Rubén Darío y el humanismo de hoy | Una mirada a su obra desde el siglo XXI

El poeta, crítico y profesor Morales Lomas aborda un análisis de la obra del poeta nicaragüense desde la perspectiva de la corriente poética actual denominada «humanismo solidario». Un enfoque de la lírica comprometida con el mundo y con los otros.
© FRANCISCO MORALES LOMAS

A la altura de un nuevo siglo que apenas sobrepasa década y media de existencia, el poeta nicaragüense Rubén Darío adquiere nuevas lecturas al hilo de su centenario. Tradicionalmente su figura emergió como un revolucionario de la música en el poema, del ritmo y las asociaciones fónicas o semánticas con valor significativo en una época en la que Martí, Asunción Silva, Díaz Mirón o Gutiérrez Nájera le acompañaban acaso como incondicionales. En un tiempo en el que dictaban la norma poética los parnasianos y simbolistas franceses. Los que exaltaron su lírica, Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Valle-Inclán, Manuel Machado, Salvador Rueda, Francisco Villaespesa, Alfonso Reyes… lo consideraron siempre un maestro del ritmo, de la rima… el padre de la poesía en el siglo XX y uno de los grandes maestros de la lírica desde Luis de Góngora o Quevedo, desde Berceo y los cancioneros medievales.

Teatro Rubén Darío, en la capital nicaragüense

Desde otra perspectiva también podría dar la impresión de que Darío se hallaba en la apariencia de ser el gran guía de la poética del siglo XX y, desde luego lo fue, pero “aparentemente” bastante ajeno al desconsuelo del ser humano del XX y como encerrado en un castillo espurio, en un cosmopolitismo exótico, a las veleidades del ser, en sus princesas y aristócratas de toda laya, faunos o pavos reales, cisnes y góndolas y violines, ninfas y pájaros azules, Venus y Caupolicanes… en un frenesí de fruslería y búsqueda de la belleza en el poema per se, como si este atributo fuera exclusivamente la cláusula de una orfebrería artificiosa nacida del culto a la música con exclusividad.

Su divinidad poética le impedía ser humano. Rubén Darío había sido edificado como dios hasta la extenuación y durante el XX esa fue su imagen: el gran creador de los significantes poéticos en la lírica, un nuevo deus ex machina de la poesía, pero ¿y su humanidad?, ¿su humanismo?, ¿dónde se hallaba?, ¿dónde se hallaba el hombre y su dolor del mundo?, ¿dónde se hallaban los otros?, ¿qué papel jugaba esa sociedad donde la miseria acampaba a sus anchas?, ¿dónde se encontraba su compromiso?, ¿dónde su ética en poesía?:

Rubén Darío ha sido visto, en general (con algunas excepciones), como un poeta poco sensible a los problemas del hombre en su ámbito social. Por ejemplo, José Enrique Rodó, en su estudio sobre Prosas Profanas, afirma que “en vano buscaréis en este poeta todo sentimiento de solidaridad social”. Rufino Blanco Fombona, en el libro El Modernismo y los poetas modernistas (1929), es de los que mejor reflejan la opinión general hacia la conducta ambivalente de Darío: por un lado, crítico acerbo de las clases dominantes, y por el otro, dispuesto a vender el producto de su pluma a los mismos que critica: No le parecía, de seguro, prostituirse con aplaudir a sátrapas odiosos y echarles margaritas a los puercos, a trueque de un mendrugo… Las loas a Mitre, Núñez, Zelaya, etc., caen dentro de la órbita política, pragmática, estomacal. Lo primero es comer (Smetan, 1989: 415).

Ha sido esa perspectiva que tradicionalmente algunos han querido ver, pero desde luego que ya en Azul (1888) aparecen relatos en los que no aparece ese Darío aristócrata que parece olvidar sus circunstancias vitales y la situación social que le ha tocado vivir y en “el análisis de algunos cuentos de Azul… con trasfondo social mostrará claramente la crítica de Darío a las condiciones en que estaba obligado a vivir el artista” (Smetan, 1989: 416). Así lo observamos en El rey burgués o El sátiro sordo…:

La aparente contradicción que había en Darío en cuanto a sus ideales sociales y comportamiento mundano. Darío poeta, y el mejor de su generación, tuvo, no obstante, que trabajar como periodista para vivir apretadamente, y debió sentirse consternado y en rebeldía, compartida por la gran mayoría de sus colegas, ante una sociedad en donde el poder del dinero lo dominaba casi todo, en tanto que el arte, con suerte, sólo llegaba a ser un simple artículo más de lujo. Que en los cuentos que acabamos de ver hay una crítica profunda a la sociedad, resulta evidente. (Smetan, 1989: 423).

