La nieta del carbón | Reseña sentimental de «Hijos del carbón», de Noemí Sabugal

La autora se acerca al nuevo libro de Noemí Sabugal subrayando el componente sentimental de un libro que radiografía, desde la emoción y con la lente de la memoria íntima (que es parte de la memoria colectiva) un mundo que desaparece: el nacido y crecido alrededor de las minas. Entre el documento, el ensayo y la narrativa. Literatura crítica en definitiva.
 © FÁTIMA FRUTOS

Hablaba Reyes Mate en una de sus conferencias del deber de memoria como un asunto frágil que se enfrenta nada más y nada menos que a la barbarie. Memoria o barbarie. Y esto lo relacionaba dentro del marco de la ética y de la sensatez para que no se repitiese nunca la injusticia infligida sobre pueblos y personas.

Lo que ha hecho Noemí Sabugal en Hijos del carbón (Alfaguara, 2020) -que también se podría haber titulado “Hijas del carbón”, en referencia a las cuencas carboníferas y a las mujeres que trabajaron en ellas- es un ejercicio justo de memoria. Ha escrito un libro imprescindible en el que se entrecruzan la crónica sentimental e histórica de las cuencas mineras, el diario personal, el libro de viajes y el ensayo clásico, imbuido todo por aspectos del pensamiento montaigniano. Noemí ha culminado una obra imperecedera en el panorama narrativo de nuestro país. Y eso ya de por sí es un logro extraordinario.

Un libro de viajes comienza como casi todas las grandes aventuras, con la evocación de por qué se inicia el camino. Estoy segura de la devoción de Sabugal por Manu Leguineche, a quien conocí en la librería Lagun siendo una adolescente. Él se inspiró para su obra “El camino más corto” en el filósofo báltico Hermann Graf Keyserling: “El camino más corto para encontrarse uno a sí mismo es dar la vuelta al mundo”. Creo firmemente que Noemí Sabugal ha dado la vuelta a su mundo, el de la minería, para encontrarse a sí misma. Habrá un antes y un después de esta escritora tras Hijos del carbón.

La senda se inicia a la vera de la lumbre. Una cocina de carbón en Santa Lucía de Gordón, en la montaña central leonesa, es el origen de este libro andariego. El calor de un fogón nos trae reminiscencias de las niñas que fuimos, de nuestras abuelas trasegando en él, del lugar con el que se caldeaba toda la casa, donde se cocinaba, se charlaba, se leía, se amaba o se sufría. El camino parte de la matriz de toda vida, una olla puesta al fuego, para, a continuación, allegarnos hasta la escuela, donde un Ubi sunt? nos dicta que el propósito de este viaje va a ser la recuperación de la memoria de los que vivieron antes que nosotros. El rescate de un mundo que se nos ha ido, pero que nos deja un refugio en forma de libro; un lugar donde ponerse a salvo y desde el cual poder salir para mostrar a las generaciones venideras dignidad, solidaridad y lucha obrera. Al final de la travesía, de la lectura, después de haber temblando de emoción entre las zarzas, llorado por los muertos en los túneles bajo tierra, reído junto a los arroyos de verano, asombrado frente a las torres de las térmicas y los castilletes, una bocamina nos espera. En la dovela central de la misma, dos palabras: Gracias Sabugal.

Un lugar donde ponerse a salvo y desde el cual poder salir para mostrar a las generaciones venideras dignidad, solidaridad y lucha obrera.

Hasta llegar a ese paraje del socavón Santa Bárbara de la mano de José el minero de la nube negra en el pecho, que desconoce cuántas nietas más tendrá mientras este libro discurra por librerías, ferias y bibliotecas -yo ya le he adoptado como abuelo también-, marcharemos por las galerías subterráneas y por los cielos abiertos de Asturias, León, Palencia, Ebro y Segre, Teruel, Barcelona, Ciudad Real, Sevilla y Córdoba y A Coruña.

