El autor reseña Atocha 55, donde Pérez Azaustre navega entre la Historia, el periodismo y la ficción, rescatando algunos de los días más importantes de la historia reciente de España.
© RECAREDO VEREDAS
Atocha 55 es un título diáfano, directo, que nos sitúa sin prólogos en el espacio de una tragedia que determinó no solo la vida de los asesinados, los heridos y los asesinos, también la trayectoria de toda la sociedad española. No en vano, la transición se tambaleó hasta casi derrumbarse. Si no lo hizo fue gracias a la templanza de unos pocos. Por si cabe alguna duda, el 55 se refiere el número de la popular calle madrileña donde en 1977 ocurrieron los asesinatos de 5 abogados laboralistas a manos de un comando ultraderechista: al lugar exacto del crimen. Nos encontramos, por tanto, ante una novela que se apoya en unos hechos históricos para adentrarse en un territorio reservado a la ficción, en aquello sobre lo que solo se puede especular apoyándose en lo común: las emociones del personajes. Porque la historia sirve para añadir precisión –es única para eso- pero solo la novela puede generar la imprescindible empatía, consiguiendo que los lectores hagan suyos los sentimientos de los protagonistas. Es una obra necesaria para una comprensión integral de lo ocurrido, aunque las emociones sean indemostrables.
La escritura transmite la urgencia de aquellos días, la mezcla extraña de miedo y esperanza que lo impregnaba todo, no solo la política.
Pérez Azaustre parece saber que los hechos son sobradamente conocidos y no se detiene en una descripción milimétrica de lo ocurrido puertas adentro. Prefiere mirar tanto hacia el plano general como al particular, articulando un viaje al pasado y al futuro, a las causas y a las consecuencias tanto en el país, España, como en los protagonistas. Es una novela coral, con una fuerte resonancia histórica y épica, que se apoya en el nuevo periodismo americano, en concreto en A sangre fría, pero también en la gran novela realista del XIX. De hecho, toma el pulso a una época, demasiado próxima, y no tiene reparos en entrar en la conciencia de los protagonistas.
Joaquín Pérez Azaustre
Durante las primeras páginas se centra en la cotidianeidad de los abogados y en su mezcla de miedo e invulnerabilidad. Trabajan sin descanso, al margen del peligro que crece a su lado. Sospechan que podía ocurrir una desgracia, sin duda, pero nunca creen que se materializará con tanta violencia y velocidad. Vemos un Madrid incierto, que vive en una guerra velada, que muchos temen que sea víspera de una contienda mayor. Los aciertos y fallos de las intuiciones de los abogados son una lección de vida: muestran cómo lo mejor y lo peor puede abalanzarse sobre nosotros sin que lo esperemos. Además presenta a los protagonistas con precisión: podemos diferenciar sus rasgos dentro de ese personaje común que es la víctima.
Nos encontramos ejemplo de actualización del pasado para las nuevas generaciones, que muestra aquello que nunca debería olvidarse.
La escritura transmite la urgencia de aquellos días, la mezcla extraña de miedo y esperanza que lo impregnaba todo, no solo la política. Tras los crímenes todo quedó manchado de dolor y se sentía con claridad que la esperanza de una democracia se tambaleaba. El narrador, en consecuencia, es apasionado, parcial, pero los hechos narrados requieren una voz así, que dirija al lector hacia unas conclusiones que en tiempos podrían parecer obvias, pero ahora, por desgracia, lo son menos. Lo magistral aparece en las páginas finales, cuando uno de los heridos, aquejado de un intenso estrés postraumático, se lanza a la aventura, a recorrer España vagabundeando, huyendo de la amenaza y de sí mismo, cayendo en el alcohol, desvelando y ocultando su identidad.
Atocha 55 es a la vez historia, por su recreación de unos momentos clave de nuestras vidas recientes, porque está protagonizada por personajes que han jugado un rol fundamental en nuestras vidas (aunque no conociéramos sus nombres), literatura, porque se adentra en la conciencia de los protagonistas, en lugares indemostrables que solo conoce la ficción y periodismo, y por su proximidad a los hechos narrados y su apego a la verdad.
Nos encontramos ejemplo de actualización del pasado para las nuevas generaciones, que muestra aquello que nunca debería olvidarse. Gracias a Atocha 55 los más jóvenes podrán acercarse a aquello que tantos ellos como la sociedad española han preferido dejar de lado.
Atocha 55. V Premio Albert Jovell. Editorial Almuzara. Córdoba, 2020. 240 páginas, 15,15 €.
RECAREDO VEREDAS (Madrid, 1970) ha estudiado Derecho, Edición y Creación Literaria. Ha publicado 7 libros. Los que más le gustan son los más breves, los poemario Nadar en agua helada (Bartleby, 2012) y Esa franja de luz (Bartleby, 2019), pero se siente orgulloso de toda su progenie. Le preceden el ensayo No es para tanto (Sílex, 2016), la novela Deudas vencidas (Salto de Página, 2014), la colección de relatos Actos imperdonables (Bartleby, 2013) y dos obras perdidas en el espacio-tiempo: la colección de relatos Pendiente (Dilema-Escuela de Letras 2004) y el manual Cómo escribir un relato y publicarlo (Dilema-Escuela de Letras, 2006). Ha trabajado para diversas editoriales, entre las que destaca Alfaguara. Ha sido profesor en la Escuela de Letras y en Fuentetaja. Ha reseñado, entre otros medios, en Quimera, ABC, Política Exterior, Letras Libres y Revista de Letras.