Y en Cantos de vida y esperanza (1905) es la gran obra humanista de Rubén Darío. Uno de los magnos precedentes de este movimiento poético del que venimos hablando desde comienzos de siglo XXI, el HUMANISMO SOLIDARIO, tiene en esta obra uno de sus grandes paradigmas. Si bien es cierto que no con los mismos presupuestos teóricos ni con la singularidad de existir un siglo después, con todo el devenir de un siglo terrible.

No obstante, en ella está muy presente el destino humano y el dolor de ese destino en los pueblos hispanoamericanos (la otredad, la alteridad como objeto poético), esa denuncia del acosador imperialista y la vitalidad estética, la imaginería del compromiso con los más desfavorecidos que impregna e irradia sus últimos años. Su enfrentamiento con Roosevelt, que acababa de invadir Panamá, o la defensa de los movimientos de liberación nos anuncian a ese poeta humanista en el que la ética escribió muchos versos. Pero sobre todo la angustia del estar ahí, que diría Martin Heidegger.

Ya desde muy joven existe en Rubén Darío una voluntad de ir más allá de la mera expresión poética y divulgar el discurso literario con una visión más amplia en la que el ser humano y sus condiciones están muy presentes.

En algunas ocasiones esos poemas permiten la exacerbación de hechos nacionales o héroes, pero también para criticar males políticos o sociales.

En otros el canto al simple trabajador que habita en condiciones miserables y que tendría una evidente semejanza con los ideales de autores franceses como Émile Zola. Uno de estos poemas dedicado “Al obrero” podría ser un emblema en los años 50 dentro del realismo social:

Canto al obrero; su afán
y su brazo y su tesoro
trabajando gana el oro,
el oro, padre del pan.
Canto al que es al deber fiel,
del mundo al te crudo soplo,
con su azuela, con su escoplo,
con su lima y su cincel.
A quien es en su labor;
donde el pensamiento espacia,
de la augusta aristocracia
del deber y del honor.
(…)

Un evidente ímpetu del trabajo bien hecho, del trabajador honrado y de la mujer. Una poesía todavía adolescente que muestra ya esa profunda musicalidad pero con una sencillez rayana en la simpleza, aunque desde luego sus ideales se evidencian en todo un acopio de pensamientos que formaban parte de un espíritu progresista de época en el que las revoluciones habían hecho mella y se hallaban omnipresentes, y la defensa de la mano de obra formaba parte desde hacía tiempo de la primera internacional.

En “Canción patriótica” también nos hablará del “pobre labrador” y su labor regeneradora. Así como la difusión de la luz en las paupérrimas cabañas tanto como un aire que nos recuerda mucho la musicalidad y el arrebato vital de los más desfavorecidos tan presente en Espronceda, al que dedicará este breve pero significativo poema:

BAJO EL RETRATO DE ESPRONCEDA

El mundo en sus ejes rueda
en continuo movimiento
sobre el humano cimiento…
Así rueda el pensamiento
de don José de Espronceda.

En estas primeras obras de juventud surgirá con fuerza esa poesía desgarrada en la que se defiende al más oprimido o se exaltan valores concretos o personas que los encarnan, como el significativo “Soneto cívico”, dedicado al político Máximo Jerez, que había sido además su padrino de bautismo y fallecido el 11 de agosto de 1881 mientras desempeñaba su labor como representante de Nicaragua en Washington:

Águila audaz del mundo americano,
que hoy te remontas presurosa al cielo;
que predicaste con heroico anhelo
el amor a la luz,  odio al tirano.
Hoy te contempla el pensamiento humano
de tu vida al rasgarse el tenue velo,
y te leva cantares desde el suelo,
como a gran liberal republicano
(…)

