanza a la propia esfera política. De allí la recurrencia de cofradías poéticas y el extendido afán por posicionarse como escritores corporativos, en cuyo modelo la consagración surge desde la periodicidad de una columna de opinión. En este recorrido hacia una consagración institucional el peso de las comunidades autonómicas también resulta decisivo, por lo que Andalucía, con sus presupuestos superiores al resto de comunidades y con la potencia de sus grupos de comunicación, se sitúa a la cabeza (incluso frente a Madrid que, aunque de manera insuficiente, reparte sus espacios institucionales y periodísticos con toda España).
Por la complejidad de este entramado, impropio para conciliar los intereses de lo público y lo privado, la literatura se debate entre dos fuegos: satisfacer los intereses económicos de la cultura corporativa o hacerse parte de la caja de resonancia de la política partidaria. En esa disyuntiva, el escritor o la escritora independiente, artístico o sin militancia queda como un marginal al no aspirar a ser intermediario de los poderes mediáticos y económicos. Los escritores importan apenas como una larva de figuras públicas: se es escritor orgánico o se es nada.
Enlaces a las entregas anteriores:
1. La poesía como parte de la industria editorial.
2. Del posmodernismo a la eclosión de los feminismos posgénero.
EL AUTOR
MARTÍN RODRÍGUEZ- GAONA (Lima, 1969) ha publicado los libros de poesía Efectos personales (Ediciones de Los Lunes, 1993), Pista de baile (El Santo Oficio, 1997), Parque infantil (Pre-Textos, 2005) y Codex de los poderes y los encantos (Olifante, 2011) y Madrid, línea circular (La Oficina de Arte y Ediciones, 2013 / Premio de poesía Cáceres Patrimonio de la Humanidad), y el ensayo Mejorando lo presente. Poesía española última: posmodernidad, humanismo y redes (Caballo de Troya, 2010). Ha sido becario de creación de la Residencia de Estudiantes de 1999 a 2001, y desempeñó el cargo de coordinador del área literaria de esta institución hasta 2005. También ha obtenido la beca internacional de poesía Antonio Machado de Soria en 2010. Su obra como traductor de poesía norteamericana incluye versiones como Pirografía: Poemas 1957-1985 (Visor, 2003), una selección de los primeros diez libros de John Ashbery, La sabiduría de las brujas de John Giorno (DVD, 2008), Lorcation de Brian Dedora (Visor, 2015) y A la manera de Lorca y otros poemas de Jack Spicer (Salto de Página, 2018). Como editor ha publicado libros para el Fondo de cultura Económica de México y la Residencia de Estudiantes de Madrid. Con su último libro, La lira de las masas, obtuvo el Premio Málaga de Ensayo 2019. Su último libro de poemas publicado: Motivos fuera del tiempo: las ruinas (Pre-Textos, 2020).