En Asturias veremos sus cuarteles mineros, sobrevolados por gaviotas patiamarillas. Seremos testigos de la vida y la muerte en torno al carbón, de las mujeres irredentas que bajaron a la mina contra hulla y marea para enseñarnos a las demás lo que es la discriminación múltiple, de la melancolía por un pasado no tan pasado y del fatalismo de los pozos que se hicieron famosos por las tragedias acaecidas en ellos.

En León regresaremos junto a Noemí a las entrañas del terruño, al vislumbre de las montañas calizas, al transitar por aquella carretera hecha por barrenistas y picadores con silicosis, al beber en las fuentes antes secas debido a la mina, a las huellas sobre el bosque El Faedo, a las heladas de El Bierzo, a la lengua venenosa que discurre por el río Tremor y a los maestros que nos acompañarán con su saber: Ángel González, Raúl Guerra Garrido, Julio Llamazares…

La faja carbonífera en la montaña palentina nos aguardará con sus cuencas hidrográficas, sus barcos de interior entre chopos y álamos por el Canal de Castilla, sus apeaderos y estaciones en ruinas, las meditaciones rurales de Machado, las acuarelas de Brosio frente al castillete de piedra en el pozo Calero, el Centro de Interpretación de la minería de Barruelo, las barcazas carboneras subterráneas de Vallejo de Orbó y la búsqueda de la última mina en un valle perdido durante un día de cumpleaños.

Seguiremos hacia El Ebro, hacia sus minas y sus llaüts, que aprovechaban la fuerza de la corriente para llevar el carbón aguas abajo. Continuaremos por los caminos de sirga de Mequinenza a Fayón de la mano del escritor Jesús Moncada, visitaremos las presas, las térmicas, los lugares de combate más duros durante el golpe de estado fascista que dio lugar a una maldita guerra, las plantaciones frutales que son hoy en día sustento, el Cinca, el Segre y el “milagro” de Fraga.

Después nos sumergiremos en las cuencas mineras turolenses con su azabache y su carbón entre los desfiladeros del Martín y el Guadalope. Contemplaremos las montañas rocosas con pinturas rupestres, los farallones con torres medievales, las iglesias mudéjares… Daremos un paseo por el Museo de la Ciencia y la Arqueología Minera, el pozo Santa Bárbara, el tren minero. Reconoceremos a la locomotora Hulla, la mina y el cielo abierto de Sierra de Arcos, el valle de Ariño y sus dinosaurios. Cheche y Diego nos hablarán de la transición energética justa, escucharemos al jotero Iranzo y descansaremos a la sombra de los olivos que crecen a cielo abierto sobre algunas minas recuperadas.

En Barcelona nos imbuiremos de la magia de las montañas de Berguedá y su piedra del demonio. Haremos cumbre en Pedraforca (¿la montaña mágica de Thomas Mann?), donde buscaremos el castillo de los sarracenos y nos adentraremos en un aquelarre de brujas, ángeles y espíritus pendencieros. Picasso y Fernande Olivier nos harán de guías entre antorchas que parecen luciérnagas y quizá nos cuenten algo sobre mitos y fiestas cátaras.  Nos envolveremos en la bandera rojinegra del anarquismo cuando lleguemos al Museo de las Minas de Cercs. Antes de recorrer la ruta entre Consolació y Berga visitaremos también el Museo de Maquis y su joc al aire libre para niños. Invocaremos al librero y erudito Ramón Vinyes en el Passeig de la Pau y le homenajearemos junto al realismo mágico de Gabo García Márquez y el misterio de las leyendas berguedanas.

De ahí al vulcanismo del Campo de Calatrava, las canteras de balasto, los campos de cereal y el océano verde de viñedos que preceden a Puertollano. Peregrinaremos por la travesía del Orgullo Minero, veremos el cine que se inspiró en torno a la vida de las minas y que generó sus propios vocablos y expresiones. El plomo, la plata y el zinc de San Quintín, el paisaje marciano de Villamayor de Calatrava, el Terri y sus cenizas y escorias de carbón sobre un cerro nos revelarán la angustia de toda alma minera. Y al final de nuestro periplo por Ciudad Real, Unamuno -el maestro que más veces aparece en el libro- preguntándose y preguntándonos por los pueblos soñadores.