Darío pasó su infancia y juventud en León, ciudad donde se forjarían los grandes ideales liberales y socializadores. Él mismo los siguió desde el principio y forjarían su vida:

Por esos días se ha fundado en León un Instituto de segunda enseñanza llamado Instituto de Occidente que se pone bajo la dirección de un polaco liberal nombrado José Leonard y que es contratado en Madrid en donde imparte cátedra en la universidad de Madrid. El discurso de Leonard, con motivo de la inauguración del establecimiento, causa resquemores entre los curas jesuitas, quienes incitan a los padres de familia para que soliciten la destitución del director. Darío, que es discípulo de Leonard en el Instituto, toma partido por su maestro y escribe virulentas estrofas en contra de los jesuitas. El conflicto se profundiza y el presidente general Joaquín Zavala, del partido conservador pero liberal de pensamiento, toma la determinación de expulsar a los jesuitas (Ramos, 2016: s. p.).

Al hilo de esa formación surgirán unas ideas que permiten hablar de un poeta profundamente comprometido y proyectando una imagen muy disímil a aquella que aparece en algunos poemas de Prosas profanas o en las prosas de Azul.

Y aquella línea de pensamiento surgirán poemas de exaltación vital dedicados a muchos de sus seguidores, como el citado a Máximo Jerez o A los liberales. En este último dirá:

Porque cantáis la eterna Marsellesa
que maldice el poder de los tiranos;
porque alzáis ardorosos en las manos
el pendón de la luz con entereza;
porque deseáis que caiga la cabeza
de la hidra aristocrática, y ufanos
dais al pueblo principios soberanos,
que destruyen del mal la niebla espesa.
Porque gritáis que es libre el pensamiento;
que no tiene cadenas la conciencia,
y proclamáis con fuerza y ardimiento
que hoy impera no más la inteligencia;
la muchedumbre, criminal y necia,
os escupe, y os odia, y os desprecia.

Un poema que concentra claramente su pensamiento en torno a la libertad de conciencia y la necesidad de dotar a la población de principios. Es una poesía claramente cívica en una línea de pensamiento que sería una simbiosis entre el neorromanticismo cívico que puso de manifiesto Espronceda en poemas como “El verdugo”, “La cautiva”, “El mendigo”, “El reo de muerte”… y las ideas sociales que habían puesto en vigor todas las revoluciones sociales desde mediados de los años 50 del siglo XIX.

De esos años de juventud hay un poema que lleva por título “El poeta” donde en treinta pentasílabos ofrece la visión del vate como unido a la humanidad, como adalid de sus fortunas y adversidades, en una línea que precede de un modo arcaico al Humanismo Solidario: “Por suprema voluntad, / él lleva en sí los dolores / de toda la humanidad”.

Un concepto lírico que nos recuerda también, sin ninguna duda, muchos principios del Humanismo Solidario al que venimos haciendo referencia. El poeta no es un instrumento de la retórica individual exclusivamente centrada en el yo sino que mira hacia los demás y hace suyos “los dolores de la humanidad” en una exaltación evidente de principios reivindicados por esta corriente de pensamiento de la actualidad que muestra la carga ética que lleva el poeta y la necesidad de que este objetive el hecho poético y destine a los demás también como objeto de su obra.

En algunos de estos poemas de juventud también asoma la fortaleza del sentimiento como reclamo primero del poema, su emoción y enajenación (“Libro es nuestro corazón/ donde se lee el sentimiento,/ o en un estremecimiento/ o en una palpitación,/ donde vaga la emoción (…)”; y desde luego la presencia constante del ser humano que posee en su lírica una relevancia completa:

El hombre, si soberano
un himno al Eterno entona,
con centellas se corona
y tiende el rayo en la mano
(…)

El hombre tiene en verdad
por su mensajera, luego,
esa serpiente de fuego
llamada electricidad
(…)

Y el poeta percibe que su poesía no es algo ajeno al mundo sino que es una forma de conducirse dentro de él (“¡Ha puesto la mano mía/ para que entres en el mundo,/ de tu ser en lo profundo,/ el germen de la poesía”) y percibir la potencialidad que encierra. Siempre desde la bondad de su osadía y su sentimiento correspondido donde el goce de su misterio es contemplado siempre con alegría y sobresalto, como si de una luminaria se tratara.

Tampoco será ajeno a los movimientos sociales y políticos que se van forjando en la Europa del siglo XIX y principios del XX; en especial a los movimientos revolucionarios procedentes de Rusia, movimientos que serían vistos con bastante satisfacción por sectores intelectuales progresistas a medida que avanzaba el siglo y alcanzarían un claro reconocimiento en autores como Valle-Inclán, Machado, Alberti o Pablo Neruda. Por entonces, como recuerda Fonseca (1982), Darío se mostraba pendiente de ese acontecer humano y lo mismo elogiaba a la figura del dirigente y escritor ruso Máximo Gorki afirmando de sus libros que podían parecer muy  “secos a los lectores de cosas bonitas […] inmorales a los hipócritas […] La obra [de Gorki] interesa…  a los sabios que buscan resolver el problema de la justicia […]”. En estas palabras no hay un poeta ajeno al mundo sino muy integrado en él, pendiente de todos sus avatares, sus miserias y sus devaluaciones morales que tanto proliferaron por entonces.  Y así dirá Moncada Fonseca (2013: s. p.):

Darío no fue, como puede fácilmente constatarse, el poeta que sólo cantaba a las musas de la belleza y del amor, era también el hombre de carne y hueso que escribía, además sobre las cosas que afectaban profundamente a los seres humanos, poseyendo un profundo humanismo que lo llevó a preocuparse por resolver el problema de la justicia.

Uno de los elementos determinantes de ese humanismo solidario al que venimos haciendo referencia es el concepto de mestizaje (traducido en los términos actuales como esencia del otro, alteridad u otredad) como una camino de integración con los demás en el ámbito cultural pero también espiritual. La obra de Rubén Darío permite esa integración y esa búsqueda del otro desde su voluntad de comunicabilidad. Para Darío el otro es una representación cultural, el paradigma de lo que se es y no deja de ser.

De acuerdo con el pensamiento de Carlos Tünnermann, el mestizaje es una bandera permanente del humanismo de Darío. Para Tünnermann el mestizaje de Darío no es un defecto, sino una virtud, una razón de orgullo, de integración humanista y universal de lo hispanoamericano. Tünnermann destaca: “De esta suerte, en Darío el mestizaje alcanza su máxima expresión, su más alta cima. Siglos después del arribo de Colón a tierras americanas, el mestizo nicaragüense Rubén Darío conquistó a España con su poesía deslumbrante… Darío conquistó a España con la fuerza del espíritu. Enseñó a los españoles a cantar de otra manera” (Rodríguez Silva, 2014: s. p.).

Cantos de vida y esperanza se inicia con un Prefacio donde Rubén Darío pone de manifiesto que la literatura no existe sin unas condiciones previas en las que el poeta asume una función social determinante. Una especie de velador por el bien de la comunidad, con lo que se acrecienta esa visión cívica que hubo en muchos de sus poemas. Dice Rubén Darío (2004: 579-580):

El movimiento de libertad que me tocó iniciar en América se propagó por España (…) Si en estos cantos hay política es porque aparece universal. Y si encontráis versos a un presidente, es porque son un clamor continental. Mañana podremos ser yanquis, y es lo más probable; de todas maneras, mi protesta queda escrita sobre las alas de los inmaculados cisnes, tan ilustres como Júpiter.

Un pensamiento que despliega dos grandes ideas: la revolución fónica y métrica y la revolución de pensamiento crítico. Uno de los elementos diferenciadores del Humanismo Solidario del siglo XXI.  Y en su recorrido biográfico, en el poema homónimo dedicado a Rodó, “Cantos de vida y esperanza”, recorre ese vivir aciago y su elección vital que se concita en tres palabras: “vida, amor, verdad”. Y, sobre todo, en la fortaleza para ser “tranquilo y fuerte”:

Es decir, el poeta se aparta del aristocratismo, del formalismo predominante en su poesía de Prosas Profanas para orientarse hacia una poesía más personal (expresión de la personalidad auténtica del poeta) y desnuda. Poesía humana, directa, orientada a expresar las reflexiones, inquietudes, angustias, alegrías personales del artista, o referidas a los problemas sociales. Poesía que busca la autenticidad, la verdad humana (Coloma González, 2005: 4).