Al sur nos toparemos con la localidad sevillana de Villanueva del Río y Minas, donde podremos investigar el surgimiento de la minería en España y cómo los puertos andaluces traían esclavos africanos para esas tareas. Descubriremos la memoria negra andaluza en Juan Latino y en Gurumbé. Nos trasladaremos a Córdoba, hasta el Valle del Guadiato, a Belmez, a la vía de la sierra, al Cerro Muriano, a Peñarroya-Pueblonuevo…, donde Émile Zola y Juan Rulfo aparecerán para darnos la clave de por qué una derrota en la lucha minera nunca es una derrota.

Y del sur de nuevo al norte para concluir ruta en A Coruña e ir hacia As Encrobas, entre los montes Xalo y Morzós, donde sentiremos el dolor por el despojamiento de tierras campesinas, pensaremos en las minas-lago, los cementerios movibles, los pueblos ahogados. Trazaremos con nuestros pasos las riberas del Eume, alzaremos la vista para ver la chimenea de la central de As Pontes y nos despediremos de todo el polvo del camino con Alexander von Humboldt de la mano de Andrea Wulf y con el experto en ciencia política Manuel Arias Maldonado.

No puedo evitar concluir esta reseña, hecha con el corazón, sobre el libro de una escritora que además es amiga sin hacer antes dos cosas. En primer lugar, nombrar aquí a una autora a la que ella me recuerda, Leila Guerriero, cuyas crónicas son también verdaderos estudios sociológicos. Y, en segundo lugar, poner en valor la prosa que combina pulcritud y claridad expositiva con un acervo literario digno de quien se ha criado entre carbón y libros. Nunca olvidaré unas palabras que me dijo en Gijón Noemí Sabugal y que quizá ella ya no recuerde. Yo le expresaba mi devoción por la poesía y mis inicios en prosa, a lo que ella me aducía: “Hay que ir despacio, Fátima, despacio”. Sí, compañera, despacio, pero hay que ver lo lejos que has llegado. Te espero en la veta del folio en blanco, ahí confluimos mineras, nietas, autoras, luchadoras en la galería de la palabra.
                                                                                                  Pamplona, 5 de octubre de 2020

Hijos del carbón. Noemí Sabugal. Afaguara. Madrid, 2020


LA AUTORA

FÁTIMA FRUTOS es escritora y poeta de San Sebastián. Tras ser coautora de un manual sobre protección a mujeres víctimas de la violencia de género en el 2004, se lanza a la poesía con De Carne y Hambre (Editorial Huerga y Fierro), Premio Internacional de Poesía Erótico-amorosa del Ateneo de Guipúzcoa en el 2008. Continúa apegándose a la tradición poética occidental, desde los clásicos griegos y latinos hasta los románticos alemanes, y gana en 2011 con Andrómeda Encadenada (Editorial Alberdania) el Premio Kutxa Ciudad de Irún, uno de los más prestigiosos en lengua castellana. Obra que ha llegado a las librerías de Centroeuropa y América. Con Epitafio para una odalisca en 2015 (Editorial El Gallo de Oro) concluye una trilogía sobre el Eros Histórico, que es a la vez un homenaje a grandes féminas olvidadas; quedando esta obra finalista en el Premio Gil de Biedma. En 2017 sorprende a su público con una obra bilingüe Haikus aus dem Fluss-Haikus desde el río escrito en alemán y castellano. Su poemario En brazos de la Belleza (Ediciones Eunate) salió en el 2018 en homenaje a la literatura rusa y al eco humano y poético de Ramón Llull. Con Monjas, putas y locas se alzó en el 2019 con el Premio María del Villar Berruezo.