Una humanidad que nos permite adentrarnos por un Rubén Darío más cercano a nuestra visión de la poesía como exaltación humana de un rico pensar dolorido o acaso reflexión permanente en torno a lo que somos o lo que todos hemos creado en torno a nosotros:

Yo soy el caballero de la humana energía,
yo soy el que presenta su cabeza triunfante
coronada con el laurel del Rey del día;
domador del corcel de cascos de diamante,
voy en un gran volar, con la aurora guía,
adelante en el vasto azur; siempre adelante.

En uno de los poemas más significativos, “Oda a Roosvelt” se ha querido ver a ese Darío con una constante preocupación política por la soberanía de los pueblos:

Fue el único escritor que alzó su voz contra el Imperio en una preconización solidaria ante las tentativas expansionistas de los Estados Unidos. Es cierto que a Darío no se le puede catalogar como un revolucionario de armas a tomar pero su «Oda a Roosevelt» está ligada al destino hispánico de estas luchas revolucionarias que se dieron en el futuro con Bolívar, Sandino y el Ché.

Con este poema formula la confianza en la capacidad de resistencia de la cultura latina frente al imperialismo encarnado en Theodore Roosevelt.

Declaraciones de Rubén Darío a su llegada a Nueva York. En The New York Times

En «Los cisnes” Rubén expresa su inquietud por el futuro de la cultura hispánica frente al aplastante predominio de los Estados Unidos. Constantes inquietudes que denotan esa visión poliédrica, rica, humanizadora y ética que está presente en este libro. Un desasosiego similar se halla en «Salutación del optimista». Muy criticado, sin embargo, fue el desplazamiento de Darío cuando escribió «Salutación al águila», en la que acentúa la influencia benéfica de los Estados Unidos sobre las repúblicas latinoamericanas.

Pero esa solidaridad, esa necesidad de tener presente siempre al otro se encuentra de un modo determinante en el poema “Un gran vuelo de cuervos”, en el que los asesinados hombre del Este toman el poema y hacen cuerpo en él en unos alejandrinos que crean un aire de ópera para expresar esa enorme desolación solidaria:

La tierra está preñada de dolor tan profundo
que el soñador, imperial meditabundo,
sufre con las angustias del corazón del mundo.
Verdugos de ideales afligieron la tierra,
en un pozo de sombra la humanidad se encierra
con los rudos molosos del odio y de la guerra.

En el poema “¡Oh miseria de toda lucha…! de nuevo su canto se centra en la miseria humana, en ese recorrido vital que nos lleva al desconcierto  mientras en su sencillez el alma contempla esa luz cara a cara, un alma que sufre en ese dolor del mundo en su locura prometeica:

Rubén se siente sujeto por la miseria de su lucha, por vergonzante y vergonzosa sumisión, a la carne, al pecado, a la materia. Miseria del ser humano. Pero miseria que sabe que en cualquier momento puede venir la redención  (Diego, 1967: 247).

Y de nuevo vuelve a cantar la solidaridad humana, el alma dolorida en el poema “A Phocas el campesino”:

Phocas el campesino, hijo mío, que tienes
en apenas escasos meses de vida, tantos
dolores en tus ojos que esperan llantos
por el fatal pensar que revelan tus sienes.
Tarda en venir a este dolor adonde vienes,
a este mundo terrible en duelos y en espantos;
duerme bajos los Ángeles, sueña bajo los Santos,
que ya tendrás la vida para que te envenenes.

Un poema dolorido, terrible, donde el dolor del mundo se hace apósito en la imagen que despierta este niño ante el poeta nicaragüense. Existe una visión del mundo en torno a él, a ese mundo dolorido al que llega y la piedad se apodera del mismo en una camino solidario de ida y vuelta en el que el dolor también se hace suyo.

Como dice Coloma González (2005), entre la abundancia temática de este excelso libro existe también una preocupación social que ya se había manifestado en las etapas centroamericana y chilena en diversos subtemas como pueden ser en primer lugar la revalidación de la cultura hispánica con los poemas “Cyrano”, “Retratos”, “Trébol“, “Un soneto a Cervantes“, “Goya“, “Letanías… “;  o bien, la defensa de la hispanidad con “Salutación, al Rey Oscar“, “A Roosevelt“, “Los Cisnes”; y el tema moral  con “Unidad de bien-belleza: Programa matinal“, “Helios“, “Pegaso“, “Letanías“, “¡Oh miseria!“

También su famoso El Canto a la Argentina es uno de los más significativos en esta línea de pensamiento de la que venimos hablando. Escrito por encargo del diario La Nación de Buenos Aires con motivo del primer centenario de la independencia. Es un poema de más de mil versos que estaría claramente en la línea del Humanismo Solidario. En él subraya la tierra de acogida para inmigrantes de todo el mundo del país sudamericano, y glorifica, la Pampa, Buenos Aires, el Río de la Plata…

En lo que a Europa se refiere, es notable el poema «A Francia» (del libro El canto errante). Esta vez la amenaza viene de la belicosa Alemania (un peligro real, como demostrarían los acontecimientos de la Primera Guerra Mundial):

Pero no solo su obra poética, también en su obra en prosa es constante el compromiso con los más desfavorecidos y la denuncia de los que acometen:

“-Oh, señor! el mundo anda muy mal. […]El pauperismo reina, y el trabajador lleva sobre sus hombros la montaña de una maldición. Nada vale ya sino el oro miserable. […] Los bandidos están posesionados de los bancos y los almacenes. […] Yo quisiera que sonara ya la hora de rehabilitación, de la justicia social. ¿No se llama democracia a esa quisicosa política que cantan los poetas y alaban los oradores? Pues maldita sea esa democracia. Eso no es democracia, sino baldón y ruina. El infeliz sufre la lluvia de plagas; el rico goza […]” (Darío, 1989: s. p.)

Finalmente decir que Carlos Tünnermann Bernheim en El pensamiento político de Rubén Darío (2008) analizando sus ideas cívicas de buen ciudadano, nos indica que ya en libros como Azul surgen con fuerza las tendencias y los pensamientos del autor sobre las cuestiones más trascendentales y su carácter ético y moral. En “La canción del oro”, por ejemplo, Darío revela un pensamiento que cuestiona con mucha fuerza el poder del oro sobre los hombres: “Cantemos el oro, río caudaloso, fuente de la vida, que hace jóvenes a los que se bañan en sus corrientes maravillosas, y envejece a aquellos que no gozan de sus raudales […] Cantemos el oro porque de él se hacen las tiaras de los pontífices, las coronas de los reyes y los cetros imperiales […] porque[…] lleva […] el perfil soberbio de los césares; y va a repletar las cajas de sus vastos templos, y mueve los bancos, las máquinas, y da la vida, y hace engordar los tocinos privilegiados […] porque tapa las bocas que nos insultan; detienen las manos que nos amenazan, y pone vendas a los pillos que nos sirven […] porque nos hace gentiles, educados y pulcros […] porque es la piedra de toque de toda amistad […]”

Pero en otro momento también la crítica al imperialismo estadounidense. Darío, señala, en sus escritos estaba pendiente del acontecer humano, entre otras cosas, no fue indiferente a la primera revolución rusa de 1905, como ya hemos dicho.

Darío, por tanto, no fue el poeta que sólo cantaba a las musas de la belleza y del amor, como insiste Tünnermann Bernheim (2008), sino el hombre de carne y hueso que escribía, además sobre las cosas que afectaban profundamente a los seres humanos, poseyendo un profundo humanismo que lo llevó a preocuparse por resolver el problema de la justicia, y creando en su obra una riqueza enorme a la que los poetas del siglo XXI deben seguir por su fortaleza y valor, tanto como su espíritu reflexivo y solidario.

Sello conmemorativo del centenario del nacimiento de Rubén Darío

BIBLIOGRAFÍA

COLOMA GONZÁLEZ, F. (12 enero-julio 2005). Apuntes académicos sobre Cantos de vida y esperanza, los cisnes y otros poemas. Cátedra, Facultad de Educación e Idiomas (UNAN-Managua).  DARÍO, R. (marzo 1892). ¿Por qué? El Heraldo de Costa Rica. — (2004). Obras completas. Madrid: Aguilar.  DIEGO, G. (1967). Ritmo y espíritu en Rubén Darío. Cuadernos Hispanoamericanos, 2012-213, 247-264. EL DOM, H. (2009). Oda a Roosevelt, un poema anti-imperialista. El Club Literario. FONSECA, C. (1982). Noticias sobre Gorki y Darío. En Fonseca, C. ObrasBajo la bandera del sandinismo. Tomo 1. Managua: Editorial Nueva Nicaragua.  MONCADA FONSECA, M. (19 enero 2013). Rubén Darío, poeta humanista y hombre. Revista Libre Pensamiento. RAMOS, V. M. (2016). Darío, su poesía y la unión centroamericana. Redacción Popular. Recuperado de http://www.redaccionpopular.com/articulo/dario-su-poesia-y-la-union-centroamericana. RODRÍGUEZ SILVA, L. (19 septiembre 2014). Vigor e ingenio. La Prensa. SMETAN, R. (1989). El escritor frente a la sociedad en algunos cuentos de Rubén Darío. 415-423. TERÁN, J. F. (2001). La poesía de Rubén Darío. Nicaragua: Fundación Vida. TÜNNERMANN BERNHEIM, C. (2008). El pensamiento político de Rubén Darío. Cielac. ZEPEDA-HENRÍQUEZ, E. (1997). Génesis y éxodo de la palabra dariniana. Anales de Literatura Hispanoamericana, 261, 67-91.

 


EL AUTOR

FRANCISCO MORALES LOMAS. Académico de la Academia de Buenas Letras de Granada y de la Academia Artes Escénicas de España. Doctor en Filología Hispánica. Profesor Titular de Universidad. Catedrático de Lengua Castellana y Literatura en E.S. Licenciado en Derecho y licenciado en Filosofía y Letras. Presidente de la Asociación Andaluza de Escritores y Críticos Literarios (AAEC) desde hace doce años y presidente de la Asociación Internacional Humanismo Solidario (AIHS). Vicepresidente de la Asociación Colegial de Escritores de España-Andalucía y vicepresidente de la Asociación de Dramaturgos, Investigadores y Críticos Literarios de Andalucía. Ha recibido algunos premios literarios. Ha publicado más de sesenta títulos en poesía, narrativa, teatro, ensayo y crítica literaria, una treintena de capítulos de libros y un millar de artículos de crítica literaria. Poesía: Veinte poemas andaluces (1981), Basura del corazón (1985), Azalea (1991), Senara (1996), Aniversario de la palabra (1998), Tentación del aire (1999), Balada del Motlawa (2001), La isla de los feacios (2002), Eternidad sin nombre (2005), Tránsito (1981-2003). Antología (2005), Noche oscura del cuerpo (2006), La última lluvia (2009), Puerta del mundo (2012). Narrativa: El sudario de las estrellas (1999), Juegos de goma (2002), Candiota (2003), La larga marcha (2004), El extraño vuelo de Ana Recuerda (2007), Tesis de mi abuela y otras historias del Sur (2009), Bajo el signo de los dioses (2013) Cautivo, (2014) y Puerta Carmona (2016). Teatro: El lagarto (2001), Un okupa en tu corazón (2003), La yaya de Mauritania (2005), El urólogo (2007), El caníbal (2009), Caníbal teatro (14 obras de teatro breve, 2009), El encuentro (2012), El desahucio (2014), Vaffanculo, Los monstruos de la razón (en Teatro completo. Volumen 1, 2014), El hombre de hierro, Los ídolos, El buen salvaje y su prima de Verona y Feliz cumpleaños, papá (en Teatro completo. Volumen 2, 2015) y La farmacopea, El encuentro, El pordiosero, El poeta caníbal, El hombre de color, El descubrimiento, El ascensor y la cabra, El mecánico, La prima, Los inmigrantes y La casa (en Teatro completo, Volumen 3, 2017). Como ensayista tiene publicadas veintiocho obras.